Si pudiese contar sobre mi vida sin tener que entrar en la etapa de la mutilación, la depresión y la ansiedad, estaría plenamente feliz... pero la realidad es otra. Puede que no esté orgullosa de todas las cosas que hice en mi pasado, pero como dije al comienzo de todo, no me arrepiento de nada. No me arrepiento de llevarme una navaja a las muñecas y lastimarlas, no me arrepiento de llorar noches enteras, no me arrepiento de dormir al lado del teléfono esperando una llamada o un mensaje, no me arrepiento siquiera de haber mendigado amor...
Me gusta dar preámbulos antes de entrar de nuevo a la historia, pero esta vez iré directo al grano. Luego de la fiesta, no hable más con Gonzalo; no supe nada de él ni de Virginia; lo poco que supe es que habían discutido y ninguno de los dos se dirigía la palabra (cosa que me dio placer al enterarme)
No sé porque, pero cuando contaba esta historia con anterioridad para amigos o algún conocido curioso solía decir que con Gonzalo no nos habíamos vuelto a hablar en un mes, pero la realidad es que fue tan solo una semana que nos aplicamos la ley del hielo. Supongo que al acostumbrarte a hablar con alguien todos los días y a todas las horas, un segundo se vuelve una infinidad. Esa semana sin Gonzalo no fue del todo mala; conocí a un chico y había estado saliendo con él, tal vez como distracción y funcionaba. No pensaba en Gonzalo, no lloraba, ni siquiera recordaba el evento humillante que había pasado previo a toda mi crisis depresiva. No crean que este chico había logrado sacar a Gonzalo y que por eso no estaba sufriendo, para nada fue así.. Un psicólogo que visite me comentó que, luego del incidente en la fiesta y la crisis en mi habitación mi memoria había emitido una especie de laguna mental que había apartado ese recuerdo en específico de mi cabeza, (¿No es alucinante? Gracias Laguna mental) Claramente no solo me había olvidado de ESE preciso momento, también bloquee algunos otros que no son relevantes. En fin, no estaba del todo desmemoriada, al mirarme las cicatrices percibía más o menos ciertos detalles de la noche en mi habitación y por ende cosas de la fiesta, pero no eran más que flashback que tal como llegaban a mi mente se desvanecian y no lograban tener efecto en mi. El chico con el que salí esa semana se llamaba Miguel, bueno se llama, hasta lo que se, sigue vivito. Miguel era todo lo opuesto a Gonzalo, me trataba bien, era atento y se le notaba que me quería de una buena manera. Pero con Miguel nunca llegué a nada más que una amistad.. Al final de esa semana, precisamente el viernes, me encontraba con Miguel en el cine, recién llegábamos y la estábamos pasando bien; fui unos segundos al baño. Mientras me lavaba las manos mi teléfono sonaba y sonaba, el nombre Gonzalo Ordóñez relucía en la pantalla y mi corazón explotaba dentro de mi pecho. Lo coloque en silencio y entre a la película. No preste atención a nada, luego de ver la llamada quede flotando, ida, totalmente aparte del mundo en el que estaba; recuerdo que fui a ver Río, la película cómica del guacamayo azul que no podía volar. Hoy la veo y me da mucha risa, pero ese día ni una mueca de sonrisa aparecía en mi cara. Al salir de la película tenia 32 llamadas sin contestar, de Gonzalo...
El resto de la salida con Miguel fue nula. No tuvo nada de relevancia y creo que yo no estuve ahí, estaba dentro de mi cabeza ahogándome en tantos recuerdos.Tengo una imagen que no se si es cierta o si realmente mi imaginación me jugó una mala pasada. Me veo a mi, acostada en el asiento trasero del auto de mi padre, quien conducía a toda velocidad, yo lloraba desconsoladamente, me costaba respirar, me costaba distinguir que era real y que era falso, veía sol y era de noche, veía lluvia y la verdad solo había oscuridad. Sé que termine en emergencias con una fuerte crisis nerviosa, que tuve que tomar ansioliticos por uno o dos meses, que una enfermera había visto mis cortadas y se había aterrado, que me habían recetado una terapia una vez al mes; recuerdo a mi mamá llorar y a mi papá consolarla. Recuerdo la canción de Skins (que era mi ringtone) sonar a fondo mientras me hidrataban. Estuve 4 horas en emergencias. Llegue a mi casa, me acosté a dormir pero no dormí. Estaba cansada física y mentalmente, estaba muerta, así me sentía... muerta. La laguna mental había cedido y mi mente había colapsado por los recuerdos que antes habían estado bloqueados, esto causó un impacto psicológico grande, que conllevó a una crisis nerviosa. Esto le leí en mi historial de la clínica, porque realmente no recuerdo nada de esa noche, solo lo que ya comente.
Estaba acostada en mi habitación, mirando el techo esperando que se desplomase sobre mi. Mi mamá entro junto a mi papá y se sentaron a mi lado...
-Solo queremos saber porque.— dijo mi papá que no ocultaba las lagrimas en su rostro.
-No se- inclusive en ese momento mi prepotencia estuvo presente.
-Agustina, no nos merecemos esto. No te criamos para esto, no te educamos día y noche para verte sufrir y no saber si quiera la razón. Te amamos y lo que te pase a ti, nos afecta a todos.- dijo mi mamá mientras me acariciaba el cabello.
-No me quiere mamá... No me quiere como yo lo quiero.- volví a quebrarme. Me acosté en las piernas de mi mamá mientras continuaba llorando.
-¿Todo esto es por él? Te desconozco mi amor...- dijo papá mientras se alejaba a llorar. Sus palabras fueron como dagas en mi pecho.
Yo sabia que me había hecho daño, que me estaba acabando psicológicamente, pero nunca fui consiente de que conmigo arrastraba a mi familia. Esa noche dormí abrazada a mi mamá, y creo que puedo decir que dormí plenamente, cosa que no hacía desde hace bastante tiempo. Desperté a las 3 de la tarde. Me di un baño, me tome los ansioliticos, me vestí, comí, como un robot, sin sentir nada, todo de una forma puntual. Me acosté en mi cama y me atreví a contestar algunos whatsapp que tenía pendientes, de amigas, de Miguel... Luego me di vuelta y dispuse a seguir durmiendo. Sentí la puerta abrirse tras de mi, como acto seguido la oí cerrarse. Alguien estaba en mi habitación, podía sentir su mirada penetrante sobre mi. Me di vuelta y ahí estaba Gonzalo, con una camisa negra y una bermuda blanca, me miraba, en sus ojos se veía arrepentimiento y dolor. Ahí estaba, frente a mi, el culpable de mis ganas de morir y la razón por la que aun respiraba, paradójico, ¿no? De frente a mi estaba él chico que me había hecho sentir insuficiente, poca cosa.Nunca fui suficiente para Gonzalo, de ninguna forma, siempre hubo algo mas o mejor que yo y a él no le preocupaba demostrármelo.
-Adiós, no tienes nada que hacer aquí.- le dije señalando la puerta sin mostrar algún cambio en mi actitud.
-Estoy preocupado por ti, entiende eso.- me dijo sentándose en mi cama, manteniendo la distancia. -Yo necesito que me digas que estas bien-.
-Si estoy bien o no, a ti no tiene porque importarte.
-A mi me importa y mucho, porque yo te amo maldita.
ESTÁS LEYENDO
¿Puedo llamarte amor?
Romance¿Puedo llamarte amor? es la historia sobre un amor que fue y que ya no es. Muestra la otra perspectiva de las relaciones amorosas. La parte que tal vez, muchos no se atreven a revelar. La verdad es que, personalmente, tampoco suelo hablar muchisimo...