Sola

144 6 1
                                    

No estoy segura de cuanta veces he intentado analizar en que momento comenzó a empeorar todo en mi vida. Me deje hundir en un pozo sin salida donde aún permanezco, siendo valiente y teniendo coraje he sobrevivido, pero a duras penas. Mi mal nunca fue físico, siempre fue mental. Deje que mi vida se resquebrara. La cordura la perdí, al igual que el razonamiento. Perdí la confianza de mi mamá. Perdí a mis amigas. Perdí el amor de todos lo que me rodeaban. Perdí mi imagen, mi dignidad, mi persona. Fui abandonada inclusive por mis ganas de vivir; no tenia nada. Yo había muerto esa misma noche que comenzó mi tormento. Mi alma, mi versión pura, había muerto y solo quedaba mi cuerpo, que vagaba por el mundo. Me había transformado en una persona asquerosa, y lo digo de forma literal. Ya no me cortaba como "castigo" o método de desahogo, me cortaba porque si, porque me daba la gana. Me cortaba en las muñecas para que Gonzalo se preocupase por mi. Me cortaba en las piernas para conmemorar que no tenia amigas. Salir me daba asco, maquillarme me daba asco, ser yo me daba asco... Nunca fui de esas chicas que tienen el autoestima baja, aún en esa miseria en la que estaba me creía la mejor y la mas hermosa de todas. Mi celular paso de tener 50 mensajes al día de 15 personas distintas, a tener 1 de Gonzalo.

Para Gonzalo nada cambió para mal. Él tenia a sus amigos, incluso día tras día hacia nuevos. Mejoró en clases (yo hacia sus deberes, por eso nunca tenia tiempo para los míos). Su mamá y su papá habían comenzado a tener una mejor relación, no estaban juntos, pero al menos había dialogo entre ellos. Gonzalo estaba feliz. Gonzalo era un vampiro (estoy delirando, debe ser a causa de la depresión que me causa escribir todo esto). Gonzalo era una persona solitaria que había absorbido lo mejor de mi, dejándome como un despojo y convirtiéndose él, en una versión que apenas reconozco. Al principio me acompañaba a las terapias, se sentaba afuera mientras yo conversaba con mi psicóloga. A veces Sam lo hacia pasar a la sala y conversaba con él, porque ella sabia que él era mi mal... Más pastillas, más ansioliticos y antidepresivos, más pastillas para dormir. Menos vida para mi. Tanto consumo de pastillas se llevo la poca masa muscular que tenia. Baje de peso, de una forma veloz e impresionante. Nunca fui gorda, siempre fui bastante delgada, pero había exagerado, pesaba a penas 35 kg y ya no me sentía sana físicamente. JAMÁS cruzo por mi mente lastimarme del modo que otras mujeres, sometiéndome a la anorexia y/o a la bulimia, a esas dos enfermedades les tengo pánico, las veo de lejos, no deseo conocerlas. Pero con el bajo nivel de peso que tenia, la gente comenzó a pensar que yo las padecía, pero no. Nunca me prive de comer, siempre lo hice de la mejor forma. A veces en cantidades pequeñas, porque es difícil sentarte a comer cuando tienes un nudo en la garganta y las ganas de llorar son inevitables. A veces comía dulces por montón, y exageraba con el helado, pero por placer, por saciar mi ansiedad, nunca por complementar algún otro desorden. Estaba conforme con mi cuerpo, no era perfecto, carencia de muchas cosas, pero yo era persona sana de cuerpo, y no me iba a someter a una delgadez extrema, porque sabia que si yo caía en una enfermedad como la anorexia, Gonzalo me iba a dejar, y nunca lo habría de permitir. Mirarme al espejo y notarme más delgada me daba nauseas. Que asco era mirarme los huesos, ¿como hay personas a las que eso le parece hermoso? Era repugnante.

¿Cuando noté que estaba mal? fácil...

Un día desperté y me miré al espejo y no me vi. Habia una chica, pero no era yo. Era fea. Piel pálida, ojeras grandes y oscuras, cejas extremadamente pobladas. Tenia granos en el rostro, muchos. Tenia el cabello largo y maltratado. Era flaca, flaquisima. Las clavículas resaltaban demasiado. El abdomen delgado, tanto que se podía tocar la seña de las costillas con claridad a los costados. Labios rotos y secos. Brazos destrozados de punta a punta, lleno de cortes y morados. El muslo derecho lleno de cortes. Haber bajado tan rápido de peso me dejo estrías (que asco tan grande me producía mirarme así, y no solo las estrías, por todo). La chica en el espejo era una versión de mi tan fea que la recuerdo y vomito. TODA mi ropa me quedaba grande, incluso la que una vez me quedó pequeña. Podía colocarme ropa de cuando tenia 10 años y me ajustaba perfecto, así de flaca estaba. Lloré.

Por primera vez en la vida lloré por mi. No lloré por Gonzalo o alguna de sus decepciones, lloré por mi. Porque me había muerto hacia meses y apenas lo notaba. ¿Donde había dejado a la Agustina que no podía salir de casa sin maquillarse, porque se sentía incompleta? ¿Donde quedó aquella niña que podía colocarse un jean y mirarse la cola y sentirse orgullosa? Era un asco, de pie a cabeza. Ese día fingí enfermar para no ir a clases, pero no funcionó, mi mamá igual me obligó. Esa mañana, volví a maquillarme, volví a arreglarme como antes. Me perfumé, me limpie un poco las cejas, me sentí "bonita" en una pequeña porción. Alise mi cabello, y lo peine. Me coloqué un gorro de navidad, sonreí al espejo. Ese día había un evento navideño en mi colegio, dirigido por mi grupo de compañeros. Tuve que sacar alegría y entusiasmo de donde no tenia para no verme como un bicho raro en el evento navideño. Fui con Gonzalo, como era de esperarse.

Al llegar me junté con mis antiguas amigas, quienes nunca dejaron de ser mis amigas, solo que yo dramatizaba o exageraba las situaciones. Las salude de forma distante, pero ellas siempre me recibían de forma cálida, con abrazos y mimos. "Las quiero" susurré en el oído de cada una de ellas. Gonzalo había comenzado a notar la falta que me hacían mis amigas, así que se integro completamente al grupo. Ese día me reí mucho. Reí con muchas ganas, con las ganas que pensé que había perdido por completo. Mirar a mis amigas, a Gonzalo, hacer lo posible por hacerme sentir bien, hacia que yo me sintiera viva... Rose aquel día me dio una tarjeta navideña que ponía mi nombre. Todos mis compañeros tenían una igual. Agradecí.

Al llegar a mi casa, luego de un largo periodo, estaba cansada. Por primera vez en mucho tiempo estaba cansada físicamente y no mental. Me acosté en la cama con la tarjetica que Rose me había dado, le di vuelta y atrás estaba escrito: "Te quiero mi Agus, quiero que sepas que nunca vas a estar sola, porque mientras pueda estaré ahí para ti. Siempre que me necesites. Ponte bien, no me gusta verte así. Vive la vida que solo hay una, si la desperdicias sufriendo ¿que contarás en un futuro? Cuídate y sonríe mas a menudo, que triste eres fea"

Querida Rose, gracias por tan lindas palabras que me subieron el animo aquel 4 de diciembre. Te agradezco por nunca dejarme, por cumplir con tu palabra. Gracias por darme una luz en tanta oscuridad. Te quiero en cantidades industriales.

No estaba sola.

Me sentía sola que era peor.

Saber que tenia a mi lado aún a las personas a las que tanto quería me lleno de fuerzas...

¿Puedo llamarte amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora