El suave sonido de las olas chocar unas contra otras calmaba un poco mi cuerpo, y lo hacía estremecer ante la dulce brisa que pasaba por mi rostro. Extrañaría Los Ángeles y sus hermosas playas. Extrañaría la fresca brisa que corría por la playa cuando iba a visitarla.
Extrañaría a Natthan.
Pero… no había modo de remediar todo. Mi madre había decidido que era lo mejor para todos, y estaría en contacto con el siempre. Sabía que las relaciones a larga distancia no funcionaban, pero no quería terminar todo con él. Di un último vistazo al horizonte, y seque la pequeña lágrima que había corrido por mi mejilla.
-¿Estás bien?- escuche a mi hermano hablarme a mis espaldas. – Es hora de irnos Lyla. – Escuche su voz a un lado de mi y su aliento choco contra mi oído.
-Lou, no quiero irme. – le dije sin moverme tan solo un poco. Solamente gire un poco mi cabeza y lo mire con mis ojos cristalizados por las lágrimas.
-Veras como se te pasara – me dijo Louis mientras masajeaba mis hombros, y por ultimo me daba un cálido abrazo. – Vamos. – Me tomo por ambos brazos y prácticamente me arrastro hacia el taxi que ya esperaba por nosotros. Nos subimos en la parte trasera y en el transcurso de camino al aeropuerto, se había plantado un silencio sepulcral. Me recargue sobre el hombro de Louis y cerré mis ojos, queriéndome hacer creer que todo era una pesadilla. Pero no. Era la cruda verdad.
-Lyla, llegamos. – me dijo mientras me movía varias veces. Abrí los ojos y sin decir nada baje del vehículo. Entre al aeropuerto y me encontré con mi madre. Le dirigí una mirada un poco fría y me senté lo más alejada posible.
Después de 15 minutos escuchamos como anunciaban nuestro vuelo. Sin ganas camine hacia las escaleras del avión.
“Te extrañare. Mucho”
Mande mensaje a Natthan y guarde mi teléfono celular, mientras lo apagaba. Sería un viaje demasiado largo.
Había sido aburrido estar mirando por la ventanilla del avión la mayoría del viaje. Mis piernas se encontraban un poco entumida y ya mis parpados me pesaban, pues no dormí en todo el camino. Cerré por un momento mis ojos, cuando sentí el tibio aliento de alguien sobre mi mejilla.
-Enana, ya estamos por llegar – me aviso Louis con voz suave. Solo refunfuñe y abrí mis ojos esperando a que el avión aterrizara. No había podido siquiera conciliar un poco el sueño. Me acomode bien sobre el asiento y mire a un lado mío. Se encontraba Louis, mirándome sonriente. Solamente role los ojos y pegue mi mirada a la ventana. Odiaba todo esto. Seria… una nueva vida. Nuevos amigos; nueva casa, nueva ciudad. Comenzar desde cero. Y sería muy difícil, siendo que no era tan sociable.
-Vamos Lyla, camina. – me gritaba Louis ya en la puerta del aeropuerto. Se veía emocionado, y a causa de eso, brincaba demasiado. No podía dejar de ser inmaduro a pesar de tener casi 21 años. Pero así amaba a mi hermano. Camine hacia él y me posicione a su lado. –Ahora, esperemos a mamá.
-¿No podemos irnos, mejor?- articule mirándole con el entrecejo fruncido. Solamente me dio una mirada de reproche y pasó su brazo por mi cintura, para después apretujarme contra él. – Detesto esto. – murmure. Había dejado todo él LA. Mi novio, mis amigas, mi poca vida social que había estado formando desde que había entrado a secundaria. Todo se había ido a la basura de un día para otro.
Después de varios minutos vimos como venia mi madre con sus maletas y una sonrisa en su cara. Louis y ella se encontraban felices por este cambio en nuestras vidas, pero yo no. Mi existencia desde este día se había vuelto amarga.
El viaje hasta la nueva casa no fue muy largo. Pero realmente no había puesto atención en todo el camino a las palabrerías de mi madre. Solo logre percibir la alegría que transmitía a través de su enorme sonrisa. Llegamos a una gran casa color beige con ventanas de un color más oscuro y puerta blanca. Era muy bonita y tenía un gran jardín enfrente.
-Llegamos a casa- dijo mi madre mientras se giraba a vernos con una enorme sonrisa. Le dirigí una mirada rápida, y sin más, me baje del vehículo, dejando a Louis y a mi madre ahí dentro. Tardaría en acostumbrarme… pero tenía que hacerlo. No podía escapar a Los Ángeles, dado que… queda casi al otro extremo del mundo. Solté un fuerte suspiro, y mire resignada aquella bella casa. – Entremos – artículo mi madre de pronto mientras caminaba apresurada hacia la puerta blanca. Louis únicamente me miro con una pequeña sonrisa y tomo mi mano, caminando juntos a lo que es nuestro nuevo hogar.
El día por fin había acabado. Pero hoy… solo fue el principio de mi nueva vida.