Capítulo 6

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Abro la puerta del despacho del director. Otro deja-vú. 

-Rodrigo Sánchez ya me ha mandado por e-mail lo ocurrido, pero me gustaría que me explicases lo que ha sucedido con detalle.- dice el director lentamente, en un tono neutro.

Le cuento todo lo que ha ocurrido hoy, y pido perdón.

-Señor director, yo nunca me he metido en bullas de estas ni en líos. Puede mirar el expediente o mis notas. Simplemente Álvaro Duato me está incitando a hacer estas cosas. Sé que me he pasado, pero no fue mi intención romperle la nariz ni...

-¿Romperle la nariz?- el director me lanza una mirada dubitativa.

-Sí, le rompí la nariz...- confieso avergonzada.

-Oh, por Dios, no. Aquí no se ha roto ninguna nariz. Simplemente se llevó un buen golpe. 

-¿Y por qué lleva entonces el parche?

-¿Sigue llevándolo? Solo se lo dieron para que se lo pusiera ayer hasta que se acostase. Se le inflamó bastante y se puso de un color morado...- asiente él.

Todo cambia en mi interior. ¿No le rompí la nariz? ¿Sigue llevando el parche? Hoy ha reconocido ante todos que sí que se la rompí, y ayer a mí en privado.

Solo cabe una opción; está mintiendo. Está mintiendo al igual que con lo de la goma de pelo. Quiere dañar mi fama, o hacerme sentir mal. O ambas cosas. Y lo estaba consiguiendo.

Es un cerdo mentiroso. Parece que el odio que le tengo se incrementa por momentos, por horas, por días...

-Bien Claudia, sé que siempre has sido una alumna brillante, es más...- no le escucho cuando habla. Solo pasan planes disparatados por mi cabeza.- ...sé que la vida del estudiante no es nada fá...- se va a enterar. Ojo por ojo, diente por diente. O karma. Como quiera llamarlo.-...puedes irte ya...

Acaba la última hora de la tarde, y justo cuando empiezo a hacerme ilusiones de llegar ya a casa, recuerdo que me toca limpiar el comedor. Con Álvaro.

Cuando entramos en el comedor, nos encargan unas tareas. Primero barrer y luego limpiar las mesas. Qué tarde más divertida. Empezamos a barrer en silencio, cuando llevamos un rato, Álvaro dice:

-Ah, por cierto...- se mete la mano en el bolsillo del pantalón.- Esto es tuyo.

Veo que tiene mi goma de pelo gris. Me la lanza y yo torpemente la consigo coger. Me hago un moño y sigo limpiando.

-¿Y las gracias?- pregunta él mirándome con las cejas elevadas. Le miro vacilante.

-Aquí.- le saco el dedo del medio, el corazón. Álvaro se ríe. Odio cuando se ríe sin que haya dicho algo gracioso.

-Reconozco que esa ha sido buena.- al decir esto levanta las manos como cuando arrestan a alguien. Su pose me da gracia, pero oculto la sonrisa.

Cuando terminamos de barrer, pasamos a las mesas. Yo voy echando abrillantador y el pasa la esponja húmeda. Al cabo de un tiempo, noto la esponja en mi espalda.

-Tienes una mancha.- dice riéndose.

La esponja hace que me estremezca y que curve la espalda. Cabreada, me giro y le lanzo abrillantador a la cara. Cuando lo hago, empiezo a reírme pero él no lo hace.

-¡Mis ojos! ¡No veo nada!- empieza gritar. Preocupada, me acerco a él a verle los ojos. Me entra pánico, ¿otra vez la misma historia? Cuando lo hago, me lanza la esponja al escote y empieza a reírse aún más.

Creo que no hace falta ser sastre para saber que una blusa blanca mojada, se transparenta. Empiezo sonrojarme y empiezo a pegar a Álvaro. Él empieza a correr, y cuando ya me lleva mucha ventaja, me lanza la esponja. No acierta y se queda en el suelo. A continuación, me resbalo con ella, y me caigo hacia atrás, aterrizando con la espalda.

Me quedo inmóvil en el suelo, con los ojos cerrados. El golpe ha dolido. Al ver que no me levanto, Álvaro viene corriendo. Se pone de rodillas a mi lado.

-No... No puedo moverme... No siento las piernas... No...- empiezo a murmurar. Veo el temor en los verdes ojos de Álvaro. Empieza a palparme las piernas.

-¿Te duele?- pregunta preocupado.

-¿El qué?- pregunto.

-Te estoy tocando las piernas...

Me levanto un poco y veo que me está tocando la rodilla.

-¡Álvaro no lo siento! ¿Qué está pasando? ¡No puedo moverme! ¡Haz algo!

-¡¿Qué quieres que haga?!- exclama él con la voz quebrada.

-No quiero quedarme paralítica, no Álvaro...- empiezo a sollozar.

Álvaro se pone las manos en la cabeza.

-Lo siento, Claudia, lo siento... Todo esto es mi culpa, por ser un imbécil. Lo siento. 

-Me lo debías, yo te he roto la nariz.

-No Claudia, no... En verdad no me rompiste nada, ha sido todo una farsa. Claudia, en el fondo yo te...

-¡Lo sabía!- exclamo. Me siento y le arranco el parche de la nariz. Hace una expresión de dolor pero al segundo se le va.

-¿Cómo?- pregunta confuso.- ¿Puedes moverte?

-Sí, y sentir las piernas.- empiezo a reírme pero él se queda callado.- ¿Te lo habías creído? ¿En serio? Era para devolverte tu mentira sobre la nariz.

Se queda un segundo callado, mirándome, después empieza reírse junto a mí.


Como enero y diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora