CAPITULO 35

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MARTES, FEBRERO 2

Kim

- Gracias por acompañarme hoy.- murmuro.

Alex mantiene sus ojos grices fijos en el cementerio colorido, tras visitar la dolorosa lápida de Noah. Sus antebrazos apoyados en el volante, tamborileando sus dedos, y observando sin observar, cómo si su mente estuviera siendo atacada por millones de pensamientos alternos a este momento.

Podria nadar en la tensión que rodea la cabina del auto, la luz de un azul que se oscurece, dandole a la tarde un aire perezoso, y los montones de problemas provocando que ni siquiera nos miremos a los ojos. Casi llego a preguntarme qué hace aqui, porque no parece contento de estar en este lugar, pero luego caigo en cuenta de que tampoco estoy segura de por qué estoy yo sentada en este asiento de cuero.

Suspiro, concentrandome en el puesto de flores desierto.

- No iba a dejarte adar sola por el pueblo después de que casi pierdes un bebé.- suelta, dandome un gesto desganado.

Asiento, mirando como sus dedos mueven un poco la palanca, pero se arrepiente y regresa a su pocisión inicial. Antes de dejar caer su cabeza sobre sus brazos, suspirando, miro su rostro con curiosidad.

- Luces terrible.- murmuro, detallando las manchas negras bajo sus ojos y la bandita en su mejilla.

Bufa.

- No he dormido bien estos días.- admite.

Vuelvo a fijar la mirada en algun otro punto alrededor.

- Nunca te pedí que hicieras de guardaespaldas.- murmuro

Se gira hacia mi, con un gesto severo que luce, más bien, agotado.

- ¿Puedes parar? - suelta.- Voy a arrancar, solo deja de echarme mierda.

No digo nada, simplemente desvio la mirada y apoyo la cabeza en el espaldar del asiento,resoplando e intentando concentrar mis pensamientos en algo que no sea el detesto mutuo que inunda el pequeño espacio en que nos encontramos.

Arranca.

Alex nunca ha sido una persona muy sentimental, desde que lo conozco se caracteriza por ser bastante distante, agresivo, e incluso, orgulloso. No es nada nuevo en él esta actitud, pero nunca la habia visto dirigida hacia mi.

La densidad de la atmosfera se extiende por la carretera mientras nos dirigimos a casa de la señora Thompson por su cumpleaños numero cincuenta, aunque ella prefiere que no lo mencionemos. Procuro no mirarle, pero es inevitable, luce exhausto, malhumorado y hostíl. Y realmente, su intensidad ese día en el hospital por quedarse, no parece haber pasado nunca.

Pero no digo nada, porque mientras más intente echarle, más se va a aferrar a la necesidad de probarme lo contrario a eso que le he incriminado.

Hace varios dias que una suplente atiende a los niños por mi, dias en los que solo vengo aqui, a decirle a Noah que mi optimismo ante mi mierda de vida no está funcionando. E incluso intento convencerme que todo esto no me está haciendo volver a caer en la tristeza de su muerte y en el comportamiento involuntario de sentir que hablar con una piedra con su nombre tallado es lo mismo que hablar con él.

Pero creo que, ultimamente, todos estamos siendo succionados por el agujero negro del pasado.

- Llegamos.- informa, al notar lo perdida que estoy entre mis pensamientos.

Me quito el cinturon de seguridad y abro la puerta, acomodando la falda de mi vestido rojo y siguiendo los pasos de Alex. Entramos a la casa repleta de gente y la señora Thompson nos da un abrazo apretado a cada uno.

April: No te enamores de la apuestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora