Capítulo 5

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Martes

"-Buenos días, princesa.

Me despierto y veo a Álvaro en mi cama, sentado y acariciándome el pelo.

-¿Cómo has entrado? ¿Qué haces aquí?- digo confundida.

-Tenía que pedirte perdón por lo de ayer, me pasé contigo. Asumo toda la culpa.- Álvaro está muy sereno, ¿no es extraño en él? Pasa de acariciarme el pelo a acariciarme la mejilla.

-Ah... Eh... No pasa nada.- sigo confundida.

-Eres preciosa.- dice él.

-Gracias.- noto que me sonrojo, y él también por lo que sonríe. 

Empieza a acercarse a mí, ¿me va a besar? Empiezo a acercarme a él, ¿le voy a besar? Empiezo a sentir su aliento y mis labios rozando los suyos lentamente..."

El sonido del despertador hace que me sobresalte de la cama, despertándome de mis sueños. Porque ha sido un sueño, ¿no? Miro en mi cuarto, ni rastro de Álvaro. Sí, solo un sueño. Menos mal.

¿Por qué habré soñado eso? Es evidente que Álvaro no me atrae NADA... ¿No? Bueno, a ver, físicamente está muy bien, pero se desvanece al abrir el pico. No por su sonrisa... Su sonrisa enamora. Sino por sus palabras. A no ser que sean las del sueño. Dios, ¿qué me está pasando?

Además, lo odio. Vale que a lo mejor le perdonaría si me pidiese perdón (cosa que no va a hacer), ¡pero no lo besaría! ¡Ni en sueños! Aunque acabo de soñar que sí que le besaba...

Son solo sueños, no realidades. No refleja lo que pienso, ni lo que siento, ¿no? Es solo la imaginación de mi subconsciente. Sí, solo eso. Decido culpar a las hormonas y me levanto de la cama.

Me pongo el uniforme y bajo a la cocina a desayunar. Allí, me encuentro con Maya. Maya es mi perrita, tiene apenas 6 meses. Es un hasky siberiano hembra. Me encanta esa raza, tuve que pelear duro para convencer a mis padres, ya que era bastante cara.

Empieza a lamerme las piernas y yo le correspondo con caricias. Es bastante buena.

Cuando termino de desayunar, subo a mi vestuario. Me pongo colonia, me lavo los dientes, me pongo un poco de maquillaje y me hago una trenza de espiga. Cuando veo que estoy lista, bajo a la entrada, me despido de Maya y me cojo la mochila.

Hoy hace bastante fresco al parecer. Cierro la puerta de mi casa y al girarme veo a Álvaro en su moto. ¿Deja-vú? Sea como sea se repite la escena de ayer, me mira, le miro, se pone el casco y se pira. Al menos esta vez me regala un poco de humo que hace con la moto. Lo odio.

Empiezo a caminar, y como ayer, me pongo música. Esta vez Headlights de Robin Schulz. Es muy pegadiza.

No sé por qué, pero lo voy a reconocer; esta canción me recuerda a él.

Primera hora; física.

Me presento como voluntaria para corregir los deberes. Al ir hacia la pizarra, paso por al lado de Álvaro. Álvaro se sienta en segunda fila, en la derecha del todo por lo que está al lado del pasillo. No sentamos en filas de 4.

Cuando estoy pasando, noto que me pega un tirón débil en la trenza. Me giro cabreada y confusa, y veo que me está sonriendo forzosamente hacia mí, como riéndose de mí. En serio, no le soporto.

Salgo y resuelvo el ejercicio con total concentración. Cuando acabo, me giro hacia la clase y el profesor. Veo que todos se están riendo y el profesor me mira con preocupación. ¿Tan mal he hecho el problema?

-Claudia... No te lo tomes a mal, pero se ve que esta mañana se te ha olvidado ponerte coleta al final de la trenza.- dice el profesor con delicadeza.

¿Cómo? Si me acuerdo perfectamente, es una coleta gris. ¿Se me habrá caído por el camino? No creo, me la he apretado bi... Miro a Álvaro y lo entiendo todo; me la ha quitado al salir de la pizarra. Le miro con cara de odio y no sé como reaccionar.

-Ha sido Álvaro, me la ha quitado él.- digo señalándole.

-¿Yo? ¿Qué? Ayer me rompiste la nariz y hoy me vienes con esto. Un poco más y esto se consideraría bullying.- responde Álvaro mirando a toda la clase. Todos los alumnos sienten y me dan ganas de meterle un puñetazo.

-¡Registradle! Seguro que tiene la goma.- empiezo a dirigirme hacia él y empiezo a mirar en sus estuche y en su mochila.

-Y ahora es cuando la estarás poniendo en algún lugar para que parezca que te la he robado, ¿no? Esa técnica está muy usada, ¿no crees?- dice él, tranquilo.- Por cierto, creo que se necesita una autorización legal para hurgar en las cosas de los demás sin su consentimiento. Y además delante de su cara.

La furia y el descontrol nacen dentro de mí. Sé que lo que está diciendo puede resultar verídico a los demás, ya que tiene mucho sentido. ¡Pero es mentira!

-Claudia, relájate. Para.- ordena el profesor.

-¡No me relajo! Este chico está mintiendo, y está sacando trapos sucios para culparme a mí. ¿¡Es que tengo yo acaso pinta de romper narices y hacer acusaciones falsas?!- grito, debo tener la trenza ya totalmente deshecha, ya que no paro de moverme y de agitar la cabeza.

-¡Claudia! ¡Basta ya! Te quedas sin patio. Vas a ir al despacho del director a ver si así te relaja un poco.- responde el profesor.

 No puede ser, otra vez no. Llevaba 15 años sin tener que recibir una bronca del director y en dos días esto. Se me cae el alma a los pies. Y lo mejor de todo es que Álvaro va a resultar ileso. 

Supongo que él tiene ventaja, porque lleva toda la vida teniendo líos peores que este, pero yo nunca he formado parte de ningún jueguecito de estos. Bien, si él está jugando conmigo, yo voy a hacer trampas.



Como enero y diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora