Veinte

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Sábado, 27 de abril

08:10

Sonó el timbre de la casa de los Rosermo.

Ana se levantó inmediatamente y se fijó en el espejo si no se notaba mucho que había estado llorando y que no había dormido bien, porque la esa había sido su verdad, después de descubrir a su hijo en una situación bastante incómoda, vergonzosa y para ella decepcionante, lo único que pensó es que ya no podía confiar en nadie, ni en su propia familia, si perdía al único hijo que le quedaba en casa y que pretendía cuidarla, ya no sabía a quién más recurrir. Sus padres no existían en su vida, su papá murió cuando ella tenía 8 años de edad y su mamá decidió dejarla con su abuela para que la críe, ya que se fue a estudiar a Francia, y nunca más volvió ni se contactó. Su abuela había fallecido años atrás, y lo único de su familia que le quedaba eran un par de tías y primos con los que casi nunca hablaba, de hecho nunca lo hacía. Ana vivía prácticamente sola en el mundo, su esposo e hijos era lo más cercano a una familia, aunque actualmente era lo que menos parecían. Se sentía sola.

Bajó rápidamente las escaleras y observó por la mirilla antes de abrir la puerta principal, por un momento pensó que podría ser Lorena o Marlon, pero luego, al ver quién era, recordó que le habían prometido una visita.

- ¡Buenos días! -Saludó ella con una amplia sonrisa.

- Buenos días Ana, disculpa nuestra visita tan temprano. - Se disculpó Ronald por su imprudencia.

- No, por favor... ¡pasen!... para mí es hermoso que hayan podido venir, la verdad es que creo que lo necesito en estos momentos, siento que no puedo confiar en nadie más en el planeta. -Decía Ana mientras los hacía pasar a Ronald y su hija hacia el sillón principal de la sala, justo frente a la chimenea. - ¿Se les ofrece algo de tomar? tengo té, café o leche tibia y galletitas, ustedes deciden.

- Un vaso de leche y galletitas está bien Señora Ana, gracias. -Pidió Rose con cortesía.

- Yo quisiera un té, si no es mucha molestia de nuestra parte. -Dijo Ronald intentando aclarar su intención de no molestar.

- Pues no me molestan para nada, por el contrario, creo que merecen mucha atención de mi parte, pues estoy agradecida con ustedes por tanta preocupación por mí y mi familia en estos momentos de crisis. -Ana se dirigió a la cocina mientras hablaba. -De verdad la estamos pasando duras ¿eh? -Ella intentaba no llorar inmediatamente, pues solo recordar el estado de su familia la ponía sensible.

- Tranquila, todo irá bien... Si quiere la ayudo Señora Ana. -Sugirió Rose que se empezó a acercar a la cocina.

- No, tranquila, solo.... pongo el agua en la tetera.... enciendo la hornilla y listo... ¿ves? - Ella miró a la joven procurando simular serenidad, pero los ojos profundos de Rose la hicieron intimidar, y luego, al recordar lo que descubrió de su hijo, la vergüenza la invadió, pensando en el aparente gusto mutuo que había entre esta chica y Bryan.

- Señora Ana...

- No, por favor... solo dime Ana...

- Está bien... Ana, por favor... no se ponga así, creo que necesita conversar con papá... qué le parece si yo continúo preparando todo y usted se va a sentar en el sillón.

Ana miró fijamente a Rose pensando en cuán bonita era esta muchachita y cuanto le gustaría que en un futuro ella sea su nuera, pero en seguida recordó lo que su hijo hacía a sus espaldas y después de unos segundos, tragó en seco y accedió a la propuesta de Rose, y empezó a caminar hacia la sala.

- Por cierto, Bryan está arriba en su habitación, no tengo idea qué está haciendo, así que sería bueno que le escribas antes de subir...

- Oh... gracias Ana... -Rose sonrió sonrojada y se volteó hacia la cocina para continuar con lo que había sugerido que haría.

Al fin MoríDonde viven las historias. Descúbrelo ahora