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Bryan estaba nervioso, subió las escaleras de la entrada a la hermosa edificación, había hecho una promesa hace meses atrás que no había podido cumplir a la persona que se la hizo mientras estaba con vida, ahora que ya no estaba, era la primera vez que vería a alguien de esta familia, su corazón palpitaba fuertemente; pero al acercarse a la puerta donde estaba un joven, al parecer descendiente de asiáticos, recibiendo a la gente que llegaba al lugar, se relajó un poco más.
- Bienvenido. -El joven de unos 20 años le dio una sonrisa y un boletín informativo que en la portada decía claramente el nombre del lugar en donde estaban "Iglesia El Rebaño".
- Gracias. -Respondió Bryan intentando esbozar una sonrisa nerviosa.
- Puedes sentarte en los asientos del centro del auditorio, hay algunos espacios libres ahí. ¿Viniste con alguien más? -Continuaba el joven de la bienvenida con su acostumbrado protocolo.
- ¿Yo? .. pues... no, vine solo... hace tiempo me invitó una familia amiga.
- Oh, pues bienvenido nuevamente, espero disfrutes de este tiempo. -El joven que usaba un gafete con el que parecía ser su nombre, "Simei", en su camisa azul y corbata blanca le brindó una amplia sonrisa a Bryan mientras le hacía un ademán para indicarle el camino de entrada.
Bryan solo asintió con la cabeza y empezó a caminar tratando de no hacer ruido para no hacer notar su llegada tarde a la que parecía ser una reunión solemne. Se sentó en uno de los asientos de al final, junto a una familia afroamericana que escuchaba atentamente al Pastor que se encontraba sobre una tarima frente a todos. Trató de simular su nerviosismo y con sus ojos empezó a buscar entre las cabezas sobresalientes de la congregación un rostro familiar o al menos procuraba visualizar ese cabello rojizo que no podría olvidar jamás, el de Rose.
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Lorena bajó las escaleras para buscar dónde estaba su familia, pues arriba no había nadie en sus habitaciones. En el comedor encontró a su padre leyendo el periódico del día mientras desayunaba, en el sillón de la ventana de la sala vió a su madre que continuaba con su tejido de lana sin mirar a ningun lado ni pronunciar una palabra. Había silencio e incomodidad en el lugar por lo que ella había preferido regresar a su habitación, pero en el camino de la escalera, Marlon la descubre y la llama de regreso.
- Buenos días hija, ¿Cómo amaneciste? -El tono de voz de Marlon parecía el de un padre sensible a las necesidades de su hija.
- Pues bien papá, solo bajaba para ver que todos estén bien, es decir, no vi a nadie arriba y había silencio en casa, pensé que habían salido. -Contestó Lorena mientras bajaba uno a uno el par de escalones que había alcanzado a subir.
- Ah, bueno, tu hermano salió temprano a un evento del colegio, los demás aquí estamos. -Refirió Marlon dándole un sorbo a su taza de café. - Pero ven hija, desayuna un poco.
- Si, lo haré. -Respondió mientras caminaba hacia la sala y le daba un beso en la frente a su mamá. -Buenos días mami.
- Buenos días bebé. -Contestó insípida.
Lorena fue a la cocina y se sirvió el desayuno, Marlon la vió y empezó a escupir palabras hirientes hacia Ana, para variar.
- ¿Es decir que dejas que la niña se sirva sola su desayuno? ¿Por qué no dejas tu vagancia y vas a hacer lo que tienes que hacer mujer inservible?
- Papá no, no, por favor, yo quiero servirme hoy el desayuno, estoy de vacaciones, podría ayudar a mamá en todo si quisiera. -Lorena trató de aplacar la ira de Marlon con sus palabras.
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Al fin Morí
DuchoweUna familia sobresaliente, los Rosermo, un esposo de alta posición laboral (Marlon), una madre y esposa abnegada (Ana) y un par de hijos ejemplares (Lorena y Bryan), es justo como todos imaginamos la familia perfecta; pero ¿Qué tal si damos vuelta a...