Capítulo 24 | Mi más dulce debilidad.

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        Cuando las horas de la tarde empezaron a caer y el frío ya no era un gran problema, nos encontrábamos todos sentados alrededor de la mesa de la cocina bajo la tenue luz amarillenta que entraba por la ventana, yo no podía dejar de mirar el lugar en el sucio suelo junto a mi silla donde había encontrado el cuerpo de mi padre. Brandy se encontraba en el asiento a mi lado, al darse cuenta de mi mirada se puso de pie y se sentó sobre mi regazo, una de sus manos en mis hombros desnudos y la otra apartando el cabello de su rostro. Me dedicó una sonrisa de lado y se inclinó para besar la punta de mi nariz, se acurrucó junto a mi y dejó que la envolviera entre mis brazos.

—Y... —repasé con la mirada a mi madre y a su novio—. ¿De que querían hablarme?

Mi madre lucía nerviosa, lo noté al ver como mordía su labio color rojo escarlata y movía sus dedos con ímpetu contra la tabla de la mesa. También por el hecho de que no dejaba de jugar con las puntas de su cabello o beber repetidas veces a pequeños sorbos el agua frente a ella. Ryan le dio un suave apretón a sus manos, lo que sirvió como un pequeño tranquilizante.

—Tienes que volver a Inglaterra con nosotros —pronunció ella atropelladamente y evitando mi mirada a toda costa.

Entrecerré mis ojos y mis dedos se clavaron en las caderas de la chica sobre mi quien tembló, no sabía si había sido por mi o por las palabras de mi madre. Gruñendo respondí: —De ninguna maldita manera eso va a suceder.

Mi madre abrió sus ojos perpleja ante mi uso de palabras quizás no tan adecuadas para ella. —¡Pero Samuel...!

Ryan volvió a apretar sus manos sobre la mesa, le dedicó una tensa sonrisa a mi madre y ella respondió con un asentimiento de cabeza. —Dejame esto a mi.

Rodé los ojos y escondí la cabeza en el cuello cálido de Brandy, con mis labios tracé un camino de besos lentos y suaves y poco a poco ella se fue relajando, lo que significaba que yo también podía relajarme ahora. Si ella era feliz, yo también lo era.

—Como sabrás, Samuel —Ryan empezó diciendo. No le presté mucha atención y me concentré en la piel de la chica bajo mis labios—, aún eres un menor de edad hasta que se cumpla el trece de abril, ¿cierto?

Asentí despreocupadamente sintiendo las manos de la pelinegra trazar el camino hasta mi cabello. Al principio sentí la mirada incómoda de mi madre sobre nosotros, luego ésta transformándose en una de reproche.

—¡Samuel, por favor! —me reprendió extendiendo sus manos abiertas sobre la mesa.

Levanté la cabeza abruptamente volviendo a apretar las caderas de Brandy. —¿Que, madre? —escupí.

—Lo que tratamos de decirte es algo importante, no te comportes así.

Volví a rodar mis ojos y le indiqué a Brandy que volviera a su silla, me acomodé sobre la mía y me crucé de brazos. Miré tanto a mi madre como a Ryan con desgano y él continuó con lo que trataba de decirme. —Junto a los papeles del divorcio se firmó un acuerdo legal en donde tu padre tendría la total custodia de ti durante el tiempo en que ambos permanecieran en Estados Unidos, al él fallecer tu custodia le pertenece de ahora en adelante a tu madre hasta que cumplas la mayoría de edad. Lo que significa que si tu madre vuelve a Inglaterra, cosa que hará ya que su vida allá se encuentra, tu te ves obligado a ir con ella.

—¿Y que hay de mi vida?, ¿que pasa con lo que yo quiero?, ¿acaso eso no importa? —espeté.

—Debe haber alguna otra manera —intervino Brandy por primera vez, se acomodó en su asiento mirando a Ryan—. Yo soy mayor de edad, podría quedarse conmigo y mis padres. Son sólo un par de meses hasta que cumpla los dieciocho.

SamsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora