Llevábamos sin hablar unas cuantas horas, siempre acompañadas del sonido de las trompetas (en serio, ¿no se callan nunca?). Yo llevaba reflexionando todo el camino desde el hogar de los Beaver. Ocaso, sinceramente, no se que estaba haciendo; ¿ojeando Fairbook, quizá? Nunca lo sabré.
Y por fin, después de un largo día de caminar, avistamos la casa del mapa.
Más que una casa, aquello era una cabaña de troncos. Cada uno de los troncos de la pared estaba pintado de un color brillante, y cada pared tenía colgada una colección casi interminable de tapices de todas las formas y tamaños. En definitiva, era la casa de los tapices.
En el porche, jugueteando con una vara de color blanco, había una muchacha, una adolescente de unos 14 años. Iba vestida...bueno...cómo decirlo delicadamente...igual que una niña de 4 años. Llevaba un vestidito hecho de trozos de tela de distintos colores y materiales que no pegaban ni con cola, e iba descalza. Su largo cabello negro estaba recogido en dos trenzas despeinadas e infantiles a cada lado de la cabeza. Pero lo más extraño de su apariencia eran sus ojos, con su iris dividido en siete partes de un color del arcoiris diferente cada una por una linea invisible.
Cuando nos vio, se levantó y vino a recibirnos:
- ¡Qué alegría! ¡Visita! Encantada, mi nombre es Rita.
- ¿Usted es Rita?- saltó Ocaso. Vale, he de admitir que yo también me sentía anonadada. Me imaginaba a la Bruja Polícroma más imponente. ¿Pero de verdad era necesario desgañitarse por ello?- ¡Pero si ni siquiera eres adulta! Annie te saca un año por lo menos- esto último lo dijo con un deje de superioridad, como si fuera la madre de la ganadora de un torneo hablándole a la perdedora.
Rita ni se inmutó del tono de burla de Ocaso, pero sí la corrigió:
- En eso te equivocas, jovencita. Yo soy 29985 años mayor que Annie, pero aparento ser más joven. ¿Por que sino pensabais que me llaman Joven Anciana?
No lo había pensado. Y, como siempre hago cuando siento que no tengo ningún control sobre el tema, cambié el rumbo de la conversación:
- Hablando de nombres, ¿desde cuándo el mío es "Annie"?
Me salió el tiro por la culata. Ocaso se echó a reír por mi comentario:
- ¡No me lo creo! ¡Tú tampoco soportas los apodos!
En eso tenía razón. Desde siempre, los apodos que me habían (im)puesto habían sido despectivos: empollona, bicho raro, marginada y, más frecuentemente, pardilla. Después de aquellos nombres, había desarrollado un odio casi irracional a los apodos. Porque nunca sabías cuál iba con segundas.
A veces no soportaba el parecido que tenía con esa pequeñina (ella me ha puesto un apodo, pues yo le pongo otro). Intenté cambiar de tema otra vez y, sorprendentemente, ésta funcionó:
- A propósito, ¿cómo sabes mi edad?
- Llevo vigilándoos mucho tiempo. Pero será mejor que nos sentemos- y, mirando fijamente al suelo, murmuró una serie de palabras incomprensibles, tras las cuales un objeto aparecía. Sólo llegué a entender una-: Fauliste- que inmediatamente después produjo una pequeña hoguera multicolor. Aquello me iba a ser util-. Bueno, sigamos. Sé que has venido hasta aquí para que abra un portal a tu casa, pero debo decirte que eso no es posible. El orbe solar sólo se alinea unas pocas veces al año, y sólo quienes tengan verdaderos y puros deseos de cruzar podrán hacerlo.
》No obstante, también sé quien eres, Annabeth la Lamicury, y creo que tu ayuda será indispensable en este momento de crisis que la Tierra de la Creatividad está pasando. Si no quieres unirte a esta lucha, lo entiendo. Este no es tu mundo. Si decides no luchar puedes quedarte aquí, esperando a que el sol vuelva a estar en óptima posición.
》Pero creo que antes de tomar una decisión definitiva deberías escuchar esto:
Ya no sólo están en peligro las familias guardianas, sino todo el Ocaso de la Realidad. Las zonas periféricas están perdiendo los colores, sumiéndose en una nada monocroma, y con ellos la magia que poseen. Hadas, grifos, manticoras, criaturas mágicas de todo tipo, están siendo esclavizadas. Además, se cree el Amanecer de la Imaginación es "parte" de la capacidad creativa humana, así que suponemos que el humano perderá toda capacidad de imaginar si no hacemos algo. Sólo la Lamicury puede hacer algo. Sólo tu puedes...- ¡YA ESTÁ BIEN!- exploté-.¡YO NO SOY NINGUNA ESPECIE DE SALVADORA MÁGICA! ¡SOY UNA CHICA NORMAL Y CORRIENTE QUE HA ACABADO AQUÍ CASUALMENTE! ¡DEJADME EN PAZ!
Si, ya lo sé, tengo una costumbre muy fea de huir de la escena después de gritar. Trabajaré en ello cuando vuelva a casa. Si es que vuelvo.
El caso es que me fui por patas, dejándome las provisiones y a Ocaso en la casa de los tapices.
Tenía muchas cosas en la cabeza mientras huía, desde el hongo gris que vi al llegar aquí a el secuestro de Beni Beaver. Porque a simple vista no parecen estar relacionados; pero según lo que Rita ha explicado, los dos tienen un denominador común: La Reina de las Sombras, que estaba exclavizando, privando de vida y decolorando a ese mundo. ¿Y qué pinto yo en todo esto? ¿Yo, una adolescente normal que tiene problemas en el instituto como dificultad más grande de su lista? ¿Cómo iba alguien a pensar que yo estoy destinada a salvar el Eclipse de la Razón?
Sumida en mis pensamientos, no miraba por donde iba. No me importaba, yo sólo quería volver a casa e, inconscientemente, iba recreando lo que pasó aquel atardecer en el que mi vida dio un giro radical.
Pero, como todo el mundo sabe, hay momentos irrepetibles y situaciones irreversibles. Así que, en vez de volver a casa y vivir feliz comiendo perdiz, lo que hice fue chocarme contra una pesadilla de carne y hueso.
ESTÁS LEYENDO
El Ocaso de la realidad
FantasyA veces, Annabeth sólo quiere desaparecer de la faz de la tierra. Le hacen bullying en el colegio y no la entienden en su hogar. Y lo peor, su martirizadora es la hermana mayor de la única amiga que tiene en el mundo. Cuando esas emociones explotan...