CAPÍTULO XXII

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Juro que esa bruja no durará mucho por aquí. Me enloquece toda esta mierda. Pero se que a partir de esta noche, mi vida cambiara, no se si para bien o para mal, pero no estoy dispuesto a dejarme de nada.

—¿Y ahora qué haré? — Pregunté.
—Debe hacer un tratamiento con la psicóloga. — Respondió Betty.
—¿Y eso cuándo será? — Pregunté.
—Oye, deja de hacer tantas preguntas. Ahora iras a tu habitación, como ninguno soporta estar solo... Quedate quieto. — Respondió Betty.
—¿¡Qué!? — Exclamé... Pero me habían inyectado algo. De repente me sentí mas liviano, tranquilo, pero consiente de lo que pasaba. Cuando te inyectan un tranquilizante, todo es mas ligero y fácil de llevar, el único problema, es que no te puedes controlar.

Ví mientras me llevaban por un pasillo semi oscuro, solo la luz del amanecer era el que poco lo iluminaba. Llegué a una puerta negra, se veía de metal, tenía muchas cerraduras y era muy gruesa. Entré a la habitación. Una cama delgada con barandas blancas, ventanas cerradas, un pequeño armario y un baño. Parecía una película de miedo, solo que no hay monstruo.

—Disfruta tu larga estadía, señor Wolf. — Dijo la bruja de Betty. Salió de la habitación, cerrándola con llave.

El frío de ese cuarto era muy fuerte, podía sentirlo. De repente sentí mucho sueño, poco a poco mi vista se tornaba borrosa. Supuse que caería al suelo, así que me senté en la cama.

Cerré los ojos, pero después los volví a abrir, no puedo quedarme dormido. Al abrir los ojos, una figura tétrica y bizarra se presentó a mi. No sentí nada, pero después sentí como unas largas uñas se enterraban en mis manos, de repente el sedante ya no hacía efecto.

Me paré de la cama, corrí hasta la puerta y empecé a llamar a ver si alguien me escuchaba y me ayudaba, pero todo era inútil, podría estarme muriendo y nadie me ayuda. Yo solo insistí y insistí, pero nadie...

Saben, no se porqué existió un lugar como éste, puede que estemos locos, pero somos humanos.

Era una pesadilla infinita, todo estaba lleno de mis mayores miedos, fobias y traumas de mi infancia, frases que solía escuchar, momentos que viví. Era un castigo interminable. Saben, desearle a alguien esto, es inhumano.

Mi pesadilla duró mucho tiempo, hasta que por fin pude conciliar el sueño... Unas pocas horas, pero afortunadamente pude dormir.

En la mañana, todo fue extraño, me levanté pensando que era una horrible pesadilla lo que había vivido, pero no, es la realidad. Saqué mi cepillo, entré al baño y me arreglé.

Creo que eran las diez de la mañana, entró una mujer que parecía ser enfermera.

—Buenos días, Ryan. — Dijo la enfermera. Era una chica rubia, de ojos claros, alta y de piel muy blanca.
—No tienen nada de buenos, pero hola. — Respondí.
—Tiene que bajar a desayunar, debo aplicarle un calmante leve para que éste tranquilo. — Dijo la chica.
—Claro, no me dejaré inyectar de una desconocida. — Respondí.
—Ay, estas rodeado de extraños, pero esta bien, me presentaré. — Dijo la chica — Soy Amanda Kiledh, soy de aquí de Holanda, tengo 19 años y pues... Trabajo aquí con mi madre.
—Un gusto, Amanda, igualmente ya sabes mi nombre, Soy Ryan Wolf. — Respondí.
—Lindo nombre, me gusta. — Dijo Amanda.
—Gracias. — Respondí.
—Bueno, entonces dejate inyectar ya que me conoces. — Comentó Amanda.
—Ok. — Ella me inyecto su calmante, ya como yo lo llamo, La droga del loco.

Me llevó hasta un comedor, donde estaban todos los reclusos de esta cárcel. En realidad parecía una película de terror, todos estaban "Locos" unos no comían, se untaban la cara de comida, otros solo se dormían en las mesas, pocos comían, y un grupo se reía y lloraba... Vuelvo y digo, todos están locos. Claro que yo no es que sea el mas cuerdo, por algo estoy aquí.

—Ver esto todos los días me remueve el corazón pero a la vez me da miedo. — Comentó Amanda.
Yo no podía responderle, estaba drogado. Y no me daba la fuerza para hablar.
Amanda me sentó al lado de un grupo de personas que estaban comiendo, la comida llegó a mi. Una pasta blanca, con arroz. Se veía horrible, pero debía comer.

Mientras comía, con las pocas fuerzas que tenia, la mirada de alguien me distrae. Era una chica, pelirroja, de cabello semi corto, ojos oscuros, un tatuaje en el cuello que decía "Walking with evil" (caminando con el diablo), Ojos azules, muy claros, nariz pequeña y cara fina, demacrada y algo cansada.

No paraba de mirarme, en sus ojos pedía ayuda, aunque su cara reflejaba cansancio.

Al terminar el desayuno, llevaron a cada una de las personas a su habitación, incluyéndome. Usualmente siempre nos encierran. Estuve encerrado en ese cuarto hasta las doce de la mañana, a esa hora nos dejan salir a tomar el sol.

Llegó Amanda, me llevó al patio de descanso, donde también todos salen. Todos estaban descansando, unos demasiado drogados que no se mantenían despiertos, otros normales, disfrutando su pequeño momento de "libertad".

Amanda se sentó al lado mio, al parecer le caigo bien. Ella me cuenta lo que se hace aquí, me aconseja y me acompaña.

—Ryan, ¿Cuantos años tienes? — Preguntó Amanda.
—Acabo de cumplir 17 años. — Respondí.
—Oh, eres menor que yo. — Comentó Amanda.
—Si. — Respondí.
—Oh, debo ir donde mi madre. Después volveré, adiós. — Amanda se paró de la banca en la que estábamos y se fue.

Me quedé observando la vegetación fuera a este manicomio. La tarde era bonita, justamente se me antojó un cigarrillo. Tristemente no tenía. Solo en el pantalón que traje cuando entré, junto a mi celular.

La chica del comedor, se acercó a mi.

—Hola... — Dijo la chica.
—Hola. — Respondí.
—¿Puedo sentarme junto a ti? — Preguntó.
—Claro. — Respondí. Ella se sentó a mi lado. El cabello le brillaba con el sol, resaltando su cabello rojizo. Ammy... Me sentí mal, quería abrazarla, tenerla junto a mi de nuevo. Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero evité llorar delante de la chica.
—¿Sucede algo? Perdón... Te estoy molestando. — Dijo la chica.
—No te preocupes, es que me hiciste acordar a alguien... Pero ya. — Respondí.
—¿Te gustaría hablar de eso? He oído que hablar de los problemas es mejor que guardárselo. — Comentó la chica.

—Ay, Danielle, vete... Yo estoy con Ryan. — Dijo Amanda, llegando de sorpresa.
—Estoy hablando con él, vete tú. — Respondió.
—Ven, es hora de llevarte a tú cuarto. Se acabó la hora de descanso. — Comentó Amanda, llevándose a Danielle, supongo que así se llama.

Schizophrenia [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora