CAPÍTULO 18: Recuerdos y rescates (Aiden)

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Aquel día estaba de permiso; vamos, que tenía el día libre. Y, como siempre que no tengo nada que hacer, estaba tumbado cerca de los campos de niebla; viendo a los dragones volar e inmerso en mis pensamientos, que siempre me llevan al mismo punto. ¿Conoce alguien el dicho "todos los caminos llevan a Roma"? Pues, en mi caso, todos los pensamientos me llevan a mi madre.

Había empezado pensando en Annabeth, en su muerte y resurrección, en como habíamos reaccionado los dos al volver ella a la vida, en los abrazos que intercambiamos... He de admitirlo; la chica me cae bien, pero estoy seguro de que se apartaría de mí si supiera quien soy.

Luego pensé en quien sí sabe la verdad sobre mi pasado; la joven de cabellera negra, Poppy. Ella lo sabe y no me considera un monstruo, como...como mis compañeros y compatriotas me considerarían si supieran quien es mi madre.

Y ahí está, de nuevo, la Roma a la que me llevan todos los caminos de mi mente: mi madre, Natalie Fallen, y el lazo que aún nos une.

Me explico; mi madre es una pesadilla. No, no te fallan los ojos, has leído bien; una PESADILLA. Pero no una pesadilla como las demás; ella tenía alma, o por lo menos no se guiaba por la violencia. Eso es porque la criaron unas ninfas del bosque, por lo que ella no supo que era de la especie que era hasta que sus poderes empezaron a manifestarse (meterse en la mente de las personas, fomentar sus sentimientos negativos, controlar la energía destructiva...poderes que yo he heredado). Aún así, logró esconderlos e ir a la universidad; donde conoció a mi padre, el futuro capitán de la guardia real Alex Skyfall. Se casaron y tuvieron un hijo (yo).

Pero entonces, un día...

Yo tenía 6 años. Estaba experimentando con mis nuevos poderes, que tenía hace unos días. Algunos de ellos, como volar o curar, los tenían mis amigos; pero otros, al contrario, sólo los podía usar con mi madre y eran secretos.

Pero aquel día tenía ganas de romper algo. No recuerdo bien porque, creo que porque un niño de clase se había burlado de mí; sí, me había acusado de llorica por culpa de una lagrimita que se me escapó cuando me caí al suelo desde siete metros de altura y me hice un corte bastante feo con una piedra cortante que había en el suelo.

Bueno, en realidad da igual el porqué; la verdad es que fue una estupidez. Utilicé mis poderes sin supervisión y volé el ático. Así, tal cual; en un momento todo estaba en su sitio, bien ordenado,y al siguiente el tejado estaba torcido hacia un lado y las paredes eran un montón de escombros.

Mi madre fue la primera en entrar. Me miro, vio que mis ojos se habian vuelto de un gris neblinoso (sí, me cambian de color los ojos cuando utilizo mis poderes por parte de madre) y lo entendió todo.

- Hijo, quiero que me escuches- dijo. Yo solo pude asentir-. Sigueme la corriente; no digas nada sobre esto, ni ahora ni nunca, y recuerda siempe que esto es lo mejor para ti.

Yo en aquel momento no lo entendí y sólo se me ocurrió "¡es mi mamá, sabe lo que hace!", así que no puse pegas a su plan.

Todo sucedió demasiado deprisa. Mi padre entró, seguido de otros dos guardias. Hicieron preguntas. Mi madre las respondió. Y se la llevaron. Aquel día, mientras estaba acurrucado en las sombras de unas cajas, fue la última vez que vi a mi madre.

Días después, mi padre me contó que la habían encerrado por "alta traición, vandalismo y espionaje". Bobadas, pero que llevaron a mi madre a la cárcel. Aún así, hice caso a lo último que me dijo mi madre y me callé.

A partir de ese momento tuve que ser "un hijo perfecto". No podía ni pensar en coger la última patata frita del plato común sin sufrir duras reprimendas. Después de todo, tenía la sangre de mi madre, y mi padre temía que me convirtiera en lo que creía que ella era. Él la considera un monstruo, cuando en realidad el monstruo soy yo. Un híbrido, un ser inestable.

Un polvillo brillante me hizo estornudar y me forzó a volver a la realidad. Entonces oí una voz conocida; la última que pesaba oír en ese momento, la verdad: "Por favor, date prisa", la voz de Annabeth.

Un dragón abrió los ojos y echó a volar. Lo reconocía; había llegado hace menos de una semana y, cuando revisé sus pensamientos (sí, reviso los pensamientos de los dragones; ellos suelen agradecer poder comunicarse y, si no, me lo decían mentalmente y yo no insistía), encontré una promesa hecha a una señorita de cabellera blanca. Pensé que podía ser Annabeth; así que, el día que ese dragón fuera a cumplir su promesa, me prometí que lo seguiría.

Obviamente, había llegado el día; oír la voz de Annie en el instante en el que el dragón que tenía cuentas pendientes con ella no podía ser coincidencia. Yo también alcé el vuelo y alcancé al dragón; seguidamente, me monté encima.

Llegamos a un claro cualquiera de un bosque cualquiera. Hubiese sido un paraje perfecto para hacer un picnic si no hubiera sido por el hecho de que estaba lleno de pesadillas (no me caen bien mis medio-primos, ¿ok?). El dragón exhaló una columna de puro fuego que, al parecer, sólo afectaba a las pesadillas (yo mismo tuve que apartarme un poco, pero todo lo demás permaneció intacto mientras mis medio-primos eran consumidos por las llamas). Después de esa exhibición de fuerza, el dragón descendió.

El olor a muerte me golpeó como si de un puño de aire se tratara (me han dado con alguno de esos en mi vida y, créeme, no es agradable). Al principio, pensé que el olor provenía de los cuerpos de las pesadillas, pero cambié de idea en cuando vi a Annabeth. Estaba tendida en el suelo, pálida (más de lo normal en ella) y un charco de sangre se extendía alrededor de su cabeza.

- ¡Annabeth!-grité, y corrí hacía ella.

Gracias al cielo, no estaba muerta; sólo inconsciente. Pero, si la pérdida de sangre seguía su curso, no despertaría.

-¡Apartaos todos!- les ordené a Poppy y al chico moreno que estaba sentado al lado. Él me miró mal.

-¿Por, angelito? ¿Vas a salvar el día? ¡¿Acaso no ves que está muerta?!- me gritó. Ese chico no me cae bien.

-¡He dicho que te apartes, orejas de cono!-"no dejes salir a tu lado oscuro, Aiden; lo último que necesitas ahora son los ojos neblinosos" me reprendí. Por lo menos me ha hecho caso, no se si por miedo o sentido común, pero el caso es que se apartó.

Me concentré en el cuerpo de Annabeth; tenía un feo corte en el cuello. Menos mal, esta vez podría ayudarla utilizando mis poderes "legales"; los de curar y todo eso (no es que me alegre de su estado; es que así su curación será más directa). Coloqué mis manos en su cuello para detener la hemorragia y canalicé mis poderes para cerrarla. Mientras, el chico se quejaba desde atrás (crío).

Cuando Annabeth abrió los ojos y me miró, supe que había terminado.

-¿Aiden?-dijo con voz rota.

-Shhh...descansa, Annie. Pasar dos veces al borde de la muerte en menos de una semana tiene que ser agotador.

Me hizo caso, y volvió a cerrar los ojos. Y, mientras ella dormía, me prometí ayudarla y protegerla.

Eso sólo significa una cosa; me quedo. Tengo que vigilar de cerca al elfo moreno.

¡Holaaaaa! Pensé en dejaros con la intriga hasta el año que viene, pero luego pensé: "yo no soy tan cruel, no voy a dejarles terminar el año pensando que Annie está muerta"; y, bueno, aquí está el capítulo.(yo lo he escrito en 2015; cuando lo estés leyendo, es cosa tuya)

Otra cosilla más; me hubiera gustado ver algún comentario, parece que me tenéis miedo y no entiendo por qué.

Una última nota: cuando llegue a 500 leídos o 100 estrellas, lo que pase antes, haré un maratón ¿ Qué os parece?

Ahora sí, me despido.

¡Chaooo y feliz año nuevo!

Mireia

El Ocaso de la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora