CAPÍTULO XXV

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—Lo siento, pero... ¿No pensarías en morir, si vives en el infierno? — Pregunté con lágrimas en los ojos y una voz entrecortada. — No estoy loco, yo soy una persona normal. Solo quiero salir de aquí y vivir mi vida. ¿¡Qué acaso no tienen corazón!?.
La psicóloga me miró a los ojos, se quito las gafas que llevaba puestas y se acomodó en su asiento.
—La verdad si, tengo una vida, tengo hijos, esposo... — Respondió, mirándome fijamente a los ojos. — Por eso trabajo, para ellos. Tú apenas eres un niño, debes aprender a controlarte primero.
—Pero no sabes lo que se siente que te tengan amarrado, sedado, con camisas de fuerza, que la gente te llamé loco, que todos te miren como la peor cosa, no sabes. —Resalté, mientras esas lágrimas contenidas, surgían de mis ojos cansados y llenos de odio a todo. — ¡Esto es un maldito infierno!

Dalet al ver mi tristeza, bajó la guardia y se acercó a darme un abrazo.

—Ryan, perdón... Pero este es mi trabajo. — Dijo Dalet. — ¿Quieres salir de aquí?
—Claro que si, es lo único que quiero.
—Tienes nueve meses para que controles tu enfermedad. — Dijo Dalet. — si para entonces, ya puedes controlarte, ten por seguro que saldrás de aquí.
—Gracias... — Respondí, mi corazón se sentía mas tranquilo, solo son nueve meses.
—¿Quieres ver lo qué pasó ayer? — Preguntó Dalet sacando unos CD. — Recomiendo discreción, estamos evitando que las directivas vean el vídeo.
—Vale, quiero verlo. — Respondí, Dalet sacaba los CD, pero... Me puse a analizar mejor. —Oye, Dalet... ¿Por qué me ayudan?

Dalet dejó los CD en la mesa y se sentó a mi lado.

—Eres la primera persona que veo que quiere cambiar. — Respondió, se paró de la silla y se sentó en la de ella. — Todos aquí solo quieren morir, por eso es que no me gusta ayudar a los que desean eso. Sabes, aunque la vida aveces sea difícil o poco interesante, llegará el momento en el que quisieras vivir mas, para ver pasar la vida mejor... Llevándose los malos momentos de ahora.

No entendí mucho, pero si lo suficiente.

—Sabes, debes entender el porqué todos aquí quieren morir. Es porque aquí no somos libres, estamos encadenados a las drogas, porque son drogas lo que nos dan. Solo hay personas que no ven lo que deben ver, porque simplemente viven en sus mundos, el mundo de las pesadillas, de los miedos, frustraciones... Te haré una pregunta, imagínate viviendo en un mundo donde estén tus peores miedos! Fobias y frustraciones, ahora imagina, que no puedes salir de ahí. Entonces... ¿Qué debes hacer?
Morir... — Susurró Dalet. — Tienes razón.
—No sabes el infierno que se vive dentro. — Mis lágrimas surgieron de repente. — Todo ese sufrimiento... ¡Maldita sea!

Dalet volvió a tomar los CD, los reprodujo y lo pausó en el principio.

—Toma asiento. — Dijo Dalet, corriendo las bancas. —Esto puede ser un poco largo.
—Esta bien. — Me senté.

”—Déjenme... Quiero morir en manos de todo, no hay motivo para vivir. "
Fue lo que dije, mientras lloraba y reía a la vez.
"—Ryan, quedate quieto, no queremos hacerte daño."
Las palabras de Dalet, tratando de tranquilizarme.
"—¡Mamá ven por mi! ¡Me dejaste solo! ¡No sabes cuanto te odio!... No, no, perdón mamá... No quiero quedar huérfano completamente."
Decía yo, mientras lloraba desesperadamente.
"—Maldición, se esta mordiendo las manos."
Claramente la filmación lo mostraba, mis manos sangraban.
En el vídeo también llego Betty. Ella me agarro con fuerza, los que filmaban me siguieron.
"—Ah, estas perras me quieren acabar, ¡Ayuda! ¿¡Qué clase de infierno volveré a experimentar."
Grité mientras me llevaban, Betty trataba de callarme.

Me llevaron hasta la sala de corriente. Betty me sentó en la silla, amarró mis manos y mis pies a la silla y me dejaron ahí sentado.

Dos enfermeros me conectaron transmisores de corriente a las manos, y en la cabeza, un casco de cables.

"—Malditos, ya paren de jugar conmigo, estoy cansado."
Grité. Descarga eléctrica.
"—¡AH! Miserables."
Descarga eléctrica.
"— Ya paren por favor..."
Descarga eléctrica.
"— Malditas perras, si muero, será mejor para mi."
Descarga eléctrica.
"—Esta mierda no me hace nada, Hahaha."
"—Suban el máximo voltaje."
Dijo Betty.
"—Hagan lo que quieran, hijos de puta, cabrones... Hahaha."
Descarga eléctrica.
Debió ser mucho voltaje, mi cuerpo quedo tendido, no paraba de temblar. Me enojé mucho. La cinta acabó.

—¿¡Por qué tienen qué hacer esto!? — Pregunté.
—Lo siento mucho Ryan. — Respondió Dalet, acercándose a mi. — Pero era nuestra obligación, ibas a matarte.
—Este vídeo me afectó, ¿ya puedo irme?
Amanda entró al consultorio, era hora del desayuno.

En la mesa, Danielle me esperaba al final. Me senté junto a ella y llegó mi comida.

—Oh, tus... Brazos. — Dijo Danielle, acercando sus manos a mi brazo.
—Malditos.
—¿Puedo darte un abrazo? — Preguntó Danielle. — Se que necesitas uno.
—Vale. En verdad lo necesito.
Danielle me acercó a mi y me abrazó, me apretó muy fuerte. Mire hacia la puerta, Amanda me miraba, parecía estar enojada.
—Auch, aprietas duro.
—Aw, lo siento. — Danielle me soltó. — Seré mas cuidadosa.
—No te preocupes. — Respondí. Coloqué mi mano en su cabello y lo desarreglé. — Me gustó.
Danielle se sonrojo, se puso como un tomate, se veía tierna.
—Oye, recuerda que dijiste que me dirías algo, además, tengo mas preguntas.
—Vale, te lo diré en el primer descanso.
—Aw. — Fruncí el seño. — Esta bien.

Estuvimos hablando mas cosas, como conociéndonos. Después de un largo tiempo, acabó la hora de almuerzo. Amanda esta vez me llevó primero a mi.

Llegamos al cuarto.

—¿¡Qué haces hablando con la estúpida de Danielle!? — Preguntó Amanda.
—Oye, oye... ¿Quién te crees? — Pregunté con las manos cruzadas. — Responde.
—¡Ah! Me choca que me trates así, me voy.
Amanda salió de mi cuarto, azotando la puerta y colocando las llaves.

Me recosté en mi cama, el sedante me hizo caer en un profundo sueño.

...

—Ryan, Ryan... Oye.
—¿Eh?... Qué pasa? — Pregunté mientras me paraba. — ¿Qué?
—Ryan, es hora del descanso. — Dijo Amanda.
—Vale, vale, ya me levanto.

Me acomodé el cabello y salí.

En una banca, junto a una tarde nublada, me esperaba Danielle, como siempre, con su cabello suelto, dando a descubrir su tatuaje en el cuello.

—¡Hola, Danni! — Saludé. — ¿Puedo llamarte así?
—Claro, suena bonito. — Respondió. — Sientate.
Me senté a su lado, acercándome mucho a ella, se sonrojo.

—¿Ahora si me dirás? — Pregunté.
—Vale, ¿Por donde empiezo...?

Schizophrenia [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora