El hombre parece que me agarró un poco de confianza, ya que él se fue pero no me llevó de regreso a mi celda, simplemente me dejó ahí plantada.
No sé quiénes son éstas personas, no sé si sus intenciones son buenas, que tengan un bebé aquí no significa que no quieran matarme.
- Hola muñeca -dijo alguien a mis espaldas, sabía muy bien quién era, el hombre que comenzó a molestarme y que el hombre de la ballesta lo había detenido. Ni siquiera sé sus nombres. No me moví, ni siquiera me di vuelta ni dije nada-. Preciosa no es necesario que me ignores -dijo parándose a mi lado y mirándome fijamente, mientras que yo lo evitaba.
- Y tú, no es necesario que me hables -dije molesta.
- Por lo menos ha sabido hablar -dijo burlón. Mi ira estaba llegando al tope, y no soy de ésas personas que tienen paciencia-. Perdón por lo que te dije sobre tu hermana.
¿Se está disculpando? Levanté la ceja y lo miré de reojo.
- ¿Acaso no hay alguien más aquí para burlarte? -dije molesta.
- ¡Merle! -lo llamó alguien, el hombre y yo nos dimos vuelta y me di cuenta que era el hombre de la ballesta. Él me miró por un segundo y después desvió su vista al supuesto hombre llamado "Merle".
- ¿Se podría saber desde cuando tienes el ojo encima de ésta chica? -dijo Merle burlón.
- Déjala -me defendió. . . ¿Me defendió?
- Me estaba disculpando -dijo Merle.
- Es lo mismo que digas que ya no consumes drogas. Deja de molestarla y largo -dijo el hombre de la ballesta fastidiado.
- Lárgate -dije en susurro a Merle, él me miró de reojo y se fue.
Miré al hombre de la ballesta y él ni siquiera me miraba, estaba mirando el suelo.
- ¿Porqué me ayudaste? -pregunté en susurro, él no regresó a verme, su vista se mantuvo en el suelo.
- De nada -respondió frío mientras se daba media vuelta y caminaba hacia el Bloque C.
- No pedí ayuda -me quejé. El hombre se detuvo y se dio vuelta para después acercarse a mí algo enojado.
- Tú te vas a quedar aquí quieras o no, mi grupo fue la causa para que tu puedas salir de allí y yo tu salvación para que sigas con vida. Eres una maldita malagradecida no sé ni porqué te ayudé -dijo molesto, no dije nada, sabía que si decía algo íbamos a necesitar a alguien para que pare la discusión. Lo miré con enojo y él solo se dio vuelta y entró al Bloque C.
- Tú no me puedes obligar -dije una vez que se fue, abrí las rejas y comencé a correr hacia la salida.
Comencé a quitar el alambre que había en las rejas y se abría un hueco por el que podía pasar, miré atrás y logré ver la figura de un hombre, él comenzó a correr hacia mí y tenía una ballesta en la mano, rápidamente me di cuenta de quien era. Logré deshacer el alambre y salí, habían unos pocos muertos cerca de mí, pero preferí correr a que encargarme de ellos y de ése hombre que ya me alcanzaba.
Me introducí en el bosque y corrí a donde sea, no sabía a donde iba pero quería estar lejos de éste lugar. Minutos después sentí como el aire me faltaba así que me detuve, puse ambas manos en mis piernas y trataba de recuperar el aliento, miré de reojo por donde venía y, al parecer, el hombre no estaba.
- Christina -escuché a alguien decir mi nombre, me di vuelta y era el hombre, que me estaba apuntando con su ballesta-. Vas a regresar a la prisión quieras o no, sería capaz incluso de dispararte si intentas algo.
- ¿Porqué no me dejas ir? -dije tratando de sonar triste , él no respondió- ¿Porqué no...? -dije pero no logré acabar la pregunta.
Sentí como clavos en mis muslos, pero eran balas, nos estaban disparando. Inmediatamente mis piernas fallaron y yo caí al suelo, el hombre de la ballesta se agachó y se escondió detrás de un árbol. Yo estaba boca abajo, el dolor era insoportable, miré un poco desesperada a mi alrededor sobre qué hacer y como pude, me arrastré hacia un árbol para esconderme. Cuando llegué me mantuve acostada y ni siquiera me paré o me senté, no sabía que tan mal estaba mi herida así que tenía que darme vuelta y quedar boca arriba.
- ¡Ah! -pegué un grito cuando lo hice.
Toqué mi herida con mi mano y después la miré, estaba llena de sangre, miré mis piernas y alrededor mío estaba de sangre. Los disparos todavía seguían escuchándose, no sé a donde ni porqué. Con mi mano de sangre, toqué mi cadera si tenía algún arma, y había una pistola. La pistola de mi hermana. La saqué y revisé si tenía balas. Cinco. No sabía qué hacer, el hombre de la ballesta también estaba disparando y, al parecer, ni siquiera me hacía caso. Al frente mío había una quebrada, podía bajar por ahí y así estaría a salvo. Lo que iba a hacer va a ser algo estúpido.
Me levanté como pude a pesar del dolor, comencé a avanzar hacia la quebrada mientras disparaba a no sé donde detrás de mí. Se me acabaron las balas y sin que me haya dado cuenta, ya estaba a centímetros de la quebrada, mis piernas volvieron a fallar y caí por aquella quebrada. Me di tantas vueltas hasta que al fin pararon, mi cuerpo estaba inmóvil. No podía moverme, me dolía todo y sobretodo los muslos que estaban de balas.
No pude aguantar más y cerré los ojos.
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