Capítulo 32.

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Narra Harry.

Días después de haber vuelto a Londres, debíamos asistir a una de nuestras tan detestadas fiestas promocionales, en las que obviamente debían vernos con nuestras mejores sonrisas una vez más. Era mi trabajo, no podía quejarme.

Este lugar era un poco más lindo que otros lugares donde hacían esas fiestas: estaba saliendo de la ciudad. Tenía grandes y muy bien cuidados jardines junto a una laguna. Era bueno estar en un lugar diferente para variar. Dentro del salón el clima era igual al de las fiestas así, ya saben... personas aburridas con falsas sonrisas hablando con otras personas aburridas que fingían escuchar lo que los otros decían. Eso era una de las peores cosas de la farándula y los famosos; la hipocresía siempre estaba presente, se notaba a simple vista en muchas personas.

Luego de unos minutos estando ahí, cada uno pudo encontrar un panorama medianamente entretenido, por lo que Jess y yo decidimos ir afuera; nadie nos necesitaba allí. Caminamos a través del jardín trasero, que estaba lleno de fuentes e iluminado por faroles. La noche estaba cálida y despejada. Todo formaba un entorno muy romántico, era muy agradable estar allí con Jess. Conversamos mucho mientras caminábamos tomados de las manos. Algo en "nosotros" había cambiado. Cuando comenzamos a salir creí que de ninguna manera podría enamorarme más de ella, que ya no podía amarla más, pero ahora lo era todo para mí. Se había convertido en mi todo, y me encantaba eso. Era mucho más que simplemente amor, ya un "te amo" no abarcaba todo lo que sentía ni todo lo que significaba para mí. No tengo idea de cómo pasó, solo sé que estaba totalmente obsesionado con ella, del buen modo... creo.

Caminamos hasta llegar a un pequeño muelle, más bien una terraza. Allí nos detuvimos por alguna razón. Ella seguía hablándome alegremente, pero yo no podía dejar de observarla, de pensar. Sentirla cerca era la mejor sensación del mundo, me daba seguridad y me hacía sentirme completamente feliz, sin importar nada.

Ella dejó de hablar.

-¿Siquiera estás escuchándome?- rió. Yo sonreí. En realidad no tenía idea de qué hablaba. Acaricié su mejilla.

Tenía que demostrarle lo mucho que la amaba, era algo que necesitaba hacer todo el tiempo por alguna razón que la poca conciencia que aun me quedaba desconocía. Nadie me había hecho sentir de esa manera antes. Estuve enamorado antes, pero nunca amé a nadie de ese modo al punto de estar dispuesto a dejar todo por ella. Solo ella, solo Jessica lo logró.

Sin darle mucho tiempo para reaccionar, abracé su cintura y la besé. Ella no tardó en seguirme, enredando sus brazos alrededor de mi cuello. Esa sensación de paz que sentía al contacto con sus delicados labios era inigualable. Eran tan tiernos, pomposos y dulces, nunca pude evitar morderlos en medio del beso. Esta vez no fue la excepción.

-Harry...- murmuró riendo sin separarnos completamente.

-Tus labios son exquisitos.- respondí de la misma manera antes de volver a besarla.

El entorno me hacía pensar que estábamos solos, sólo nosotros dos en todo el mundo, que nada más existía. Nuestros labios encajaban a la perfección, como si hubieran sido hechos el uno para el otro, y para nadie más. No quería que ese beso terminara, nunca, pero la falta de aire nos obligó a detenernos y separarnos.

-Será mejor que entremos.- sonrió ella deslizando sus manos desde mi cuello hasta mi pecho.

-Uno más.- murmuré.

Ella rió suavemente acercándose a mí para depositar un dulce beso en mis labios.

-¿Contento?- rió.

-Ajam... Ya podemos entrar.- sonreí pasando mi brazo sobre sus hombros para caminar hacia adentro.

Estuvimos conversando durante mucho tiempo más en nuestra mesa, hasta que algo interrumpió nuestra tranquilidad: Christopher. Caminó hasta nosotros con su perfecta y falsa sonrisa. Hacía varias semanas que no lo veía, pero esa suerte acabó justo ese día.

Never Let You GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora