CAPÍTULO 27: Flores de plata y arcoiris saltarines

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Un poco aturdida sí que estaba. Es decir, ¿cuánto tiempo había pasado sin tiempo? (sé que suena a paradoja, pero no me desdigo; después de todo, había hablado con Isabela y las demás Lamicury en una dimensión en la que literalmente no existían las horas).

Devora no me dio el lujo de calcularlo. Nada más verme incorporada, se fundió en las sombras (fue como ver un helado de nata, vainilla y chocolate derretirse y fusionarse en un sólo charco nada apetitoso a cámara rápida; lo siento, llevo sin comer en condiciones desde ayer y tengo hambre). Volvió a solidificarse detrás mío, lo cual no supe hasta que sentí sus tacones de aguja clavándose entre mis vértebras, justo debajo de mi mochila, de una fuerte patada. Por poco no me rompo la espalda.

Total, que me había levantado para nada; volvía a estar en el suelo. Intenté hacer algún hechizo, pero el dolor de la columna me impedía pensar.

Suerte que no había venido sola; si no, sería puré de Annabeth con salsa de sangre de Lamicury (sigo insistiendo en que tengo hambre; mi mente no deja de pensar en el tema). Antes de que una esfera de lo-que-sea oscuro (no he estudiado magia monocroma, no me culpen por no saber el nombre del hechizo; además, en ese momento estaba más concentrada en ignorar al dolor y al rugido de mis entrañas vacías para conseguir centrarme en un conjuro cualquiera), Ocaso creó un escudo de protección mientras Aiden y Drake bloqueaban el hechizo con sus respectivas espadas (el elfo tenía una extensible en uno de sus muchos bolsillos; ese chico tiene un problema o, simplemente, es muy descuidado con el tema de vaciarlos). Después, Poppy se metió en mi cabeza para evitar que el dolor de la espalda pasase a mi mente y, de esa forma, poder concentrarme lo suficiente para pronunciar Sanecuysa. Sí; sin ellos estaría muerta, tengo suerte de tenerlos cerca.

El caso es que conseguí curar mis vértebras desencajadas y me levanté a duras penas (la curación que tiene que ver con huesos suele tardar bastante más que las heridas superficiales que había tratado anteriormente; es irónico que la chica más superficial que conozco sea la única que no me cause heridas superficiales). Me agarré a Ocaso, que seguía con el campo de fuerza activado, para evitar derrumbarme de nuevo; ya tengo suficiente polvo del suelo en los pulmones para un año entero.

-Vaya, me sorprende que te hayas podido levantar; hace unas semanas no tenías ni fuerza para levantar una mochila en condiciones-dijo la arpía de Devora en tono de burla cuando fue inmovilizada por los chicos.

-Y tú hace unas semanas parecías de este siglo; ahora no tienes ni eso-respondí yo en el mismo tono (sé que no es propio de mí; pero, hablando con total sinceridad, me estaba hartando de aquellos comentarios; preferiría recibir puñetazos a tener que oírla hablar otra vez).

A ella no pareció importarle mi respuesta, ya que símplemente rió y se disolvió en las sombras.

Tuve que contenerme para no soltar un par de palabrotas que, sin lugar a dudas, se merecía oír. En ese momento podía salir por cualquier parte, siempre que estuviese a oscuras. Supongo que saldría por donde menos lo esperamos e intentará rompernos las espaldas uno a uno.

Un segundo...necesita oscuridad...

-A la de tres un hechizo de luz-le susurré en el oído a Ocaso, en la cuál seguía apoyada. Ella asintió, captando lo que iba a hacer (o quizá fingiendo que lo había entendido; nunca la comprenderé del todo)-:una...dos...¡tres!

Un nanosegundo después de terminar la cuenta, murmuré Soluemit (luz). Acto seguido, la habitación negra se iluminó completamente (gracias a Ocaso por hacerme caso; sin ella la luz mágica no hubiera sido tan potente y no hubiese abarcado toda la zona).

Devora apareció unos segundos después, deslumbrada por la repentina luminosidad. Mi "plan" (entre comillas porque, realmente, no había planificado nada) había funcionado; sin sombras, no puede esconderse en ellas. Ella estaba totalmente desprotegida.

El Ocaso de la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora