Yo llevaba aproximadamente unos veinte minutos deleitándome con lo angelical que se veía su rostro cuando estaba durmiendo, tan plácidamente. Su pecho subía y bajaba lentamente y apenas podía escuchar el murmuro de su respiración chocando contra mi barbilla. Pocos minutos después, sus pestañas se movieron perezosamente dándome los buenos días. Mis dedos se paseaban por la larga y suave extensión de su cabello oscuro mientras ella detallaba cada pequeña imperfección de mi rostro, ambos respirábamos pausadamente, con ojos somnolientos sin pronunciar palabra alguna porque simplemente no nos hacia falta.
La fresca mañana había llegado rápidamente de la misma manera en que la noche se fue; tranquilamente, llena de besos y caricias. A través de la persiana empezaba ya a entrar la claridad de un nuevo día esperando por nosotros para hacerlo nuestro.
Me sentía increíblemente a gusto con sus manos sobre mi piel, sus piernas enrolladas entre las mías, su cálido aliento mezclándose con el mío, frentes juntas y corazones danzando al compás de una melodía que ambos juntos habíamos creado. Pero por supuesto que habíamos escuchado el dicho que después de la tormenta viene la paz, pero en este caso primero se avecinó la paz, haciéndonos caer en un abismo de hermosas ilusiones para luego darle paso a la temida tormenta, donde todos esos sueños flotaban en globos de colores que corrían con el riesgo de ser reventados por puntiagudos alfileres, me había enamorado de una persona que sabía a aventura pero lucía como la calma.
Abrí mis ojos de golpe cuando escuché la puerta de entrada cerrarse en el piso de abajo. Un par de tacones golpeteando el piso brillante de cerámica del salón, y luego la gruesa voz de Christian Williams hablándole a su esposa.
Mi torso se levantó del colchón, quedando sentado sobre este. Cuando miré el cuerpo a mi lado vi a Brandy observándome con el pánico latiente en sus ojos, apretando mi cintura con fuerza. Su cabello revuelto cayendo por su rostro, sus cejas fruncidas y ojos bien abiertos, sus labios en una gruesa línea.
—¡Dios mio! ¿Que están haciendo ellos aquí? Se suponía que volvían mañana —Brandy exclamó, claramente entrando en pánico cuando empezó a apartar todas las sábanas de nuestros cuerpos—. Tienes que irte —me informó.
Asentí y me puse rápidamente de pie, los shorts del padre de Brandy deslizándose por los huesos mis caderas, tuve que sostenerlos en su lugar. Ella se levantó también, empujándome a través de la habitación, aún en ese momento lo único en lo que podía pensar era en sus dedos corriendo por la superficie de mi espalda. Mi pulso acelerado, corazón a punto de explotar. El taconear de los zapatos se escuchaba más y más cerca, subiendo las escaleras.
Llegamos hasta el borde de la ventana, tropezando un poco. —No pensarás que voy a saltar del segundo piso ¿o si? —arqueé una de mis cejas, dudoso.
Me miró con arrepentimiento. —Lo siento mucho, pero no puedo esconderte aquí. —Una vez dicho eso abrió la ventana.
—¿Quieres que muera acaso? —casi grité, ahora el que estaba entrando en pánico era yo. No es que le tuviera miedo a las alturas, por supuesto que no, el problema era que esta ventana estaba exageradamente a gran distancia del suelo, y era más grande mi miedo a ser atrapado con unos cuantos huesos rotos que simplemente estando sentado en la ventana.
Ella rodó sus ojos. —Hay un juego de tuberías justo debajo de la ventana, puedes bajar a través de ellas. Sé un hombre y por favor no hagas ruido.
Mis cejas se alzaron y quedé boquiabierto. —¿Es que acaso no te he demostrado lo suficiente hombre que soy, niña?
Y luego un toque en la puerta.
—¡Maldición! —exclamé. Brandy me empujó a través de la ventana, sus manos se sentían temblorosas en mi piel.
Corrió hacia la cama, acomodando rápidamente las sábanas y metiéndose entre ellas como si apenas se acabase de despertar. Una de mis piernas colgaba hacia afuera y la otra se encontraba aún adentro.
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Samson
RomanceÉramos como estrellas perdidas tratando de iluminar la oscuridad, pero al final terminábamos ahogándonos en nuestras propias lágrimas.