CAPITULO 39 "EL SOBERBIO."

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Equivocarse es fácil, aceptar el error es lo que cuesta.

Miles de errores, miles de palabras, miles de momentos felices en la basura ¿En qué momento paso esto? La pregunta surgió de forma espontánea mientras miraba que, delante suya, su empresa era ahora de una pieza más usada para un juego que él había iniciado, todavía no estaba muy seguro de cómo, y no sabía cómo acabar.

Había sido tan ciego, había estado con su mente tan lejos... Pero el dolor de la pérdida de un amor lo había cambiado tanto que para cuando llego el momento de rehacer su vida ya no podía volver a ser aquel ser que creía firmemente en que el amor era la solución a todos los problemas

Un soberbio, caprichoso, egoísta... Había miles de palabras que lo describían. Lo sabía y estaba seguro de que, soberbio era tan solo la más accesible, que caprichoso era una más y que egoísta la menos dura.

Bebió de su whiskey y sintió como él líquido le quemaba la garganta. No le gustaba beber, odiaba comportarse como estúpido pero ciertamente en este momento, cuando dos hombres que podían meterle una bala en el cráneo, estaban cuidando su puerta, no le importaba. Quería olvidar, olvidar que su hijo había huido de él cuando tuvo la primera oportunidad. Quería olvidar que había alejado a la mujer que amaba con sus palabras, con sus acciones, que la había obligado a irse, a alejarse cuando ella no era más que otro peón en el juego de Eleonora Dinkley. Apretó la copa que tenía en sus manos, lleno de odio ¿Cómo una mujer así podía ser tan mala? Él no lo hubiera creído jamás de ella, que había sido su apoyo, un apoyo constante en su vida.

-Señor Mellark- Se giró. Brutus estaba frente a él, pareciendo un ser maligno pero le había ayudado y eso le inquietaba.

-¿Por qué me ayudas Brutus?- Las palabras sonaron extrañas. Se rio. Ya estaba borracho y no podía olvidar. Un soberbio no olvida el daño que hace, todo eso lo persigue aun en su borrachera. Brutus intentó quitarle la copa pero fallo cuando Peeta la alzo sobre él y se llenó todo el cabello de whiskey.

-No, no, no, no me la quistes Brutus, este es mi salvavidas- Se rio de nuevo sus palabras sonaron extrañas esa no era su voz, esa era su borrachera.

- ¿Qué te hace pensar que yo quiero ayudarte? – Brutus le dirigió una mirada inexpresiva.

En su borrachera, a Peeta le costó un poco entender la pregunta que le había hecho su "guardaespaldas", pero el whiskey no le impidió contestar.

- Me lo hace pensar que parece como si me cuidaras. Mucho más que tu compañero, que le gustaría darme algún que otro puñetazo. Ya me lo ha dicho en alguna ocasión.

Brutus observaba a aquel hombre que lo había tenido todo y que lo había dejado escapar. Realmente llevaba tres años cuidándolo lo mejor que podía, aunque él se lo ponía difícil. Pero no lo hacía por él. Sabía que a ella todavía le importaba mucho ese hombre, así que lo cuidaba por ella.

También, de esta manera, tenía la oportunidad de seguir los pasos de Enobaria. Se había vuelto loca, totalmente. No veía la realidad, solo lo que quería ver. La verdad, mientras ella estaba "viviendo" su fantasía, él había podido ir reuniendo las pruebas que necesitaba para la pudieran detener. Todavía quedaba un poco, pero ya estaba casi.

Dos años. Ese es el tiempo que le había costado poder encontrar un punto flaco para obtener información y pruebas para su caída. Y este último año se lo había pasado recaudando esas pruebas y dejando algunas migas para que ciertas personas pudieran encontrar a Enobaria. Llevaban mucho tiempo buscándola, muchísimo.

Pero su trabajo siempre se había visto entorpecido por Mellark. Si por él fuera ya le había pegado una paliza por el daño que le hizo a Katniss. Y después de haber pasado por él, no se hubiera vuelto a levantar. Seguro.

La Maestra De Mi Hijo (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora