—Entiendo —repitió por décima vez. A la quinta ya lo dejó de escuchar.
—Asegúrate de no acercarte mucho a mí. —JiMin lo apuntó con uno de sus dedos. YoonGi asintió sin prestarle mucho interés y miró a su alrededor.
—¿Si hacemos como que somos amigos no sería más fácil? —cuestionó, dejando su mirada cansada y aburrida posada en los ojos del chico.
—No. Mala idea —articuló el otro de inmediato—. Solo mantente alejado de mí. Eres raro.
Asintió porque no quería discutir con el chico. Le fastidiaba que colocara argumentos estúpidos y francamente no quería estar cerca suyo, solo insistía porque, a fin de cuentas, eso era le pedían.
Metió las manos en los bolsillos de sus costosos jeans y se adentró por las puertas de cristal oscuro. De inmediato vio el gran y majestuoso escritorio de la secretaria.
—Buenos días. Necesito mi horario —solicitó sin apartar su expresión seria.
—¿Me puede decir su nombre, por favor? —pidió ella con una sonrisa—. Este año llegaron varios estudiantes nuevos a medio semestre.
—¿Y a mí qué mierda me importa? —espetó demasiado bajo como para que lo escuchara.
—¿Cómo? —se aventuró ella a preguntarle y él inmediatamente negó con la cabeza.
—Mi nombre es Min YoonGi —dijo fuerte y claro, porque no quería volver a repetirlo. De hecho, no le gustaba mencionar su nombre, ya que siempre acaba dándoselo a los policías.
—¿No es Park YoonGi? —preguntó la secretaria mientras ojeaba la pantalla del computador.
YoonGi frunció el ceño y analizó por unos segundo la situación para después asentir.
—¡Dios! Que feo es mi nombre ahora —musitó sin poder evitarlo mientras miraba el escritorio e intentó moverse entre ese terrible mar de gente.
Le sorprendió un poco, lo admitía. De seguro la familia Park no tenía en qué gastar su dinero, ya que prácticamente adoptaron al guardaespaldas de su hijo para incluirlo en la universidad y carrera de dicho muchacho. Sonaba ridículo.
YoonGi llegó hasta la primera clase y se preguntó qué mierda hacia ahí cuando se suponía que él debía estar detrás del príncipe ese. De igual forma, razonó que JiMin tendría que estar en todas sus clases. Él, mientras tanto, solo debía mantenerlo vigilado, dado que ese era su trabajo.
No supo por qué, pero cuando vio el montón de cabelleras coloridas no se sorprendió, ya que esos chicos tenían el dinero para teñirse el cabello todos los días si quisieran. Cuando pudo distinguir la cabellera naranja que tenía que estar en su radar se aseguró de no sentarse demasiado lejos ni demasiado cerca ante la petición del chico. Por ello, tomó asiento a unos puestos más atrás de JiMin.
No le importó demasiado la gente que estuviera a su alrededor, pero el impertinente chico a su constado lo puso un poco nervioso ante su sonrisa tan amplía.
—Hola —articuló el indeseado y se apegó un poco a YoonGi—. Eres nuevo, ¿no?
Asintió porque en realidad no tenía ganas de hablarle. Además, debía concentrarse en el príncipe en cautiverio de la familia Park.
—Soy NamJoon —habló el rubio y YoonGi volvió a asentir.
El que NamJoon tuviera las puntitas de su pelo de color rosa hacía que le picara la nariz con el olor a maricón. Además, a él no me gustaban mucho los hombre maricones; excepto Aaron, él le caía bien.
—¿Cuál es tu nombre? —interrogó y YoonGi no pude evitar rodar los ojos.
—YoonGi —logró articular antes de que el profesor callara a todos.
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Versus • || YoonMin ||
Fanfiction|•| Había que hacer lo necesario por dinero, ese era el punto. El que YoonGi tuviese que salir de los peores barrios de Seúl para meterse a la casa de un chico rico ya era un cambio, especialmente si ganaba grandes sumas de dinero solo por cuidarlo...