Capítulo 63

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Al despertar la mañana siguiente, sentía el cuerpo molido, como si un camión me hubiese pasado por encima mil veces. Mi ánimo estaba por el suelo, y además de haber pasado una noche de mierda, me dolía el estómago de una manera tan particular, que aumentaba lo abrumada que me sentía.

Ingerí dos mordiscos de pan y con fuerza me metí una taza de café, esperando que ello me diera un poco más de energía, pero en realidad, no la sentía. Estaba abrazada por una capa gruesa de tristeza, y difícilmente se disolvería.

Miré mi rostro en el espejo frente a mí. Mi piel pálida envolvía dos oscuros ojos apagados y grises. Me veía realmente mal, y así me sentía, así de mal. Sólo quería volver a la cama y quedarme acostada sin hacer nada más que eso, estar acostada. Pero no podía, iría a trabajar aunque me costara la vida hacerlo.

Llegué al estudio unos minutos antes de las nueve, y luego de saludar a quienes a esas horas ya estaban en él, me encerré en mi oficina para comenzar a hacer mi trabajo, que por cierto, era bastante aún.

Me serví otra taza de café, busqué un cenicero en donde siempre solía haber y cerré la puerta con llave luego de tener todo lo necesario. No quería ver a nadie, no quería estar con nadie, sólo quería concentrarme en algo y no salir de eso.

La primera vez que vi la hora, me llevé una sorpresa al darme cuenta que había pasado casi una hora desde que me había encerrado, y yo lo había sentido como diez minutos. No había avanzado mucho en realidad, pero no podía hacer más. Mi mente rápidamente me sacaba de lo que hacía en mi computador y me llevaba a pensamientos constantes y persistentes respecto de Tom, Ria, y de todo lo que tenía que ver con ellos.

Me sentía completamente inútil. Ese día de verdad no valía nada. Hasta mi aspecto físico lo demostraba con las ojeras enormes bajo mis ojos y mi piel como un cadáver pálido y gris.

Llevaba varios minutos con la mirada perdida en la pantalla blanca decorada por líneas negras que para mis ojos no tenían ningún sentido. No podía dejar de pensar en las palabras de Tom, simplemente se me estaba haciendo imposible. Cada vez que intentaba volver a centrarme en el trabajo, terminaba pensando en ellos.

Salté en mi lugar tras un golpeteo en la puerta. Me giré en la silla sin pensarlo y caminé hasta la puerta para abrirla. Tenía que despejar mi mente de alguna manera, y aunque no quería ver a nadie, ya no podía seguir sola.

-Pensé que no estabas –una sonrisa diminuta se asomó en mi cara luego de que mi hermana acercara su mejilla a la mía y terminara por pasar a mi lado.

Cerré la puerta y tras un respiro profundo y silencioso, me di la vuelta para juntarme con Karlie, que ya estaba sentada frente a donde lo hacía yo.

-¿Cómo estás? –me preguntó.

-Bien... avanzando con las cosas pendientes –sonreí levemente y llevé a mi boca la taza con el último resto de líquido en ella.

-Tienes los ojos demasiado rojos... ¿qué fumaste? –se puso a reír enseguida, a cambio yo me llevé las manos a la zona baja de mis cuencas y tomé seguido el celular para mirarme en él.

-Debe ser por estar tanto rato mirando la pantalla.

-Sí claro –roló los ojos y se echó hacia atrás para quedar apoyada en el respaldo de la silla –Estuviste llorando, eso es claro –sólo la miré -¿Qué pasó?

-No estuve llorando –le comenté. Aproveché cuando miró hacia otro lado para girarme y volver a mirar el computador.

-Samantha –alargó mi nombre en tono molesto.

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⏰ Última actualización: Sep 12, 2016 ⏰

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