Capítulo 23

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Haruki:

Los cadáveres de los ángeles  yacían agrupados formando una montaña, con llamas aún candentes. 

-Mira el cielo-Señaló Ost- El Eclipsim se acerca-.

-Debemos continuar-Manifestó Hai-.

-Tenemos su ubicación-Aseguró Hodei entusiasmado- Y tenemos ventaja sobre ellos-.

-Ellos no nos estarán esperando-Continuó Menhit-Así que, ¿por qué no continuamos ahora mismo?-.

Nostradamus se posicionó sobre frente a nosotros y extendió los brazos.

 -No dejen que la emoción nuble su vista-Advirtió dentro de nuestras mentes- Necesitamos nuestra energía al 100%-.

-Estoy de acuerdo con Nostradamus-Corroboré sensato- Y no podemos estar tan seguros de que la señal de humo sea verdadera-.

-Posiblemente sea un señuelo-Completó Nostradamus-.

-No lo creo-Hai señaló la señal de humo en el cielo-Esa señal simboliza la locación de cierto lugar para que los extraviados lo encuentren. No creo que el ejercito de la luna sea tan ignorante de poner un señuelo de esa manera, ya que sería obvio para nosotros-Explicó Hai con coherencia-.

-Estoy de acuerdo con Hai...-Apoyó Menhit pensativa- Nosotros haríamos lo mismo-.

-Lo mejor será averiguarlo por nosotros mismos-Concluí, subiendo sobre el caballo marrón oscuro que me había estado acompañando durante el trayecto del puente-.

Los demás no dudaron ni por un momento, y siguieron tras de mí. La señal de humo se había extinguido por completo, pero su ubicación había quedado impresa en mi mente. 

-No debemos confiarnos- Aconsejó Nostradamus, quien cabalgaba a mi lado-El ángel tiene razón, pero aún así no debemos descartar por completo la idea del señuelo...-.

-No importa si se trata de un señuelo- Declaré, apretando las riendas del caballo-Ellos son débiles, y no hay porque temerles-.

Nuestro ejercito avanzaba con rapidez y elegancia. Pasados unos minutos, divisamos el ejercito de la luna en el horizonte. Una bandera azul con una luna plateada, se alzaba con orgullo dentro de los soldados. Pero más que la bandera, resaltaba la figura de la Princesa de la Luna. Montada sobre un pegaso, relucía una corona de cristal sobre su níveo cabello. Lucía una armadura plateada y azul oscura. Sobresalía con altivez y vigor. Sus caballeros le escoltaban en la siguiente línea. Conté tres en total. El oráculo le acompañaba al lado derecho con los ojos cerrados, sosteniendo un báculo misterioso. A su otro lado, estaba un caballero de armadura violeta. A un metro de ellos, se encontraba el ejercito de ángeles armados, formados por escuadrones. 

Hice una señal para que todos disminuyesen el paso y los escuadrones se reorganizaran. Cuando nos encontrábamos lo bastante cerca, Layla levantó su báculo en señal de guerra. Yo hice lo mismo, y no esperé a que ellos atacasen. Un silencio abrumador se instaló dentro de los dos ejercitos, a la espera del primer ataque. Sin aguantar más la tensión, me abalancé en dirección a Layla. Layla no se inmutó, lo cual me hizo dudar un poco, sin embargo procedí. 

-¡Detente!-Alarmó Nostradamus demasiado tarde-. 

La silueta de Layla se disolvió con el aire al enterrar mi claymore en su torso. Todo el ejercito se desvanecieron al igual que ella. Pero en aquel instante, sentí que la atmósfera a nuestro alrededor se enfrió drásticamente. La temperatura oscilaba entre -39ºC. Fuimos rodeados por un cubo de hielo, o lo que llamaría yo, una cárcel. Efectivamente, había sido una trampa. Debí haberlo pensado mejor antes de atacar. 

Eclipsim ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora