Capítulo 35

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Haruki:

La confusión y la intriga hicieron que perdiera el equilibrio, por lo que obviamente caí del árbol. No había sido una caída muy extensa, no obstante Layla estaba a punto de explotar de risa.

­— ¿Viste tu cara?—Preguntó entre carcajadas, con la cara hinchada—.

— ¿Cómo esperas que me hubiese visto? Boba—Me quejé indignado—.

Las risas de Layla se opacaron y luego, dirigió una mirada nostálgica hacia los niños que se divertían en el bosque. Layla se acurrucó, y abrazó sus dos piernas con fuerza.

— ¿Cómo es posible qué nos conozcamos desde hace mucho tiempo, y ni siquiera lo recordemos?—Preguntó en modo de susurro. Como si se tratase de una pregunta para ella sola—Repentinamente, todas mis ansias de asesinarte se han desvanecido.

Al igual que ella, todos mis deseos homicidas se habían esfumado con la brisa de aquel bosque. Se trataba de solo una representación, lo sabía, pero el olor a flores frescas recorrió mi olfato, de la misma manera en que la presencia de los niños alertaba a mi percepción. Me senté junto a Layla, y juntos observamos aquel risueño recuerdo de nuestra infancia.

‹‹—Es hora de volver—Alertó Layla pequeña, señalando el sol que se desvanecía con rapidez—Mama y papa nos regañarán si llegamos tarde. ››

Layla y yo nos miramos desconcertados.

‹‹—No quiero volver—Refunfuñó mi recuerdo—Quiero jugar un rato más.››

‹‹—No podemos—Le contradijo Layla, un tanto asustada— Recuerda lo histéricos que se pusieron mamá y papá la última vez...››

‹‹—Vayamos a nuestro santuario—Propuso mi recuerdo con mirada fugaz—Vamos, Natsuki—Insistió—.››

‹‹—Ya te he dicho que no me llames de esa manera—Protestó Layla—Mi nombre es Layla Lancaster y el tuyo es Haruki Lancaster.››

‹‹—Da igual Nat—Continuó mi recuerdo sin darle mucha importancia al asunto de los nombres—Vayamos al santuario—Insistió mi pasado yo—.››

Layla niña accedió y juntos se alejaron del pequeño bosque. No obstante, Layla y yo nos quedamos mirando, sin saber que decir. Romper el silencio implicaba asimilar la información que acabábamos de recibir, y ninguno de los dos quería hacerlo.

—Eso quiere decir que...—Comenzó a decir Layla conmocionada—Que...tu y yo somos...

—Hermanos—Completé, soltando un suspiro de asombro y confusión­—.

Haruki Lancaster. Aquel era mi verdadero nombre. Mi pulso se aceleró y sentí como mi cabeza daba vueltas, rebobinando imágenes del pasado. Caí sobre mis rodillas y miré los azulados ojos de Layla. Nuestro cabello y ojos, eran distintos, pero la similitud entre los dos era tan notable que me pregunté cómo era que no lo había percibido antes.

—Lay...—Retomé, no obstante agité la cabeza ligeramente y la llamé con el nombre por el cual solía llamarla—Nat, debemos seguir nuestros recuerdos—Mencioné, señalando la dirección por el cual nuestras siluetas habían desparecido—.

Nat se recostó en el tronco de un árbol y cubrió sus ojos con sus manos.

—Necesito tiempo, Haru—Pidió Nat con voz frágil—.

Estaba de acuerdo con ella. Una jaqueca atacó mi cabeza repentinamente y los fragmentos de imágenes volvieron con más intensidad.

Un olor a claveles, un prado en llamas, los gritos desesperados de dos niños y una risa escalofriante. Aquello perturbó mi mente y cuerpo de una manera que no esperaba. Estaba confundido. Asustado. Tapé mis oídos, con la esperanza de ahogar aquellos espantosos ruidos. Pero los gritos no abandonaban mi consciencia. La impotencia se apoderó de mí y dejé mis temores fluir. Poco a poco, los gritos y las risas se disiparon, hasta llegar a la calma total. Había transcurrido una hora aproximadamente. Mi garganta estaba seca y sentí una leve humedad en mis mejillas. Más aún, el dolor interno no desfallecía.

Giré, en busca de la presencia de Nat, pero sus sollozos fueron más que suficientes. A mi otro lado, noté la repentina figura de Yesod.

Suspiré, y una parte de mi esencia se mezcló con el aire.


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