Capítulo 3

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Las clases se hacen eternas, pero por fin, llega la última hora del día; gimnasia. No es una asignatura que me encante, pero para la última hora está mucho mejor que física o matemáticas.

Cogemos nuestras bolsas de deporte y nos vamos hacia el vestuario. Las chicas al nuestro y los chicos al suyo, evidentemente. Empezamos a cambiarnos hasta que estamos listas y salimos al campo, donde nos espera el profesor de educación física.

-Bien chicos y chicas, el tema de este trimestre es el voleibol.- Sonrío de emoción, fuera del colegio doy voleibol, por lo que es probable que llegue al diez este trimestre.- Vamos a practicar el más simple, el toque de dedos.- Coge una pelota y hace un toque de dedos.- Así, ¿entendido?

Todos asentimos.

-Bien, podéis colocaros en grupos de los miembros que queráis mientras no sobrepaséis cinco. Coged una o dos pelotas por grupo, yo iré pasando y mirando a ver qué tal lo hacéis.

Nos colocamos Celia, Paula, Laura y yo. A todas se les van las bolas, excepto a mí. Al menos, trato de enseñarles como se hace, pero no lo pillan exactamente. Todo va bien, hasta que de repente noto una bola golpeándome el trasero. Confundida, me giro y veo a la pelota que me ha golpeado alejándose de mí.

Miro a mi alrededor, para saber de dónde venía y me encuentro a Álvaro riéndose con sus amiguitos. Empiezo a sentir calor en las mejillas, no sé si es de ira o de vergüenza, supongo que un conjunto de las dos. Mis tres amigas están calladas, de expectantes. Apenas sin pensarlo, lanzo mi pelota con toda la fuerza posible a la cara de Álvaro. Acierto.

Veo que paran de reírse y se quedan callados mirando a Álvaro, en especial a su nariz, de la que poco a poco va fluyendo sangre. Satisfacción y remordimiento bailan dentro de mí. Se lo merece, pero a lo mejor me he pasado. Sea como sea, el profesor de educación física va corriendo hacia Álvaro.

No escucho lo que le dice, pero empieza a dirigirse hacia la consulta del colegio.

-Claudia, luego hablaré contigo.

Mierda. Lo ha visto. Sólo me falta que ahora me coja manía. 

Seguimos jugando al voleibol, pero preocupada. No por Álvaro, evidentemente, sino por el profesor. Bueno, por Álvaro también me preocupo, al fin y al cabo muy poquito. Pero me estaba tocando las narices, así que yo se la he tocado a él. Pero con un balón.

Acaba educación física y Álvaro no aparece. ¿Y si le he roto la nariz? Puede que me haya pasado. Me imagino a Álvaro viniendo al colegio con un parche en la nariz. Por cierta parte me da gracia, pero por otra pena. Justo cuando voy a meterme en el vestuario, dan un aviso por megafonía.

-Atención por favor, la alumna Claudia Ramírez acuda al despacho del director, gracias.

Se me hiela la sangre. ¿Cómo? ¿Despacho del director? ¿Yo? Empiezo a sentir mi corazón latiendo con fuerza. Con fuerza de voluntad, me dirijo hacia el despacho. Solo he estado allí una vez, y fue para felicitarme por un premio de literatura.

Cuando abro la puerta, veo a Álvaro sentado en una silla mirando al director. Y al director en su mesa, claro. Nerviosa y maldiciendo la vida, cierro la puerta en silencio y me siento.

-Bien, se ve que ha habido un pequeño problema en educación física.

-Señor director, se lo puedo explicar.- señalo a Álvaro, me doy cuenta de que tiene un parche en la nariz, mierda.- Él me ha lanzado una pelota primero y yo, enfurecida, se la he devuelto. Lo siento.

-Lo sé, Álvaro ya me lo ha explicado todo antes. No me gusta hacer esto, pero voy a tener que daros una sanción.

¿Una sanción? ¿Qué? Esto no puede estar pasando.

-Mañana os quedareis después del colegio a limpiar el comedor, ¿entendido?- dice él levantando las cejas.

-Entendido.- respondemos los dos al unísono, y después, pegamos un resoplido.

Salimos del despacho y empezamos a bajar las escaleras.

-¿Por qué?- digo yo sin darme cuenta.

-¿Por qué qué?- responde él arisco.

-¿Por qué has reconocido que tú me habías lanzado la pelota antes? Podrías habértelo callado.

-Podría, pero seré lo que quieras, menos un cobarde. Y hubiera sido injusto para ti.

-¿Qué ahora te importa mi bienestar? ¿Después de lanzarme una pelota al culo?- me paro en medio de las escaleras. Él también se para y se gira hacia mí. Me mira un segundo. Después, eleva las cejas y los hombros en un movimiento de indiferencia. Continúa bajando las escaleras, sin embargo, yo me quedo donde estaba, sin moverme, viendo como se aleja.



Como enero y diciembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora