Abro la puerta de casa.
-¡¿Hay alguien?!- pregunto
-¡Yo!- responde mi hermano desde mi cuarto. Debe de estar estudiando. Siempre ha sido un alumno de diez.
Abro la nevera y saco una botella de leche. La vierto en un vaso y me la bebo. Joder, hoy ha sido un día de locos. Y todo por culpa del maldito Álvaro.
Reconozco que puedo tener parte de culpa, ya que él al principio (según dice) no quería molestarme. Falta que sea verdad. Sin embargo, ¿por qué se ha comportado de manera tan infantil? Nunca nos habíamos hablado, solo para temas académicos. Cosa que no podía contar demasiado con él, la verdad. ¿Por qué hoy ha nacido... algo entre nosotros?
Sinceramente, no quiero que esto vaya a más. Ya tengo una sanción. Pero en el fondo, quiero fastidiarle como él a mí. Aunque hoy se ha llevado un buen balonazo. ¡Se me ha olvidado preguntarle si le he roto la nariz! No creo que un golpe tan poco fuerte le haya... ¿O sí? ¿Y si hablan sus padres con los míos? Lo que me faltaba. Además el viernes tengo examen de historia, se me va a caer el pelo del estrés.
Dejo el vaso en la pila y me subo a mi cuarto. Una vez allí, saco los libros, libretas y el estuche y empiezo a hacer los deberes. ¿Le habré roto la nariz? ¿Y si le dejo una marca de por vida? No me lo perdonaría...
Los remordimientos no me dejan estudiar. De repente, me veo en el balcón llamando a Álvaro.
-¿Qué quieres tú ahora?- pregunta mientras sale por la puerta de cristal.
Me quedo paralizada, he salido prácticamente sin darme cuenta, y ahora me veo aquí. Con él a un metro de distancia físicamente, moralmente está a muchos kilómetros. Lo único que nos separa es una cutre valla de apenas un metro.
-La verdad es que me da bastante igual... Pero quería saber si te he roto la nariz. Es solo curiosidad.- respondo yo nerviosa.
Álvaro se queda en silencio, vacilante. Procesa la pregunta y responde:
-Sí, me la has roto. Voy a tener que llevar esta mierda durante al menos dos semanas y pico. Y si empeora me pondrán venda. ¿He saciado tu curiosidad?- señala a su nariz.
Me quedo paralizada. Cuando se entere todo el colegio van a tomarme por mala persona. ¿Y si se lo dice alguien a mis padres? Me matarían.
Si hiciera caso a lo que me han enseñado desde pequeña, pediría perdón y ofrecería algún tipo de ayuda. Si hiciera caso, no le habría tirado un balón a la cara hace una hora. Si hiciera caso...
-Hum, interesante. Gracias.- respondo secamente y me dirijo a mi cuarto.
-¿Te he hecho un moratón en el culo?
Me quedo quieta y me giro.
-¿Cómo?- respondo yo.
-Ya sabes, curiosidad.- responde él con una sonrisa sarcástica. Tiene la sonrisa perfecta, y eso que no ha llevado aparato. Yo tuve que llevar de pequeña durante dos años.
-Sí.- miento. Lo digo en un tono más agudo, siempre me pasa cuando miento. Creo que lo nota porque me mira vacilón y enarca las cejas.
-Ahhh, vale. Gracias.- responde él secamente.
Nos miramos durante un segundo con una mirada de odio.
-Me tengo que ir a estudiar.- digo señalando mi cuarto incómoda.
-Adiós.- responde él.
Me meto en mi cuarto a la vez que Álvaro. Buff... Qué incómodo ha sido. Al menos ahora sé que se la he roto. Aún así, no es razón para aliviarme, sino todo lo contrario. Quería pedirle que por favor no se lo dijera a nadie, pero a lo mejor le daba la idea. Y también por orgullo, ahora no podía pedirle nada.
Llega la hora de dormir, ya son las 23:30. He leído durante un rato hasta que me ha invadido el sueño. Me meto en las sábanas y apago la luz.
Mientras se me cierran los párpados, voy haciendo una lista mental de lo que he conseguido hoy.
Una nariz rota. (No la mía)
Una sanción.
Un castigo.
Humillación pública. (x2)
Remordimientos.
Un nuevo enemigo, el cual está en la habitación de al lado. Calculo que a más o menos a 3 metros.
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Como enero y diciembre
RomanceClaudia es una adolescente responsable y estudiosa. Sin embargo, Álvaro es completamente todo lo contrario. Mientras que Claudia pasa las noches leyendo, Álvaro se va de fiesta a conocer a gente. Poco a poco, irán cambiando su odio mutuo por un amor...