Capítulo 15.

1.1K 30 0
                                    

Era sábado por la noche; día de la cena tan esperada.  

Sinceramente no estaba emocionada por ir, pero ya estaba comprometida; era tarde para cancelar. 

Al estar lista tomé la dirección que me había dado Harry y salí rumbo a su casa. Estaba bastante lejos de mi departamento, en una zona muy exclusiva de Londres, cerrada y muy bien custodiada. Sería imposible entrar allí sin "contactos".  

Conduje lentamente por la calle Berry Ville, hasta llegar al 1736, donde se encontraba la gigantesca y extravangante casa de Harry Styles. La observé unos segundos antes de acercarme a la puerta, parecía un castillo, aunque con un aire muy vanguardista y moderno. Muy de su estilo, aunque demasiado grande como para vivir allí solo. Mi poca emoción aumentaba de a poco, no por él en realidad, sólo por entrar.  

Dejé mi auto en la acera y caminé hasta el pórtico. Toqué el timbre y esperé unos momentos hasta que salió él.

-Hola, Jess.- dijo sonriente. -Adelante, pasa.- se movió un poco para dejarme entrar.

-Tienes una linda casa, Styles.- reí observándola. Por dentro era igual de genial que por fuera. Perfectamente decorada, aunque nada cargada de cosas innecesarias. -No sabía que tenías tanto estilo...

-¿Estilo? ¡Soy Harry Styles!- rió. Yo sólo lo observé, intentando no reír de lo malo de su chiste. -Olvídalo, no tienes sentido del humor.- dijo con un ademán.

-El que no tiene sentido del humor eres tú, cariño.- ambos reímos.

-Okay, ya vamos... tenemos que cocinar.- dijo dirigiéndonos a la cocina.

Mientras cocinábamos, él hizo de maestro y yo de ayudante, ya que la cocina nunca ha sido lo mío. En cambio él sabía perfectamente lo que debía hacer, era muy ágil y se veía realmente sexy cocinando. 

No lograba entender cómo un chico como él, con tantas cualidades, con su personalidad, con su belleza interna y externa, con su talento y con todo lo bueno que tenía, podía ser tan hiriente para algunas cosas. Tal vez lo hacía inconscientemente, pero me hería... Era su único defecto, si es que puede llamársele así. En todo lo demás era perfecto, lo sabía y se aprovechaba de eso. ¿Cómo había llegado a enamorarme tanto de él? Estaba totalmente perdida, lo amaba... En sólo dos meses le había dado vuelta a mi mundo. Sus profundos ojos observándome atentamente mientras le hablaba, su sonrisa tan perfecta, la manera en la que movía su cabello, su voz ronca y armoniosa... amaba todo de él. Habría dado cualquier cosa por que él hubiera sentido lo mismo que yo, habría sido lo único que necesitaba para ser completamente feliz. No me importaba nada, sólo Harry habría hecho la diferencia en mí vida. Pero no era así, y no lo sería aún... 

Él había preparado un menú mexicano, tacos, más precisamente, ya que ambos los adorábamos. Nos sentamos en la mesa de la cocina para cenar nuestros tacos recién hechos. Estaban muy buenos, en serio.

-¿Y? Soy un gran chef, ¿no?- dijo sonriendo ya al final de la cena.

-Creo que subestiman demasiado tus habilidades culinarias, pero sí... están bien.- respondí seria. Él me miró atónito, lo que me hizo reír. -Es broma, Harry. Eres un gran cocinero... y tienes muy buen gusto.

-Lo sé.- dijo arrogante. -Creo que tenemos gustos parecidos.

-No, eso no es cierto. Salvo por un par de insignificantes cosas, somos totalmente diferentes... Pero no eres tan malo, después de todo.- bromeé, lo que hizo que riera. -¿Ves? Yo soy buena haciendo chistes, a diferencia de ti.- le guiñé.

-Creo que eso no era un chiste... Más bien tu sarcasmo y cruel ironía son los que te hacen graciosa; si no fuera por eso, estaríamos iguales.- me guiñó también, haciendo que por alguna razón me sonrojara. Él rió desviando la mirada. -Eres adorable, ¿sabes?

-Hey, eso no es algo que le diría un amigo a su amiga.- dije entrecerrando los ojos.

Él rió otra vez acercándose a mí sobre la mesa que nos separaba.

-¿Por qué no? Si un chico tiene una amiga adorable, debe decírselo, ¿no crees?

-No, porque tal vez la amiga de ese chico se sonroja con mucha facilidad, por cualquier cosa...- sonreí. Él me observaba en silencio, sin sonreír pero con los ojos arqueados dulcemente. -O tal vez ella se ilusione demasiado y muy rápido con lo que su amigo le dice.- agregué totalmente seria. Su expresión cambió rotundamente, tornándose seria por completo. Luego se bajó de su banco y se acercó lentamente a mí, posando una de sus manos en mi mejilla y acercándome más a su rostro.

-Ese chico lo siente mucho...

-Y esa amiga lo perdona, pero... ya es algo tarde.- murmuré. -Creo que esa chica está enamorada de su amigo... aunque él no quiera nada con ella.- respondí abrazando su cuello. No sé de dónde salieron esas palabras, ni siquiera las pensé antes de decirlas. Acababa de confesarle a Harry que estaba enamorada de él.

Seguía mirándome sorprendido. ¡Hasta yo estaba sorprendida! Pero no me importó demasiado... hasta ese momento.  

Abrazó mi cintura dulcemente y se acercó a mí hasta quedar a pocos centímentros. No me atrevía a decir nada, y creo que él tampoco. En ese momento sólo éramos nosotros dos, nada más importaba; sólo los dos. Acarició mi mejilla con dulzura una vez más, sin quitar sus ojos de los míos. Yo no pude más que cerrarlos lentamente, intentando, tal vez, que ese momento durara un segundo más. Casi sin darme cuenta, sus labios estaban sobre los míos, besándome dulcemente. Así es; luego del discurcito que me había dado hacía unos días, ahora nuevamente me besaba. Digamos que yo me lo había buscado, sabía que si iba a su casa esa noche, algo así terminaría pasando, y fui de todos modos. Fue un acto consciente. 

El beso se prolongó por largos segundos más, siguió perfecto y tierno, pero al mismo tiempo muy apasionado; tanto, que al cabo de unos minutos apenas podíamos respirar. Nos separamos un momento, ambos sonriendo. Puso su nariz pegada a la mía, sin dejar esa sonrisa que tanta paz me daba. Al recobrar el aliento volvió a besarme, esta vez mucho más intensamente. No podía negarle un beso a Harry, simplemente no podía. Sólo me dejé llevar por el momento, y procuré disfrutar de sus dulces labios. Él, sosteniéndome de la cintura me elevó en el aire, para llevarnos al sofá más grande a pocos metros, dispuesto a seguir.  

No quería separarme de él, el momento era perfecto, hacía mucho que esperaba una oportunidad así. Ambos, juntos, solos.  

Ese tierno beso, se transformaba con cada segundo en uno más intenso, dejando de ser tan tierno ya. No sé en qué momento desabotonó mi camisa, pero no me opuse. La quitó lentamente, luego deslizó sus manos por mi cintura y espalda. Era muy placentero sentir sus manos sobre mi piel desnuda. El calor de mi cuerpo aumentaba y nuestras respiraciones se oían cada vez más agitadas. Besó mi cuello y mi hombro delicadamente, haciendo que esa sensación de exaltación aumentara con cada minuto junto a él. En una centésima de segundo su camiseta también había desaparecido, y sus labios se encontraban nuevamente en mi cuello, dibujando una línea de besos y delicadas mordidas. 

En ese preciso momento, estaba completamente dispuesta a entregarme a Harry, a entregarle todo. Ya estaba allí, ya no había vuelta atrás...

Never Let You GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora