Acababa de conciliar el sueño cuando me despertó un golpe en la cabeza. Me incorporé con la mano en la frente y una lucecita entre los ojos. Al principio pensé que me la estaba inventando.
Hasta que su vocecita aguda me gritó:
- ¡Pero que haces, estúpida! ¡Casi me mato por tu culpa!
Me costó un momento encajar lo que estaba viendo. En el interior del destello había una criatura. Una muchachita pálida de grandes ojos naranjas y un larguísimo, ondulado, cabello pelirrojo (que, por cierto, le daba un aire a Daphne; la diferencia era que ella se lo recogía en complicados peinado mientras la criatura que tenía delante lo llevaba suelto). Su espalda estaba adornada con unas alitas diminutas hechas de una mezcla de naranja, rosa y amarillo que combinaban con el vestidito de volantes que llevaba. Era hermosa; bueno, lo más hermoso que podía ser un ser grosero que era más bajo que mi pulgar.
Lo que tenía ante mis ojos era un hada.
Intenté reponerme de la sorpresa y me concentré en el comentario anterior:
- ¿Pero qué dices? ¡Yo estaba dormida y tú te has caído encima mío!
- ¡Eso no es verdad! ¡Tú eres la que se ha tumbado en la pista de aterrizaje!
Pista de aterrizaje. Aquella superficie blandita en la que me había dormido era una pista de aterrizaje. En seguida me di cuenta de mi error.
- Lo siento... em... ¿cómo se supone que te llamas?
- Ocaso. Ese es mi nombre. Y no tolero apodos como hadita, lucecita o naranjita, ¿entendido?- después de un silencio extraño, en el que el hadita (perdón, la señorita Ocaso) parecía en su mundo, siguió hablando-. Da igual. Total, teníamos que encontrarnos antes o después- y luego añadió con una sonrisa-. Aunque hubiese preferido un encuentro menos... forzoso.
Yo me quedé un poco confusa después de oír aquello.
- ¿Cómo qué teníamos que encontrarnos? Pequeñaja, me debes una explicación.
- ¡He dicho qué nada de apodos!
- Lo siento, Su Majestad- le respondí, haciendo una exagerada reverencia (eso sí, sin levantarme) con la que casi se cae de mi nariz.
Ocaso tenía pinta de estar enfadada, pero se tragó ese orgullo que tenía en contra de los apodos y contestó, al fín, a la pregunta que me estaba reconcomiendo de la curiosidad. Aunque no es que la respuesta me lo dejara mucho más claro:
- Soy tu protectora. Tu guardiana, si lo prefieres- al ver que estaba conteniendo la risa, frunció el ceño y continuó-. Ríete si quieres, no me importa. A mí también me dio risa- a partir de este punto, Ocaso dio a su voz un tono de broma-. ¿Yo? ¿Cómo protegeré yo a una humana que es unas veinticinco veces más grande que yo? Vamos, si querían protegerte, haber enviado a un gigante. Al menos ese tendría posibilidades. Pero noooo, aquellas ancianas del consejo querían que yo, una criatura enana e indefensa con sólo unas horas de vida, te protegiera porque había nacido para este cometido.- a partir de aquí se puso más seria-. Espero de verdad que te marches pronto. Así tendré el tiempo libre que me corresponde como cría que soy.
- Pues estamos de acuerdo en algo. Yo también quiero marcharme. Esto es demasiado raro para mi.
- Habla la que necesita una cajita de energía para hablar con los de su especie. ¿ Por qué los humanos no habláis cara a cara? ¿O utilizáis Fairbook como todo el mundo?
- ¿Fairbook?
- Sí, esa red de comunicación mental para mantener el contacto cuando estáis lejos.
- Los humanos no podemos comunicarnos mentalmente.
- Que raros sois. Ojalá te vayas pronto; así no tendré que oír tonterías como esta.
- Ya somos dos. Si fuera por mí, hace unas horas que no estaría aquí. Pero hay un problema: la puerta por la que entré, el orbe solar gigante, está cerrada.
Ocaso se puso pensativa. Y estuvo unos quince minutos así, mirando al vacío. Nunca me dijo que estuvo haciendo en ese lapso de tiempo. Podría estar pensando por si misma una solución. O podría estar mirando los últimos posts de Fairbook que tuvieran el hastag #enviarhumanaacasa. No tenía ni idea de como funcionaban las redes mentales, pero suponía que eran parecidas a las redes sociales.
El caso es que cuando volvió en si tenía una idea.
- Vayamos a casa de Rita, la Joven Anciana. Ella es una Bruja Polícroma muy poderosa- al ver que no entendía absolutamente nada, pegó un fuerte suspiro y explicó-: significa que domina la Magia Policromática. El caso es que, si hay alguien que pueda abrir un portal a tu mundo sin el orbe solar, es ella.
Después de un rato planificando y estudiando el mapa que Ocaso había calcado de una foto de Fairbook, nos dormimos con una idea en mente.
Al día siguiente íbamos a visitar a Rita, la Bruja Polícroma.
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El Ocaso de la realidad
FantasyA veces, Annabeth sólo quiere desaparecer de la faz de la tierra. Le hacen bullying en el colegio y no la entienden en su hogar. Y lo peor, su martirizadora es la hermana mayor de la única amiga que tiene en el mundo. Cuando esas emociones explotan...