Veintidos

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Domingo, 28 de Abril

Cuando se ha dormido por mas de diez  horas, el cuerpo empieza a doler, y a cada minuto que pasa se hace mas y mas pesado levantarse. Así se sentía Lorena en estos momentos, la cama en la que estaba recostada era tan cómoda que resultaba imposible querer dejarla. El olor que emanaba desde algún lugar, era tan intenso que inundaba también la habitación.

- Tocino... -susurró para sí.

Lore se sentó suavemente en la cama y se acomodó el cabello a ciegas mientras daba un largo bostezo.

*TOC TOC*

La puerta parecía estar muy lejos como para ir a abrirla entonces prefirió preguntar a gritos...

- ¿Quién es?

- Muchachita, te estoy llamando desde hace como media hora, ¿vas a venir a desayunar?

Entonces Lorena recordó todo, dejó el sueño de lado y se apresuró a colocarse los zapatos que tenía junto a la cama.

- Ah, si, ya estoy casi lista, deme 5 minutos mas...

- ¿Más? ... bueno, cuando bajes quizás esté frío tu omelet...

- ¡Gracias! -Fue la respuesta de Lorena una vez que escuchó que los pasos arrastrados de la anciana se alejaban de la puerta de la habitación. -Omelet... -Volvió a susurrar para sí misma, tal vez era la primera vez en años que alguien le hacía un omelet, y peor aún una persona desconocida para ella. La curiosidad y el hambre la embargaban, ya quería bajar, pero aún tenía que ir al baño e intentar lucir con decencia. Podía estar sola y sin dinero, pero jamás podía dejarse ver tan desaliñada.

Tan lista como pudo, salió de la habitación y al abrir la puerta el aroma del tocino se hizo más fuerte. Esta vez el estómago de Lorena crugió, y eso era un claro indicador de que ya no importaba cuan delicioso o cuan malo sea el desayuno, sin duda lo comería gustosa siendo que no había comido nada desde el día anterior.

- Buenos días señora Fernandez. -El saludo fue cortés y alegre.

- Buenos días muchacha, se que puedes estar cansada, pero ya son casi las once de la mañana y me preocupaba que ya estés muerta... es decir, no contestabas a mi llamado.

- Lo siento señora, no era mi intención asustarla.

- No, tranquila. Ahora concéntrate en desayunar bien. Si planeas ir a la ciudad, el camino es largo.

Lorena empezó a devorar el omelet humeante frente a ella, tomó tocino frito de una fuente de metal y pan tostado que tenía servido en un plato de porcelana a su izquierda; también se tomó toda la leche y no dudó en servirse del jugo de naranja recién exprimido que lucía y sabía delicioso en esa jarra de cristal pulcro.

- Mm, que delicioso está todo señora Fernández... -Intentó pronunciar Lorena mientras masticaba aún sus últimos bocados.

- Gracias... hace ya casi 7 años que no veo a nadie comer de esa manera... - Decía la anciana con asombro.

- ¿De qué manera?

- Así, vorazmente, como perro en hambruna.

Las dos se miraron un segundo y empezaron a reír. Lorena no sabía si era la tensión del momento o el nerviosismo, pero realmente fue divertido sonreír después de algunos días de amargura, de hecho reían a carcajadas, y eso era muy extraño para ambas.

- Me has hecho reír como hace años. Gracias por eso niña. -Comentó Gloria, así se llamaba la señora Fernandez originalmente, pero para los extraños ella siempre se hacía llamar de manera más formal, por su apellido.

Al fin MoríDonde viven las historias. Descúbrelo ahora