Capítulo 35

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Los chicos llegaron casi una hora después, y a pesar de que se habían demorado mucho, fue mejor que hubiéramos tenido ese tiempo a solas con Tom para hablar. Me preguntó muchas cosas con respecto al tema, y abiertamente le dije todo lo que quería saber, ya no importaba que se enterara de más detalles, al final ya sabía lo más importante.

No esperé que ese momento llegara tan rápido, mucho menos en aquel lugar, pero fue algo mucho menos traumatizante de lo que imaginé. No fue una experiencia tan horrible y al final era bueno que Tom supiera esa parte tan dolorosa de mi vida; un dato menos con el que tenía que cargar y esconder.

Obviamente Bill no quedó exento del tema, y casi una de las primeras preguntas fue si quería o si le iba a contar a Bill, pero la respuesta fue difícil. No porque no confiara en él, pero para mí era mucho mejor que menos gente lo supiera, aunque hablando de Bill quizá si podía hacer la excepción, pero por el momento no lo haría. No le contaría pasado un tiempo, pero lo haría, cuando el momento se diera.

Para cuando los chicos volvieron, intenté que en mi rostro no hubiera rastro de que había llorado, no quería que nadie preguntara qué había pasado y que con eso el tema de nuevo saliera al baile. Además no quería arruinar el viaje que se suponía era para pasarlo bien y salirnos por un momento de todo el ritmo acelerado y lleno de cosas del trabajo.

De a poco nos fuimos encarrilando en lo que haríamos, y entre historias y risas comenzamos a preparar un asado y junto con ello un par de cervezas. Parecía que nadie se había dado cuenta que había estado llorando, y mucho menos de la conversación que se generó con Tom. Quizás Karlie se dio cuenta, porque me miraba detenidamente por largo rato, pero jamás me preguntó algo.

Pronto diversos temas nos centraron y nos fuimos por eso, mientras esperábamos que la comida estuviera lista. Había sido un día largo, hicimos bastantes cosas y ya el hambre a esa hora era voraz. Sólo queríamos que un trozo de comida tocara nuestras lenguas para poder saciarnos.

Las horas se nos hicieron muy cortas, y sin darnos cuenta ya eran las tres de la madrugada, y nuestros cuerpos nos pedían ir a descansar para reponernos y empezar un nuevo día.

No mucho tiempo después la casa se inundó de un silencio reconfortable, coreado sólo por las olas del mar que chocaban suaves en la orilla y en las rocas que lo decoraban, era tan nítido el sonido que parecía que estuviéramos sólo a centímetros del agua.

-¿Estás bien enana? –asentí ante la pregunta de Tom y volví a cerrar los ojos, apoyada en su pecho –Sabes que voy a estar contigo pase lo que pase, no importa para lo que sea.

-Lo sé –susurré aún con los ojos cerrados intentando invadirme de su paz –Es impresionante como ha pasado el tiempo, hace algunos meses ni siquiera quería saber de ustedes y mira cómo estamos ahora, como si nada hubiera pasado.

-Las cosas siempre pasan por algo –musitó –Si teníamos que volver a estar así es por algo... quizás tenemos muchas cosas que enseñarnos el uno al otro. Tú me has enseñado lo que es ser fuerte.

-Todo el mundo pasa por cosas malas, no sólo yo...

-Pero no todos son capaces de levantarse como lo haces tú –acarició mi cabeza y luego hundió sus dedos en mi cabello –Es impresionante mirarte y ver como si nada te hubiera pasado. Jamás imaginé todas las cosas que has pasado, porque siempre tienes una sonrisa iluminando tu cara, a pesar de que hubo un tiempo que esa mirada me daba miedo, el resto del tiempo siempre has sido una persona alegre, quizás a tu manera, una manera que no todos entienden.

-Puede ser –esbocé una pequeña sonrisa –Quizás fue necesario pasar por todas esas cosas, quizás necesitaba ese empujón para darme cuenta que la vida es una sola y que hay que disfrutarla como se debe.

Thousand OceansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora