Cayendo al vacio

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Me gustaría que esta historia tuviese por lo menos dos o tres capítulos seguidos de amor, pero ni siquiera en la vida real, en el momento en que ocurrió fue así. Nuestra historia era dispareja y desequilibrada; un día perfecta al siguiente una desgracia. 

Luego del encuentro furtivo en mi casa, Gonzalo cambió demasiado. Dedicaba sus días enteros a mi, a estar conmigo, a hacerme "feliz". Sinceramente eso era lo que yo desde el principio deseaba, esa atención, ese cariño sin medida; pero, como es de esperarse, Gonzalo seguía haciendo de las suyas a escondidas de mi. Por delante era el chico "enamorado" dedicado a su chica (es decir, yo); pero a mis espaldas era un niño mujeriego y descarado, qué hacia a su favor su linda carita de ángel para enredar a cualquier arrastrada que encontrase por ahí. La famosa Virginia no desapareció de la historia, en cambio, apareció recargada y con animo de destrozarme la vida... 

Pasadas dos o tres semanas de la culminación del año escolar, invité a Gonzalo a una gran fiesta que sería en las afueras de la ciudad; con mis amigas esperábamos ese evento con muchas ansias y yo, quería que llegase rápido, tenia tantas ganas de convivir con mi Gonza algo tan grande. La fiesta seria de entrada libre, por lo que CUALQUIER habitante de mi ciudad podría asistir (que error). Me pase el día entero intentando decidir que iba a lucir ese día, quería estar hermosa para él. Recuerdo haberme maquillado, peinado y vestido exclusivamente para deleitar a Gonzalo, que idiota aquella Agustina, la recuerdo vagamente y siento lastima por ella. Llegué puntal al evento, me reuní con mis amigos y conocidos más cercanos. Estaba nerviosa, mis manos sudaban y comenzaba a desesperarme porque Gonzalo no aparecía. Recorrí el lugar con la mirada unas 100 veces hasta dar con Gonzalo, que vestía una camisa azul rey, un jean ajustado y de un tono oscuro, casi negro; llevaba su cabello como de costumbre, peinado hacia arriba; tenia un reloj negro en la muñeca derecha y un vaso de alcohol en la mano izquierda. Estaba rodeado de personas, ninguna familiar para mi, parecía divertirse, reía como nunca y religiosamente daba sorbos a su bebida. Un chico alto, de cabello rizado pareció notar que miraba a Gonzalo con mucho detenimiento y le hizo una seña, éste al instante giró y me encontró en la multitud, sonrió a dientes completo, acomodo su cabello y se dejó llevar hasta donde yo estaba, pero no llegó hasta mi, algo se interpuso en su camino. Con la cantidad de gente que había en el lugar me costo diferenciar quien se estaba acercando a saludarlo; era un chica de cabello corto, blanca, casi del color de la leche, de buen cuerpo y mucho más baja de estatura que yo; esa chica parecía demasiado feliz, pues a su encuentro estiro ambos brazos hasta el cuello de MI gonzalo y segundos después le plantó un beso en los labios. Esa chica era Virginia... Gonzalo parecía confundido, miraba a Virginia y luego me miraba a mi, con sus ojos me decía "lo siento" pero con sus acciones me decía "muérete." Un hombre armado abrió fuego en la fiesta y todas las balas las recibí yo. Ese hombre era Gonzalo, y las balas, una metáfora de como me sentí en ese instante... 

Huí de ahí, corrí, escapé sin rumbo, solo me alejé de esa situación tan humillante. En el camino me encontré con amigos y conocidos, que en lugar de darme una mano hicieron oídos sordos. Lejos de todos, encontré a Alejo, uno de mis primos, me dejé llevar hacia él y al encontrarlo me lancé a sus brazos. Escondí mi cara en su pecho y lloré. No quería llorar, no podía permitírmelo, pero ahí estaba, soltando todo en la camisa color salmón de Alejo. No se exacto que sucedió después ni como llegué a mi casa, ni quien me busco ni nada, solo recuerdo que lloré y lloré hasta que el rimel había pintado por completo mi cara. Esa noche en mi cuarto comenzó mi peor tormento, mi peor decisión, mi juego con la muerte. 

Me hice de tijeras, hojillas y cuchillos, todos afilados, todos dispuestos en una mesa para mi. Me encerré en mi cuarto y preparé todo para el show. Encendí la luz del baño y apagué la del cuarto, quería oscuridad pero no quería perderme. Coloqué la canción de Un Ángel Llora, de Anette Moreno, que si no la han escuchado, recomiendo que lo hagan, es una melodía bastante triste y hablaba de todo lo que yo sentía en ese instante. El reloj daba las 2 de la mañana, y ahí estaba yo, sentada en el suelo de mi habitación, con las piernas cruzadas y llorando, desconsoladamente. 

Lo que un día fue amor, en amargura se volvió.

La canción parecía ir a tono conmigo, y eso volvía aquel momento más perturbador, más doloroso. 

Las estrellas miran, la luna la abraza y un ángel llora.

Perdí el control, corte tras corte parecía incentivar un poco más el dolor y la angustia. Me estaba matando, de una forma física y mental, todo estaba armado por mi, en una idea desesperada de castigo, por haber sido tan patética. 4 grandes y profundos cortes en el brazo izquierdo, y 16 pequeños. Los grandes aún decoran mi brazo, los pequeños no se notan a simple vista, pero yo los veo, sé que están ahí. Una vez que termine con los objetos filosos, fui a mis uñas, las pase muchas veces seguidas por mis pantorrillas, hasta que comenzaron arder. Como si fuera poco, la morbosidad se hacia presente, así que lleve mis uñas a las heridas y las abrí con mucho placer. Terminé totalmente destrozada, herida y sola. Las 4 am y ahí estaba yo, tirada en el suelo del cuarto, mirando el infinito de un agujero en el techo. Sola. Con él teléfono en mano, con Annette Moreno cantando a fondo, con mi angustia y desesperación, pero sola. Me levanté y me di un largo baño. Froté las heridas, las lave, las maquillé, le coloque mil brazaletes y me acosté a dormir. 

Ese día desperté a las 4 de la tarde. Desperté sin ojos, hinchada, rota por dentro y dañada por fuera. Vacia, así me sentía. Vacia, ultrajada y despreciada. La chica consiente, madura, persistente e independiente, murió aquella madrugada, y dejó en su lugar a un despejo que odio, que repugno, que deseo borrar de mi memoria, pero ahí esta, vive latente dentro de mi, esperando un instante para apropiarse de mi actualmente. Debato con ella día y noche, hasta el día de hoy, luego de aquellos acontecimientos, no he vuelto a verla, agradezco eso, mi fuerza de voluntad que no se cuando nació, pero hoy vive conmigo, alejando malas ideas. Pero no crean que fue esa la única oportunidad que tuve de dañarme, solo fue el comienzo del circulo vicioso más grande que tuve, y se lo debo a Gonzalo. 


¿Puedo llamarte amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora