CAPÍTULO 52 "EL FINAL DE LA SEÑORA DESTRUCCIÓN. PRIMERA PARTE."

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Katniss se encontrada recostada boca abajo en su cama. Estaba despertando de un sueño precioso, donde sus deseos de poder estar con Peeta se hacían realidad. Se abrazaba con fuerza a la almohada, no queriendo despertar de ese maravilloso sueño. Empezó a sentir un cosquilleo por la espalda, suave, agradable. Lentamente, ese cosquilleo fue haciendo un recorrido, que pudo reconocer como una de sus cicatrices. En cuanto llegó al final de ella, justo al lado de su última costilla derecha, el cosquilleo se evaporó. Ella suspiró con resignación. Benditos sean los sueños, donde somos felices. Pero, volvió. En otra cicatriz, la que iba desde su axila izquierda hasta la cadera derecha. Empezó desde arriba y con lentitud fue recorriéndola. ¿Qué era eso?

Poco a poco fue abriendo los ojos. La luz entraba suavemente a través de la ventana de su habitación. Estaba despierta, pero el cosquilleo seguía deslizándose por su espalda. De repente los recuerdos del día anterior vinieron a su mente. Las horribles fotos, sus pensamientos en el balcón con vistas al Big Ben, Peeta.

Peeta. Él y sus disculpas. Él y el no dejar que huyera. Él y su corazón. Ya no había vuelta atrás. Volvía a jugarse su corazón con la esperanza de que en esta ocasión fuese para siempre y pudiera formar una familia.

Siguió notando ese cosquilleo que le atravesaba la espalda siguiendo el mapa de sus cicatrices. Giró la cabeza y vio una mata de pelo rubio sobre su espalda.

- Relájate y déjame seguir disfrutando. – Peeta le susurró desde su espalda.

- Pero ¿qué estás haciendo?

- Disfrutando de tu cuerpo, como ya te he dicho.

- Pero... mis cicatrices son...

- Son parte de ti, por consiguiente quiero besarlas. Como todo tu cuerpo. – Peeta no la dejó hablar. – Me gustas tal como eres y estas cicatrices son tuyas. Las besaré una y otra vez, tantas veces como me dejes.

Katniss volvió a recostar la cabeza sobre la almohada e intentó relajarse. Aun así era bastante difícil. Sus cicatrices siempre habían sido un lastre, un recordatorio de todo el sufrimiento. Un recuerdo de Eleonora. Ahora Peeta le decía que debían ser besadas porque estaban en su cuerpo. No le daban repulsa como ella esperaba, sino que parecía que las adorase.

Peeta siguió besando la tensa espalda de Katniss. Siguió el diagrama de otra de las cicatrices, besando cada centímetro de esta. Eran parte de la mujer que amaba y eso las hacía motivo de adoración. Mataría a quién le hiciera alguna herida más, pero las que tenía eran muestra de la fortaleza de la estupenda mujer en que se había convertido.

- Te amo mi vida – y siguió con otra cicatriz – Eres de lo mejor que me ha pasado en mi vida. Tú, Anthony y Andie. Lo mejor de mi vida.

Todo esto era dicho entre beso y beso. Katniss empezó a relajarse al fin, disfrutando de las caricias que le prodigaba Peeta.

En cuanto Peeta acabó con la última cicatriz, subió lentamente por su espalda, hasta llegar al hombro de Katniss y esta se dio la vuelta y lo besó profundamente. Llevó sus manos al pelo rubio, disfrutando de su textura y dejando que Peeta se hiciera cargo de todo.

Su vida tenía un nuevo comienzo. Uno donde tenía una familia completa.

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Tenía que comenzar de nuevo, por tercera vez. Giró frente a ella el mapamundi que tenía guardado. En él había marcas de color rojo en los lugares a donde no volvería jamás. El mundo era muy pequeño para su magnificencia. Ella era hermosa, más que hermosa y mala. Suspiró.

El castaño sería un buen color para su cabello aunque tendría que cortarlo hasta las mejillas o tal vez hasta los hombros.

Miró alrededor de la habitación donde se encontraba. El apartamento que sus hombres le habían conseguido no estaba mal. Nadie la encontraría en ese lugar, así que solo le esperaba hacer algo de tiempo. Pero antes de huir, tenía que hacer varias cosas.

La Maestra De Mi Hijo (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora