Capítulo 35 - Tercera Parte.

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Narra Harry.

Nuevamente observé las fotos. Era increíble, simplemente no podía creer lo que estaba viendo. Esa era Jessica, mi Jessica, la que había dicho amarme tanto... era ella, sobre las piernas de ese bastardo de Christopher. Una foto, dos, tres, cinco, diez... A cada minuto aparecían más pruebas que terminaban con las pocas esperanzas que tenía de que todo fuera falso. Esas imágenes valían más que cualquier otra prueba, las estaba viendo yo mismo.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. Alejé el celular de mi vista y con toda la fuerza lo arrojé contra la pared a unos metros frente a mí. Hecho pedazos, cayó al suelo.

Cubrí mi rostro con las manos, refregándolo frustrado. ¿Qué había hecho, tan malo, como para merecer tanto dolor? Sentía que me arrancaban el corazón de a pedazos, lenta y cruelmente, sin anestecia alguna. Nada podía aliviarme, solo quería morir. Todo se había ido para mí, ya no tenía nada.

Me lancé sobre la cama, exahusto. No tenía fuerzas ni ánimo para nada más. Mientras estaba allí, recostado en medio de la oscuridad, intenté desconectarme de todo mi maldito alrededor por un momento, pero me era imposible. Todo, cualquier cosa, me recordaba a ella. Millones de recuerdos volvían a mi mente, podía sentirlos tan reales como la vez que los viví...

Flashback.

Esa noche, esa inolvidable noche del 14 de Febrero... finalmente había logrado decirle eso que guardaba para mí desde hacía tantos meses.

Sin más oxígeno en los pulmones nos separamos. Delicadamente corrió el cabello de mi rostro, yo simplemente no podía dejar de sonreír. La sentí estremecerse entre mis brazos.

-Estás helada.- dije en voz baja deslizando las manos por sus brazos fríos y mojados.

-Estoy bien.- sonrió dulcemente con los ojos cerrados. -¿Quieres volver a la fiesta?- preguntó aún sin aliento.

-Será vergonzoso volver luego de nuestra dramática salida, ¿no crees?- sonreí irónico.

-Lo siento...- susurró. Comenzó a hablar rápidamente, intentando excusarse por lo que había dicho. Sonreí sin prestarle atención a lo que decía. Volví a besarla.

-Ninguno de los dos quiere entrar... ¿qué hacemos aquí entonces?- dije riendo. -Busquemos algo más.

-¿Qué se te ocurre?

-Podríamos volver al hotel y hacer que esta noche sea perfecta e inolvidable...- sonreí. Dejó un corto beso, que se ahogó entre risas.

Llegamos al hotel luego de unos minutos de correr bajo la lluvia. Nos dirigimos automáticamente a mi habitación. Estaba todo oscuro allí adentro, pero ella nos guió sin ningún problema hasta el dormitorio, donde el fuego de la chimenea iluminaba levemente la habitación y mantenía el ambiente cálido. Me abrazó nuevamente para seguir besándonos. Desabrochó mi camisa y acarició mi abdomen y pecho, mientras me empujaba suavemente hasta que caí de espaldas a la cama riendo. Ella, sonriendo también, se posó sobre mí lentamente y siguió besándome con intensidad. Deslicé mis manos por su espalda hasta encontrar el cierre de su vestido. Ella fue más rápida que yo, y nos separó solo para quitárselo y arrojarlo al suelo en dos segundos. Acaricié su torso con el dorso de la mano, siguiendo la línea de su cintura; su piel aún estaba húmeda y fría. Se recostó en la cama de espaldas y tomando mi mano me atrajo sobre su cuerpo.

Ese era el comienzo de la mejor noche de mi vida.

Fin flashback.

Aún podía sentir sus finos y fríos dedos deslizarse sobre mi piel desnuda. ¿Qué había pasado? ¿Cuándo, por qué había terminado todo así? No lograba entender nada de lo que pasaba, solo tenía claro que ya no podía estar más con ella. Ella, quien me había hecho tan feliz, quien me hizo sentirme completo, esa chica tan especial, tan distinta al resto... la que menos creí que podría llegar a hacerme daño. Dejé mi corazón en sus manos, mi vida entera dependía de ella. Tal vez fue una responsabilidad demasiado grande el darle a cuidar mi aporreado corazón, ella no era culpable de los errores que había cometido antes. Es que desde el principio sentí que era la indicada para mí, que juntos mi vida sería la más feliz y placentera del mundo. Y... durante muchos meses, así fue.

Cerré los ojos, intentando impedir que esas lágrimas que me hacían sentir tan estúpido brotaran finalmente. Sentía un nudo en la garganta que me impedía respirar. Me sentía fatal; mi pasado era terrible, mi presente desastroso, mi futuro por completo incierto. No sabía qué rumbo debía seguir mi vida, porque ya no tenía ni una sola razón para seguir estando vivo.

Never Let You GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora