CAPÍTULO 19: Sobrevolando la autopista de los zombies

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Me mantuvieron dentro de la tienda dos días enteros, ¿sabéis cuánto tiempo es eso para alguien que está en cama sin poder hacer nada? Tengo que dejar de morirme en cada batalla importante. Sobretodo porque la siguiente será la decisiva.

Tuve que explicar mis intenciones y escuchar los mismos sermones de "no sabes lo que haces; es demasiado peligroso" dos veces porque, por alguna razón que desconozco, Aiden y Drake no quieren estar juntos en la misma habitación (cuando le mencionó a Poppy el tema sólo ríe y empieza a hablar de otra cosa; ¿soy la única que no se entera?):

- Ahora que tenemos las estrofas y que sabemos el hechizo, nada nos impide ir a por Sombras directamente. No podemos seguir enfrentándonos a sus sicarios. El conjuro encerrado en estos trozos de plata-dije, señalando a las láminas que tenía en la mano- puede parar todo esto.

-Pero, ¿acaso sabes lo que hace?- preguntó Poppy en una de esas reuniones, no me acuerdo si fue en la que tuvimos con Drake o en la de la explicación para Aiden.

-Pues...ahí me has pillado, pero creo que sirve para traer paz o algo así; las láminas emanan ese tipo de aura- no sé de donde me saqué ese argumento, pero cuando lo dije supe que era cierto.

-¿Y para que las quería entonces la Reina de las Sombras? Yo pensaba que ella no quería nada relacionado con la paz-dijo uno de los chicos (estaba muy mareada y no recuerdo cuál).

- Porque quiere volver la magia de las láminas en su contra; convertir la paz que emanan en caos puro- realmente, mis muertes me conectan más con la sabiduría de mis vidas pasadas; no había otra explicación para estas ocurrencias que tengo últimamente.

Tuvimos más discusiones como esa, pero al final conseguí convencerlos a todos.

Cuando por fin pude ponerme en pie (¡hurra!), invoqué una armadura ligera, hecha de diamante de niebla, impenetrable por armas, y me la puse debajo de unos pantalones vaqueros y una camiseta de manga larga en la que se leía I'm unique, any problem? formando una espiral policromática sobre un fondo negro que también había invocado (lo de invocar ropa lo mejoré durante esos días de cama; directamente, porque me aburría y porque así podría ponerme ropa que a mí me gustara). Salí de la tienda y me los encontré a todos preparados. Me ayudaron a plegar mi tienda (yo insistía en que podía hacerlo sola pero, en fin; eso sí, Drake y Aiden se ocuparon de zonas diferentes) y me subieron a Prisma:

- De verdad, no soy una inválida, puedo hacer cosas sola.

- ¡Tienes que guardar fuerzas!-dijeron todos al unísono. Acto seguido, los chicos miraron a direcciones opuestas (en serio, ¿qué les pasa?).

- Parecéis mis padres-refunfuñe. Ellos, siempre decidiendo lo que es mejor para mí sin tener en cuenta mi opinión.

Aún así, siguieron tratándome como un bebé hasta que despegamos. Después, decidieron concentrarse en las vistas.

La verdad es que era impresionante. Las nubes daban paso a una extensión de lo más variopinta: desiertos de cristal, brillantes por la luz del orbe solar, daban paso a bosques exuberantes en los que cada ser vivo era único e igualmente especial; estos terminaban abruptamente en una cordillera de montañas de hielo dentro de las cuales ardían llamas de un amplio abanico de colores. Si llevaba la vista hacia atrás, podía ver los ríos que corrían en sentido contrario al que deberían, hacía un precioso lago situado en la cima de una colina plagada de flores que, al desbordarse, las cascadas que se forman devolvían el agua al mar. El conjunto me hacía sentir parte de este mundo; mucho más de lo que me sentía en mi antiguo mundo.

Pero lo que vi cuando Prisma giró para ponernos en la dirección correcta me sacó de ese ensimismamiento, helándome la sangre que hasta ese milisegundo latía alegremente en mi corazón.

Delante nuestro se extendía la Nada: una llanura yerma de pura grisura borrosa que no tenía ni vida ni límites aparentes, un lugar muerto que no paraba de crecer. En el centro de toda esa niebla monocroma se erigía una autopista; sí, una autopista blanca y negra que crecía al mismo tiempo que la Nada. O, más bien, la construían al mismo tiempo que la Nada crecía; sí, eso es más acertado. Unos zombies ponían piedra negra sobre piedra blanca y viceversa (con zombies me refiero a seres a los que les han lavado el cerebro con la magia monocroma y han privado de todo el color de sus vidas, tanto física como figuradamente).

Casi se me parte el corazón al ver allí al pequeño Beni Beaver, cuyo pelaje chocolateado se había vuelto gris piedra y cuyos pequeños y vivarachos ojos se habían vuelto opacos y tristes, trabajando ajeno a los juegos y las risas que debería estar experimentando un niño de su edad. Oigo las voces de Brandon y Beatriz, rogándome que bajase y salvase a su hijo, pero sé que no puedo; aunque eso no me impide prometerme a mi misma que, cuando la Reina esté destronada, ayudaré a esas criaturas a recordar como es la felicidad, aún si yo no la había experimentado hasta ahora.

-"El camino de los peones"-susurró Drake de repente.

-¿Qué?- dijimos los demás, extrañados por aquella frase.

-Es lo que pone en las piedras-se explicó el elfo-, está escrito en nightmariliano, el idioma de las pesadillas.

-¿Y tú como sabes hablar nightmariliano?-espetó Aiden.

-¿A ti que te importa?

-Me importa porque es es un idioma que sólo saben ellos-dijo, señalando a las pesadillas que supervisaban el trabajo de los zombies-; por lo que, si sabes leerlo, eres uno de ellos o trabajas para ellos. Por ende, eres un espía.

-¡¿Qué?!-gritó Drake, cuyos ojos verdes estaban abiertos como platos- ¡Yo sólo lo hablo porque resulta que nací en prisión! ¡Allí no se hablaba otro idioma y tuve que aprender! Deberías dejar de acusar a la gente tan a la ligera, tío.

- Sí Aiden, tú mejor que nadie sabes...-empezó Poppy, pero se tapó la boca inmediatamente.

-Poppy, ¿qué pasa?-pregunté yo (de verdad; aquellos días no me estaba enterando de nada).

-Sí imani, ¿porqué te has callado de repente?-me apoyó Drake.

-¿De verdad quieres que empiece a largar secretos, Infernal?-le respondió Poppy fulminándolo con la mirada.

- ¡Yo sí!- me quejé; estaba harta de estar desplazada.

-Mira, ya hemos llegado-cambió de tema Aiden.

Pero era cierto; ante nosotros se acababa el Camino de los Peones y se alzaba el Castillo de los Terrores Profundos, el punto más alto de las Montañas de los Miedos Ocultos y hogar de la Reina de las Sombras.

Buenos días/tardes/noches/(insertar hora en la que estas leyendo esto), sé que publiqué hace unos pocos días (aunque en realidad ha sido un año), pero hoy es mi día de publicar y no pienso cambiarlo.

PD.: eso significa que, aún publicando otro día de la semana antes, el sábado tenéis capítulo asegurado.

¿Qué les ha parecido? Por favor, que alguien diga algo; al primero que comente le dedico un capítulo.

Chaoo,

Mireia

El Ocaso de la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora