Viviendo con Nirvana.

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Regreso a mi habitación. Me paro frente al espejo y me pongo el suéter de Kurt. Me queda enorme. Está viejo, un poco sucio, pero huele a Kurt. A pesar de que en estos últimos días han pasado tantas cosas extrañas y diferentes, a pesar de que ahora vivo con Kurt Cobain, a pesar de que ahora es como un amigo, no tengo el valor de pararme frente a él, mirarlo a los ojos, agradecerle por todo y darle un fuerte abrazo. Quizás solo tengo que esperar y llegará la oportunidad de hacerlo, o quizás debería suspirar, bajar las malditas escaleras que nos separan y hacerlo. Pero prefiero esperar... Reviso mi celular, y la bandeja de mensajes está vacía. Así que lo guardo junto con todas mis cosas. Escapar a una ciudad diferente, con cuatro hombres que acabo de conocer, es extraño. Y podría ser en muchos sentidos ilegal y podría mal interpretarse. Pero es un sueño. Un sueño hecho realidad. Mi cabeza aún le da vueltas a las palabras de Kurt en la cena: "Voy a ayudar a su hija a poner en pie todo el talento musical que tiene".
Dios, eso sería otra fantasía. Ser una estrella de rock, tocar frente a miles de personas, creo que es el sueño de todos. Alguien tocando la puerta interrumpe mis pensamientos. Es Krist, y le digo que pase. Trae en las manos un suéter verde que alguna vez había yo visto en fotos. Se acerca a mi sonriendo y me lo entrega. Lo miro con el ceño fruncido.
-Lo encontré ayer. Supuse que te gustaría tenerlo.-
Desenvuelvo el suéter y adentro hay un frasco de un desodorante llamado "Teen Spirit". Wow. Esto es mágico. Me río porque el regalo es un poco extraño.
-Gracias Krist. Me encanta, le pediré a Kurt que lo firme.-
-Ya no los venden.-
-¿Y por qué envuelto en un suéter?-
-Por qué las dos son cosas que guardaba desde hace bastantes años.-
-Ten. Te devuelvo el suéter.- Digo extendiéndoselo.
-No. Quédatelo, es parte del regalo.- Me río.
-¿Qué tienen las personas de Aberdeen con regalar suéteres?- Digo riéndome, pero Krist me mira serio.
-Espera... ¿Kurt te regaló su suéter?- Dice aparentemente impresionado.
-Si... ¿Por qué esa expresión?-
-Desde que lo guardó en la caja, se ha negado a prestarlo, sacarlo o deshacerse de él... Siempre ha dicho que ese suéter es especial y que es de él, y nada más.-
-¿Qué...?-
-De verdad que te quiere.-
-Yo... No...- Me interrumpe.
-No tienes que decirme nada al respecto, y vámonos ya. Se nos va el vuelo.-
Sigo asombrada por lo que me acaba de decir, pero aun así lo sigo. El me ayuda con mi maleta, y yo solo cargo con su suéter y el desodorante. Cuando bajamos, ya están todos en la camioneta. Krist pone mis cosas en la cajuela y se sube en el asiento del conductor. Kurt está sentado en el medio y Evan del otro lado. Parece ignorar el hecho de que esté ahí. Kurt me dedica una sonrisa, pero yo no puedo dejar de pensar en el acto que acaba de hacer por mí. El camino es largo y aburrido. Hay un poco de tráfico, y Led Zeppelin suena en la radio. Llegamos al aeropuerto, hacemos todos los trámites y nos subimos al avión. Yo me siento al lado de Kurt. Aplaude, suspira, y me mira con emoción.
-Bien, cuéntame de tu gusto musical.-
-Oh bien. Como no es nada obvio, te contaré Kurt. No me gusta para nada un grupo llamado Nirvana, y amo a Guns n' Roses. Pero es la única banda de rock que me gusta. Estoy enamorada del Pop, del Rap y esas cosas que no entenderías.- Se ríe.
-Tu sarcasmo es doloroso.-
-Pensé que se notaba que música me gusta.-
-Claro que si, pero no todo te tiene que gustar.-
-Bien. Realmente casi todo me gusta.-
Pasamos todo el camino hablando sobre música. Me cuenta algunas de las experiencias que tuvo conociendo a varios músicos importantes, y quizás es la mejor plática que he tenido en años.
Cuando llegamos a Nueva York, es un mundo nuevo para mí. Nunca me ha gustado eso de peinarse sin un solo pelo de fuera, usar tacones y maquillarse. No me gusta nada. Tampoco me agradan mucho los centros comerciales y tiendas, así que Nueva York no es mi lugar favorito, pero no me molesta. Pedimos uno de esos famosos taxis amarillos, y vamos apretados, pero cabemos. El camino de nuevo es largo, quizás de una hora o un poco más. Y llegamos a una zona que ni si quiera parece Nueva York. Casi no hay nada, más que algunos edificios y tiendas pequeñas. Nos estacionamos frente a uno de los edificios, uno que es de cinco pisos y parece que va a caerse. Entramos y nos subimos al elevador. Las luces de este a penas alumbran, y vibra demasiado. Llegamos al quinto piso. Kurt saca de su bolsillo una llave oxidada y abre la puerta. Es un lugar más amplio de lo que parece, y está amueblado y es bastante acogedor. Cuando estamos todos dentro, Kurt nos mira como pidiéndonos que mantengamos la calma.
