CAPÍTULO XIX

35 4 10
                                    

Sea lo que sea, me gusta... Por primera vez algo que veo, me agrada. Osea imagínate estando en mi situación. Pero no hay final feliz, sin algo de tristeza.

La imagen que se proyectaba a mis ojos, de repente cambio, ahora veía a Christian, pegándole, reaccioné al instante, golpeé a la proyección de Christian. Sonidos tétricos empezaron sonar... El grito de un alma en pena en él infierno, muchos gritos, naciones, países gritando al mismo tiempo.

Pensé que la cabeza se me iba a estallar o que los tímpanos de mis oídos, saldrían de mis orejas, simplemente era terrible él sonido.

-¡¡BASTA!! ¡Malditas alimañas! - Grité fuerte, para contraer él sonido.
Era inútil, todo seguía igual. Me tiré al suelo tapandome los oídos.
-¡BASTA! ¡DÉJENME EN PAZ! ¡POR FAVOR! ¡YA! ¡BASTA! - Suplicaba, era tanto en sufrimiento que sentía.
¿Cómo es qué todo puede cambiar en cuestión de segundos? ¿Qué clase de mierda es esta enfermedad?

-¡Ryan! - Entró mi madre a la habitación.
-¡DILES QUE HAGAN SILENCIO! - Advertí.
-¿De qué hablas? Espera. - Mi madre salió de la habitación.

-Eres una puta niña ruidosa.
-Vete al maldito infierno. - Respondí, a lo que sea que fuera.

Christian y mi madre entraron corriendo a la habitación.

-Miralo, ¡Esta mal, Chris! - Resaltó mi madre.
-Calmate, veré si puedo hacer algo. - Dijo Christian, mientras me seguía retorciendo de la desesperación.

Me paré del piso, guiado por una de las tantas voces.

-Acaba con tu vida y yo acabaré tu sufrimiento.
-Esta bien, esta bien. - Contesté.
-¿Qué, Ryan? - Preguntó Christian.

Lo ignoré, entré al baño, me paré en frente del espejo. Una lágrima se escapó de mi ojo derecho, no me sentía capaz de acabar con mi vida, tengo muchas cosas que hacer. Cerré y los ojos y le pegué un cabezazo al espejo.

Eso sucedió en tan solo unos segundos, Christian intentó detenerme, pero fue inútil, fui mas rápido. Él dolor se volvió mas soportable, él sonido de los gritos desapareció, pero yo caí. Ví a mi madre acercarse, llorando. Christian sacó su celular desesperado... Todo se tornó borroso, hasta perder completamente la razón.

______

<<El sonido de un pulso>> Lentamente abrí los ojos. En la habitación no había nadie. Bajé la mirada, observe mi cuerpo, no ví nada, solo la cobija. Traté de alzar mi mano derecha, para observar como estaba y la ví vendada, canalizada, llena de pequeñas fisuras.

Me desesperé, me sentía frustrado. Ahora mi jodido problema mental no me dejará en paz, en lo único que podía pensar, era en eso. No entiendo porque trato de hacer todo esto, necesito ayuda.

Pero... Estoy solo, ahora no tengo a nadie para apoyarme. ¡No importa! Así tenga que hacerlo solo. Desde hoy, llevaré otra vida. No quiero decepcionar a nadie.

...

Largo tiempo después, entró él doctor.

-Oh, ya esta despierto... ¿Como se siente? - Preguntó él doctor.
-¿Cómo creé? Estoy mal. - Respondí.
-Esta bien... Entonces, ya los calmantes que te receté, te calmaran él dolor. - Dijo él doctor.
-Que sea rápido, quiero irme. - Respondí.
-Ehm, lamento informarte esto, pero... Tú no volverás a tu casa. - Informó él doctor.
-¿¡Qué!? ¿Entonces a dónde iré? - Pregunté.
-Tu historia psiquiátrica hizo que él estado te tomara hasta que cumplas 18 años. Desde que salgas de este lugar, seras trasladado a Holanda a él instituto de rehabilitación mental, él mejor manicomio del mundo. - Respondió él doctor.
-¿¡Qué!? ¿Te fumaste algo? No debes estar hablando enserio. - Me rehúse a creer lo que escuché.
-La verdad no, desde ahora, eres parte del estado. - Insistió.
-¡No! ¡No! ¡Eso es mentira!... ¡MAMÁ, VEN! - Estaba mal.
-Enfermera, traiga él calmante. - Él doctor llamó a la enfermera.

Yo me encontraba totalmente desesperado. Me paré de la camilla me desconecté lo mas rápido posible. Con las pocas fuerzas que tenía salí corriendo del la habitación.

-¡Detenganlo! - Dijo él doctor.
Yo solo corrí, hasta que me tropecé, caí al suelo y no podía pararme. Las enfermeras me alcanzaron, una de ellas traía una inyección, una aguja jodida mente larga, que enterró en mi antebrazo.

Ya saben como me sentí, me tranquilicé, y me dormí.

Volví a despertar en la camilla, esta vez, amarrado a ella. Los nudos eran fuertes, no podía soltarme, insistía y insistía, pero no daba mi fuerza.

La habitación era diferente, eso me hizo desesperarme aún mas.

-¡NECESITO SALIR DE AQUÍ! - Grité, para ver si alguien me ayudaba a salir.
...
-¡¿QUIÉN MIERDAS ANDA AHÍ?! NECESITO SALIR. - Insistí.
...
-¡AYUDA! - Continúe. Un doctor diferente, entró a la habitación.

-Ya Callate niño, haces mucho ruido. - Dijo él señor.
-¿Quién es usted? - Pregunté.
-Soy él psiquiatra del hospital, si no se calla, traeré otro calmante y te lo inyecto. - Respondió.
-¡Tengo que irme! - Le dije.
-Te iras pero a Holanda. - Respondió él señor.
-No, no, no. No iré a Holanda. - Insistí.
-Lo siento, pero iras. - Siguió firme.
-¿Qué me pasó? ¿Por qué estoy aquí? - Pregunté.
-Te diste un cabezazo con él espejo, te intentaste suicidar... Tienes una gran fisura en la cabeza, por poco y te matas de verdad. - Respondió él psiquiatra.
-Esta bien. Entonces... ¿No me despediré de mi madre? - Pregunté.
-Ella vendrá en unas horas, se le esta informando lo que pasará contigo, así que esperala. - Respondió. Él psiquiatra salió de la habitación y yo me quedé dormido.

...

-Hijo... ¿Cómo pasó esto? - Dijo mi madre, lamentándose.
-¿Ma... Má? - Me extrañé, despertaba.
-Cariño, No te puedes ir a Holanda... No. - Dijo mi madre.
-No quiero ir, pero ese puto viejo me dijo que ahora soy del estado. - Respondí. Los ojos de mi madre se llenaron de lágrimas.
-Lo sé, por... Por eso no quiero que te separen de mi. Además, ¿Quiénes se creen? ¡El estado no te parió! Fui yo. - Mi madre se enojó, pero no podía hacer nada.
-Mamá, ¿Quieres hacer lo último por mi? - Le pregunté.
-¿Qué? - Preguntó mi madre.
-Mamá, yo fumo... - Le contesté y al mismo tiempo se lo dije.
-¿¡Qué!? - No lo creyó.
-Perdoname... Pero fue lo único que encontré para relajarme, da igual. Traeme una caja de cigarrillos con una caja de cerillos. - Le pedí. Mi madre seguía llorando.
-No lo puedo creer, pero esta bien, si ya no podré verte y es lo último que puedo hacer por ti, lo haré. Aunque no éste de acuerdo. - Dijo mi madre. Ella salió de la habitación, después llegó, lo sacó del bolso y lo metió en la ropa que me trajo.
-No puedes fumar aquí. - Dijo mi madre.
-Lo sé, solo los llevaré a Holanda, para recordarte. - Respondí.
-Ay, no... Ryan. - Volvió a llorar.
-Ma, ¿irás conmigo al aeropuerto? - Pregunté.
-Claro que si, Ryan. - Respondió.

Ella se quedó conmigo, me cuidó todo él tiempo y hasta me contaba historias, como si fuera un niño pequeño. Son mis últimos momentos con ella, no me rehusaré a nada.

Schizophrenia [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora