Capítulo 39

481 50 4
                                    

Layla:

— ¡Maldito bastardo!—Gritó nuevamente Haruki al recuerdo del Rey Demonio— ¡Púdrete, hijo de cabra sarnosa!

—No sirve de nada quejarte—Le contesté un tanto alterada e impactada por lo que acabábamos de observar en el recuerdo. Aún no reconocía que mi padre fuese Lauviah, y que mi madre fuese un vampiro—Esto ya pasó, es tan solo un recuerdo.

Haruki se abatió en el suelo glacial y se acercó a nuestra madre que agonizaba lentamente. Haruki intentó tocarla, pero su mano la traspasó. Sin aguantar más, Haruki se atacó a llorar en aquel mismo instante. Los recuerdos atacaban nuestra memoria como si se tratara de un tornado sin fin.

Yo me acerqué lentamente hacia el cuerpo de Lauviah, que se hallaba inconsciente a unos cuantos metros de distancia. Su rostro perfecto había sido desfigurado por los múltiples golpes que le había proporcionado la bestia hacía unos minutos; no obstante, su cabello seguía intacto. Recordé la primera vez que lo había conocido en el cielo. Estaba lo bastante asustada al verlo dentro de mi habitación, recordándome que íbamos a llegar tarde a la Invitación de Kyousuke. En aquel entonces, recuerdo que su aura confortadora me había dado ánimos en más de una ocasión y que su consejo me socorría en momentos de desesperación y confusión. Sin embargo, verlo allí tendido sobre el suelo, hizo toda esperanza desapareciera dentro de mí.

Haruki:

—Nunca pensé que ella fuera nuestra madre—Comenté en voz baja, lo suficiente para que Layla y Yesod me escucharan— Recuerdo haberla visto en una celda de oro, y en ocasiones escuchaba sus gritos de sufrimiento provocados por demonios repugnantes—Intenté calmar mis lágrimas, pero parecía ser imposible. Uno a uno, mis recuerdos de la infancia volvieron, dolorosos y melancólicos—Lo siento—Me disculpé ante el recuerdo de mi madre—Cuando vea a ese bastardo, te prometo que me vengaré.

Sequé mis lágrimas y observé el oscuro cielo. A través de las oscuras nubes que obstaculizaban las estrellas, pude ver un eclipse de sangre total. La luna se vestía de sangre, al igual que la portadora de su libro.

— ¿Layla?—Llamé meditabundo— ¿Nat? ¿Dónde estás?—Pregunté al no verla cerca—.

No recibí respuesta por parte de ella, pero Yesod señaló en dirección noroeste. Mis lágrimas dificultaban mi vista, aun así recordaba que en ese curso había sido arrojado el ángel de aspecto indomable. Recobré mi vista, y pude observar a Nat sentada al lado del ángel. Me acerqué a ella, quien también estaba siendo abatida por sus recuerdos. Intenté hablar con ella, no obstante esta se mantenía en silencio como un cadáver.

—Oye, Nat, tenemos que volver al puente y buscar al Rey Demonio para patearle el trasero—Le incentivé un poco estresado al ver que no respondía nada—.

—Layla se encuentra en un actual estado de shock, te aconsejo que no desaproveches tus fuerzas intentando despertarla—Me recomendó Yesod indolente—.

— ¿Por qué?—Pregunté alterado por el tono de su voz tan indiferente—.

—Cuando Layla llegó al cielo se le fue asignado un tutor. Aquel tutor era Lauviah. Ella desarrolló un vínculo afectuoso con él, pues al parecer su subconsciente no lo había olvidado—Explicó Yesod—.

— ¿Así que Nat ha pasado más tiempo con nuestro padre?—Me cuestioné a mí mismo— ¿Y eso que importa? Debemos volver al puente—Dije exaltado, la ira en interior incrementaba conforme los segundos pasaban—Nat, tienes que volver—Expuse tomándola de los hombros— ¡Sé que es difícil de aceptar todo esto, pero tenemos que volver! ¡Ya habrá tiempo para asimilar todo este revuelto!—Vociferé mientras la zarandeaba—¡Tenemos que volver por nuestros caballer...—Mi voz se cortó recordando lo que nuestros caballeros significaban realmente para nosotros. Nosotros quienes habíamos sido engañados para pelear una guerra innecesaria llevada a cabo por capricho de los demonios. Nosotros quienes habíamos sido arrebatados de nuestros padres— ¡TENEMOS QUE VOLVER POR NUESTROS AMIGOS!

Eclipsim ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora