'Érase una vez un dragón en un mundo en el que no existían. Era elegante, magestuoso y sin duda, hermoso. La gente le decía que no podía ser un dragón, que no existían. Pero él veía el mundo de forma distinta. Él era el fuego en sí, intenso, hipnotizante, perfecto y dañino.
Érase una vez una princesa en un mundo donde sólo existían en los cuentos. Todos le decían que no podía ser una princesa, que tenía que seguir a la sociedad, que estaba mal, que no era suficiente. Pero ella no podía seguir a la sociedad, y se hundió en un pozo oscuro de filos cortantes. Ella era como el océano, más profundo cuanto más te adentres, apacible, pero terrible, frío pero ardiente.
Llegado un día, el dragón y la princesa se conocieron. Encajaron, por que ambos eran distintos a la sociedad. Pero fue por un tiempo en el que la princesa estaba muy muy triste. Hablaron noches y noches, y la princesa descubrió que tal vez.. Tal vez le gustara el dragón. La princesa acostumbra a hacer tonterías, y le dijo lo que sentía, demasiado pronto. Entonces algo se rompió entre ellos y ella se hundió un poco más. Por que el dragón creía que no estaba en su naturaleza amar.
Tiempo después, el dragón y la princesa volvieron a hablar. Y ella se hundía más cada día. Y ella lo quería más cada día. Y él parecía quererla, a veces. Y él parecía amarla, en ocasiones. Y ella se rompía, a cada momento.
Y ahora.. Ahora parece que las cosas se arreglaron. Ahora parece que todo estará bien. El dragón y la princesa se quieren, quizá. A la princesa le gustaría tener más, pero respetará la opinión del dragón, por que lo más importante es estar en su vida. Pero aunque parezca que todo esté bien.. La princesa llora, lágrimas rojas, transparentes y dolorosas, y el dragón está demasiado lejos para mostrarle que no necesita ser perfecta.'