Capítulo 56

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El anillo que Bill le había regalado a Karlie era de lo más estilo de Bill y Karlie, y es que sólo ellos podían conocerse tan bien, tener gustos tan parecidos y parecer dos piezas de un puzzle que encajaban perfectamente cuando estaban juntos.

En aquellos momentos en que por nuestros pasos despreocupados terminaba al lado de mi hermana, hablábamos del anillo; sentía que Bill había elegido con pinza, no sólo buscando lo más caro, sino buscando representar a Karlie y representarse en él en una joya, por lo que me hacía suponer también que cuando esa relación avanzara en la escalera del ciclo vital relacional, Bill elegiría dos anillos tan hermosos, que ya no había más motivo para existir sin el otro.

-¿Cómo estuvo tu día? Hemos hablado ya bastante de mí –dijo metiéndose la mano en el bolsillo. Nos echamos a reír un rato, mientras decíamos la primera idiotez que se nos venía a la cabeza.

-Bien... la verdad es que muy bien.

-Imagino que cuando Tom Kaulitz se comporta como un caballero, provoca miles de cosas. Yo me reiría de él en su cara, pero causa algo –me reí por lo coherente que había sido eso que sonó tan estúpido

Uno de los grandes motivos por los que Karlie y yo éramos gemelas, pero hasta del alma, era por ese tipo de cosas. Pensábamos de manera tan semejante, que a veces al escucharla, era como estar escuchando mis pensamientos.

-Exacto, causó algo, pero no precisamente por ser caballero –elevó las cejas mordiéndose el extremo de su labio derecho y me invitó a seguir –Cuando desperté, estaba a los pies de la cama con un ramo de flores rojas tan hermoso, que tuve que olerlas para saber si eran de verdad o no, eso acompañado de un desayuno que me hizo subir como tres kilos. Anduvimos por el Sena, fuimos a la Torre Eiffel, al museo Grevin sólo para sacarnos una foto con Obama... caminamos tanto, que llegamos a pie acá, no tomamos ni un puto taxi... no sé cómo lo hicimos.

-¿Sólo eso? –la esperanza en sus palabras era casi explícita. Sólo la miré.

-Cuando entramos a la habitación, sobre el respaldo de la cama, una frase en cursiva decía: "Sí Bill y Karlie son novios, entonces, ¿tú y yo qué somos?"

-Dime que le dijiste que no –me reí negando –¿Por qué Tom si hay tanto hombre más? –preguntó fingiendo llorar –Por fin se puso las pelotas ese idiota –a veces ni Karlie podía con ella mima. Era imposible llevar conversaciones con ella así, todo se resumía a idiotez tras otra. Comenzamos a reírnos tanto de las cosas que siguieron saliendo, que cuando logramos calmarnos, ya habíamos llegado al restaurante en el que comeríamos.

Nos sentamos y en poco rato ya nos traían los bebestibles. Al paso que íbamos con las comidas, terminaríamos todos con el mismo vientre que tendría mi hermana, que por cierto cada vez era más notorio.

Nos entusiasmamos rápido con un tema y no paramos de conversar de ello. La agencia que Karlie tenía en mente era lo único que podíamos escuchar en la mesa. Los chicos eran una buena fuente de ideas, y con su ayuda todo sería mucho más rápido. Bill ya tenía algunas personas que podían ayudar a Karlie con el montaje completo de la exposición, y yo ya tenía un contacto que nos podría ayudar con el lugar que usaría para su agencia, y bueno de lo artístico, se ocuparía Karlie. Tom por su parte lanzaba ideas que podrían servirle a mi hermana para las fotos, algunas de ellas bastante buenas.

Cinco días después, estábamos de vuelta en Los Ángeles, tocando suelo estadounidense cuando la noche ya había avanzado un par de horas. En ese momento me di cuenta que lo que Tom me decía era muy cierto. En el aeropuerto francés la presencia de paparazis o personas que siguieran a los chicos no fue tan alta como lo esperé, pero en Estados Unidos la cosa fue totalmente lo contrario. Fue tanto así, que tuvimos que salir mi hermana y yo por separado de los chicos para evitar que se abalanzaran sobre ella, así que perdimos como veinte minutas solas en el auto esperando a que ellos pudieran salir.

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