¿Recordáis qué, el día que llegué, dije que este lugar parecía sacado de la imaginación de un niño de cinco años? Desde luego, aquel castillo era una ENORME excepción; todo aquí tenía más parecido a la mente de un psicópata (o por lo menos, de la de alguien que necesitaba terapia urgentemente): candelabros de huesos, cabezas de muñeca colgadas, charcos sin fondo de a saber que (casi me caigo en uno al entrar en la sala)... todo siguiendo esa paleta monocromática que, la verdad, me tenía harta.
Pero no estaba realmente interesada en la decoración; aún estaba asimilando lo que había pasado unos segundos antes. No me podía creer que hubiese estado tan ciega: las peleas constantes de Drake y Aiden ahora tenían sentido, además de otros comportamientos extraños de parte de cada uno; sólo guardaban sus respectivos secretos (no es que me gustara que me mintieran; pero, de alguna manera, los entendía). El problema es el siguiente: no había pensado en serio en ninguno de los dos; y, ahora que sabía de sus sentimientos, parecía que el universo me estaba presionando para que tomara una decisión para la que no me sentía preparada.
Andamos en silencio, esquivando objetos de lo más perturbadores, cada uno sumergido en sus pensamientos (bueno, quizá Poppy estaba husmeando en las mentes de los demás y Ocaso revisaba los últimos posts de Fairbook).
Hasta que un estridente grito nos sacó del ensimismamiento en el que habíamos entrado desde la cámara de torturas (aunque Poppy me mencionó más adelante que no se llamaba así, yo sé lo que me digo). Aiden se tensó más que la cuerda de un arco; algo me decía que había reconocido el sonido.
-Aiden, ¿qué te pasa? Te veo nervioso- preguntó Ocaso, quitándome las palabras de la boca.
-Na...nada-tartamudeó el aludido.
-Se nota a simple vista que te pasa algo-dijo Drake-. Ahora no es momento para andar con secretismos.
-Mira quien fue a hablar-bufé yo-. Aunque tienes razón; no es el momento de desconfiar. Además, ya sabemos tus secretos; ¿qué más da contarnos algo más?
Se veía a la legua que el híbrido (ya no tenía sentido llamarle angelito) estaba incómodo. Abrió la boca para contestar; pero una figura sombría apareció por el pasillo, interrumpiéndolo.
-¡AYUDA!-gritó, tan agudo que casi no distinguí las palabras (sé que sólo era una, pero al principio no lo supe seguro).
La figura que gritaba era sin duda femenina. Estaba claro que en algún tiempo fue hermosa; pero estaba demacrada: su cabellera negra estaba alborotada, la silueta de harapiento vestido gris dejaba claro que estaba en los huesos y sus ojos, cuyo color azul eléctrico se veía raro en toda aquella grisura, estaban hundidos en sus cuencas. Además, arrastraba unas pesadas cadenas de hierro. Daba un pelín de miedo, pero no era nada comparado con lo que habíamos sufrido para llegar hasta allí; era, más que nada, repelús.
Vi que Aiden y Poppy (supongo que por la imagen de la mente de Aiden) estaban con la boca abierta. Cuando el híbrido salió de su estupor fue a liberar a la "figura femenina".
-¡¿ALGUIEN ME DICE LO QUE PASA AQUÍ?!-gritamos/preguntamos Drake y yo al unísono, algo que a Aiden no le hizo mucha gracia.
-Es su madre, Natalie-respondió Poppy fríamente.
-¡¿QUÉ?!-dijimos el elfo de pelo castaño y yo a la vez. La situación era tan surrealista que me empecé a reír (hablar al mismo tiempo en una ocasión podía ser una casualidad; dos veces, era demasiado raro incluso en este mundo).
Aiden utilizó sus poderes maternos para partir los grilletes por la mitad (se le pusieron los ojos como el cielo antes de una tormenta, ¿cómo pude no notarlo?; cierto, evitaba usar sus habilidades oscuras a toda costa). Al curarla con magia angelical, pude percibir parecidos entre los rasgos ya no tan marcados de la madre y su hijo: la misma nariz, la misma altura, la misma mirada protectora pero fiera... Era extraño verlo así, la mujer era una pesadilla (hablo de que esa era su especie; no voy a prejuzgarla), pero no se parecía en nada a los monstruos que habíamos visto de camino aquí; parecía, más bien, una mujer de cuarenta y pocos con expresión luchadora y una mirada intimidantemente magnética. Ya sé de donde ha sacado Aiden sus encantos (¡yo no he dicho eso! ¡Deja de presionarme, universo!).
-Un segundo, ¿no había la Reina de las Sombras soltado a todas las pesadillas? ¿Por qué sigues aquí?-preguntó Drake, interrumpiendo mis pensamientos.
-No a todas, jovencito; sólo a las útiles. Las pesadillas en cuyo interior no reinaba la oscuridad más absoluta, entre los cuales está el mío, eran torturadas; a menudo, creaban reproducciones de sus seres queridos, para luego matarlos sin piedad-al decir esto, cogió a su hijo por los hombros; seguramente, temía que fuese otro holograma, otra prueba asquerosa más-. Varias veces he visto tu muerte, hijo mío: electrocutado, aplastado por una roca, envenenado...Lo único que me mantuvo cuerda hasta hoy ha sido este-Natalie (como Poppy me dijo que se llamaba) sacó un papel de los pliegues de su vestido.
-Eso es...-empezó Aiden, pero su madre le interrumpió.
-Sí; es el dibujo que me regalaste el último día de la madre que estuvimos juntos-seguidamente, abrazó a su hijo y, entre lágrimas, pudo decir-¡Oh, hijo mío, cuanto has crecido!
Yo, la verdad, no estaba realmente concentrada en lo que decía; estaba pensando en que hacer con ella. Era obvio que no podíamos llevarla con nosotros, a la boca del lobo; pero tampoco podíamos dejarla aquí o se volvería loca de la impotencia.
-¡Ya lo tengo!-exclamé y, acto seguido, todos me miraron raro. Claro, que tonta; debí haber escuchado y gritar cuando estuvieran en silencio. Pero ya era tarde; les había interrumpido y ahora tenía que seguir hablando-. Señora...
-Natalie- me ayudó Poppy (por eso he dicho que me lo comentó después).
-...Natalie, no podemos llevarla con nosotros; estamos en una misión de vida o muerte y no queremos que le pase nada-todos asistieron-. Aún así, no le quiero dejar así, sabiendo que su hijo está arriesgando su vida mientras usted está aquí sentada; se volvería loca de preocupación, ya que es su madre y no estaría haciendo nada por protegerlo. Por lo que le propongo un plan: si se siente con fuerzas, podría liberar a las pesadillas cuyo corazón no está en completa oscuridad y convencerlos de detener a los aliados de la Reina. No tienes que aceptar si no quieres...
-Lo haré-respondió-; como has dicho, no quiero quedarme de brazos cruzados.
Después de esto, se encaminó por el pasillo que supuse que la llevaría a las celdas. Unos pasos más allá, Aiden me habló:
-Sabes, la mayoría se suele sentir intimidado ante el padre o la madre de un pretendiente.
-Es que yo no soy la mayoría-respondí, incómoda. El universo; intentando presionarme de nuevo.
Llegamos a una encrucijada en la que, según el elfo, teníamos que girar a la izquierda. Pero cuando Drake se asomó para cerciorarse de que no había moros en la costa, este palideció de golpe:
-El mundo es un pañuelo-masculló, para después añadir-. El híbrido te ha presentado a tu madre, ahora me toca; Annie, ¿quieres conocer a mi padre?
¿Ya somos 600? ¿Cómo? ¡Si fue la semana pasada cuando hice el maratón por los 500!
Siento si el capítulo ha sido un pelín aburrido, pero era necesario (como montar una cama elástica antes de poder saltar en ella).
De todas maneras espero que os haya gustado (para quien quiera saberlo, mi oferta de dedicar capítulos a quienes comenten sigue en pie)
Chao,
Mireia
ESTÁS LEYENDO
El Ocaso de la realidad
FantasyA veces, Annabeth sólo quiere desaparecer de la faz de la tierra. Le hacen bullying en el colegio y no la entienden en su hogar. Y lo peor, su martirizadora es la hermana mayor de la única amiga que tiene en el mundo. Cuando esas emociones explotan...