-Si queremos estar cómodos, lo más posible claro, las cosas tendrán que ser así. María y Evan, tienen una habitación para los dos. No se quejen, porque bien que lo quieren y además es la más grande. Para nosotros tres hay una habitación del mismo tamaño y si alguien tiene objeciones siempre existe el sillón-
-¿Y todos sus instrumentos?- Preguntó curiosa.
-Revisa el tercer cuarto, es lo único que aquí no falta. Además la casa de Aberdeen sigue siendo nuestra, las cosas que no trajimos aquí se quedarán allá. No pensamos estar aquí más de un año. Esperamos que en un año podamos volver a Aberdeen.-
Asiento. Me meto a mi nuevo cuarto. Tiene dos camas, una ventana con vista a un terreno abandonado, un escritorio y un armario doble. Dejo mi maleta sobre la que escojo qué será mi cama. Me asomo por la ventana, pero no hay nada más que árboles muertos y uno que otro perro abandonado. La puerta se abre, y por el reflejo de la ventana veo que es Evan. Deja su pequeña mochila en la otra cama, y me ve de reojo. Y cuando vuelve a abrir la puerta, pero para salir, decido hablar.
-¿Por qué de pronto eres tan frío conmigo?- Digo nerviosa. Se para en seco. Vuelve a entrar al cuarto y cierra la puerta. Me mira frío, distante y suplicante a la vez.
-¿Por qué? Porque no quiero enamorarme de ti. ¿Me has visto? ¿Me estás viendo? No tengo oportunidad contigo. Sólo mírame. ¡Mírame mírame mírame!- Sus ojos se ponen vidriosos y sale del cuarto asotando la puerta.
Me quedo boquiabierta, y no sé qué hacer al respecto. Nunca me había puesto a pensarlo, pero desde el primer momento en el que vi a Evan, supe que había algo más y algo especial. Desde que los chicos me advirtieron que él solo quiere ser amado. Debería ir con el, abrazarlo y decirle que quiero estar a su lado. Pero es más grande mi ira e impotencia. Salgo del cuarto, salgo de la casa, salgo del edificio y estoy en la calle. Ya es de noche, obviamente. No sé qué hora es, pero calculo algo así como las tres de la madrugada. Me cubro un poco más con el suéter de Kurt, y camino un poco. Hasta que escucho unas risas, y como me encanta ser curiosa, me acerco. Son un grupo de chicos sentados en al acera. Todos parecen muy contentos, y cuando se percatan de mi presencia, se detienen en seco.
-Denme lo que tengan.- Digo seria.
-¿Qué? ¿Eres policía?- Dice uno burlándose.
Saco de mi bolsillo un billete de 20 dólares y se lo aviento sin decir nada más. Ellos comentan algo en un susurro, y una ola de frío recorre mi cuerpo. Nunca creí al extremo de hacer esto. Uno de los chicos se levanta. Tiene un poco de barba y una camiseta de Slipknot. Voltea hacia todos lados, y después me da una bolsita. La guardo en uno de los grandes bolsillos del suéter de Kurt y nos miramos sin expresión.
-Ven a sentarte un rato.- Me grita una chica desde atrás.
Teniendo en cuenta que no tengo nada que hacer, sigo su instrucción. Me siento al lado de ellos y los miro a todos. Está el chico de la camiseta de Slipknot. La chica que me grito, que trae un chongo y su cabello es morado. También hay una chica que tiene la mitad de la cabeza rapada y trae kilos de maquillaje. Por último hay un chico con una camiseta de David Bowie. Un escalofrío recorre mi cuerpo.
-¿De dónde eres?- Pregunta la chica rapada.
-Yo... Vengo de Aberdeen.- Digo tímida.
-Bueno, por ahí puedo entender que consumas estas cosas a tu corta edad.-
-No me lo comentes, por favor.- Digo cerrando los ojos.
Me cuentan un poco sobre ellos, y yo casi no digo nada. Estoy contándoles sobre una película que vi hace unos meses, cuando alguien de pronto toma mi brazo y me jala. Por un momento siento terror extremo, pero cuando descubro que es Kurt, me relajo completamente.
-Ow, vienen por la niña pequeña. Eres una buena chica, ven más seguido.- Me grita el chico de la camiseta de Slipknot.
Kurt tiene mi brazo en su mano, y lo aprieta con fuerza. Me lleva así hasta el elevador, y después hasta la sala, donde prende la luz y me obliga a sentarme. Está claramente muy enojado y su mirada parece que me lanza fuego. Me intimida.
-¿Qué carajos hacías ahí?- Dice levantando la voz.
-Quería hacer amigos.-
-¿Amigos? ¿Esa es tu excusa?-
-Kurt...- Me interrumpe.
-Vacíate los bolsillos.- Dice serio y rotundo.
-¿Qué?-
-Vacíalos en este momento.-
Me levanto del sillón y saco los bolsillos de mi pantalón, que están vacíos. Suspira y se acerca a mi. Mete su mano en el bolsillo izquierdo del suéter, y después en el derecho. Saca la bolsita de cocaína de mi bolsillo y se pone rojo. Una vena salta un poco de su cuello, y por un momento pienso que me va a ahorcar.
-¿¡De verdad María?!- Su voz es fuerte y rotunda. Se acerca a la ventana, la abre, saca la bolsita, la abre y deja caer todo el polvo sobre la calle.
-Me decepcionaste.-
-Lo siento Kurt...-
-¡No no lo sientas! No lo vuelvas a hacer, nunca más. ¿Oíste? Te juro que vuelvo a ver qué estás haciendo estas cosas y le diré a tu familia que estás aquí. ¿Sabes lo difícil que es dejarlo? ¿Sabes lo difícil que es salir de ese agujero? ¡NO LO HAGAS!- Se pone las manos en la cabeza y se jala un poco el cabello. Suspira y se sienta a mi lado en el sillón.
-Escúchame. No tengo porqué, pero quiero hacerlo. Tengo el papel de cuidarte, guiarte y llevarte por un buen camino, ¿oíste? Ya suficiente con que te apartáramos totalmente de tu familia, y no puedes estar sin ninguna figura que te de ejemplos. Quizás no soy el mejor ejemplo para las drogas, pero han pasado veintiún años y se lo que te digo.- Está más calmado.
-Ellos ni si quiera son mi familia Kurt...- Me entran ganas de llorar, pero aguanto.
-¿Qué?-
-Mis padres de verdad lo vi hace un año por última vez. Me mandaron a otra familia, así simplemente.-
-No entiendo.-
-Hace un año decidieron que ya no me querían, porque era muy diferente a lo que ellos querían como hija. Y me desecharon como basura. Hicieron varios trámites legales, me cambiaron el apellido, me cambiaron de país, y me mandaron a vivir con la familia que tú conoces. Yo los quería mucho.- Me seco las lagrimas con la manga de su suéter. Me mira boquiabierto, pero sé que entiende la situación.
-Lo siento mucho.-
-Está bien.-
-No, no está bien. ¿Los volverás a ver?-
-Hicieron una orden para que yo no pueda ir a propósito con ellos.-
-¿Por eso consumes estas cosas?- Dice comprensivo.
-No me hagas darte explicaciones al respecto.-
-Buscaremos otra solución, ¿sí? Pero prométeme que no lo volverás a hacer.-
-No puedo y no quiero prometértelo.-
-María... Prométemelo.- Sus ojos brillan.
-Kurt no me lo hagas así.-
-Prométemelo.-
-¿Puedes sólo abrazarme?- Digo tímida. Me mira serio. Pero lo hace. Se acerca a mi y me toma por la espalda. Sin pensarlo ni un segundo, rodeo su cuello con fuerza y apoyo mi cabeza en su pecho. Da pequeñas palmadas en mi espalda, y llegó el momento. Es el mejor abrazo del mundo. El más protector, el más cuidadoso, el más mágico, el de más importancia. Me entran unas ganas inmensas de llorar, y aún que creo que el abrazo ya podría durar mucho y ser incómodo para el, no me suelta. Y se lo agradezco, porque yo quisiera quedarme así con él para siempre. Pasan quizás dos o tres minutos, hasta que nos soltamos. Me mira directamente al alma, y con uno de sus dedos seca una lagrima que corre por mi mejilla.
-No rompas nuestra promesa. Ve a dormir.- Dice tranquilo. Me dedica una sonrisa comprensiva y después yo me voy directamente a mi cuarto. Evan está dormido en la cama que yo había tomado, y nuestras maletas están en la otra. Dudo un poco que hacer, pero opto por irme a la otra cama. Cuando estoy quitando las maletas, escucho su voz.
-Quise decir que vengas a dormir conmigo.- Dice con una voz de recién despertado. Me mira con los ojos casi cerrados, pero sonríe. No pongo objeciones, no digo nada y no pienso nada. Sólo voy y me acuesto en la misma cama que el. Me quedo del otro lado, aunque sin darle la espalda. Nos miramos acostados unos segundos, y después estira su brazo para jugar con mi cabello.
-Estoy enamorado.- Dice penetrándome con la mirada.
-Estoy enamorada.- Los dos reímos suavemente, y después me acerco a él. Mi cabeza está en su pecho, nuestras piernas entrelazadas y con una de sus manos acaricia mi cabeza. Quizás este ha sido el día más fuerte y lleno de emociones en toda mi vida... Pero sin duda, uno de los mejores.

Kurt Cobain está vivo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora