Cereales voladores. Capítulo 35

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Al despertar me sentí desorientada pero al lograr enfocar mi vista distinguí a Rubius plácidamente dormido con un brazo rodeando posesivamente mi cintura. Me giré con cuidado para quedar frente a él. Sonreía en sueños, de seguro soñaba conmigo. Esa soberbia tan típica mía que creí haber perdido regresó pero no me sorprendía del todo. Me mantuve inmóvil con nuestros cuerpos tan cercanos y nuestros rostros a escasos centímetros. Rubius se removió en su lugar despertando, aun así su brazo permanecía limitando mi movilidad.

—Buenos días, Kath —me regaló una dulce sonrisa llena de inocencia a pesar de haber dormido en la misma cama. Nuestros cuerpos se encontraban cubiertos hasta el cuello por las sábanas.

—Buenos días, bello durmiente —besé su nariz juguetona. Él me miró sorprendido con una estúpida sonrisa que sólo aumentaba con cada acción—. ¿Qué?

—Alguien se ha despertado cariñosa —su sonrisa ahora algo burlona, se borró para agregar otro comentario pero pareció haber cambiado de opinión ya que regresó esa gran sonrisa socarrona.

—Pues no te acostumbres —al levantarme noté que no traía pantalones, sólo llevaba puesta la camisa enorme que me gusta usar como pijama. Él pareció notar mi sorpresa.

—Te veías realmente incómoda durmiendo con tu vestimenta casual así que te la quité y te vestí nuevamente con tu pijama —reí un poco debido a su reacción creo que esperaba alguna clase de reprimenda pero no la recibiría, al menos no por mi parte.

—Espero no hayas disfrutado verme en ropa interior —bromeé logrando que se ruborizara al recordar la escena.

—Yo no —tartamudeó nervioso lo cual me causó gracia y hasta ternura.

—Calma, estaba de coña —reí levemente—. Sé que es imposible no disfrutarlo —con cierta pose de diva logre que el chico caiga desde la cama directamente al suelo con un golpe seco lo que provocó mi propia risa. Al levantarse noté que no llevaba camisa—. ¿De dónde has sacado la confianza para dormir sin camisa? —me burlé de él.

—Tienes suerte de que haya reprimido mis deseos de dormir en bóxer —ambos lanzamos unas sonoras carcajadas—. Déjame decirte que los jeans no soy el mejor pijama.

Negué aun riendo y me dirigí a la cocina a preparar el desayuno que consistía en un tazón de cereal que había sobrado el día anterior. Cuando Rubius lo vio casi se desmalla.

—Anda Kath, sé que se te da muy bien la cocina —suplicó el chico prácticamente de rodilla—. ¿Podrías hacer Waffles?

— ¡Pero me da flojera! —me quejé. Éste sólo tomó el cereal y lo aventó por la ventana con el tazón incluido—. ¡Oye!

—Ahora deberás cocinar para no morir de hambre —sonrió satisfecho puesto que creía haberme vencido pero lo que había hecho estaba lejos de ser una victoria.

— ¿Quieres comer? —pregunté irónica—. Pues baja y recoge las hojuelas de cereal, no pienso cocinar —Rubius se dirigió a la puerta con la cabeza gacha. Yo no le dirigí la mirada y encendí la televisión. Sólo estaba bromeando pero me sobresalté al escuchar la puerta cerrarse, tanto que el control remoto salió disparado de mi mano cayendo al suelo con un sonoro golpe. Corrí detrás de Rubius quien se encontraba aguardando el ascensor. Lo tomé del hombro y éste se giró a mirarme.

—Oye ¿dónde crees tú que vas? —no tardé mucho en recordar que llevaba puesto únicamente la camisa enorme, a él le tomó menos tiempo que a mí percatarse de aquello por lo cual ahora me arrastraba de regreso al apartamento—. Si quieres Waffles tendrás que ayudar.

— ¿De verdad? —exclamó casi saltando de felicidad. Yo asentí sonriendo. No sabía cocinar, debía haberme vuelto loca—. ¿Sabías que te amo?

—Desde que has llegado no dejas de decirlo —¡Lydia! Deja de ser tan cínica con él. Ese tío está tan colado contigo como tú.

Ambos nos dirigimos a la cocina para preparar los Waffles y al cabo de unos 20 minutos ya habíamos terminado. No fue una escena como las que aparecían en las típicas comedias románticas. No hubo pelea de comida. El lugar permaneció limpio al igual que ellos. La razón fue que, al ver que Rubius no se lo tomaría con seriedad lo alejé de la comida dándome apoyo moral a la distancia.

Cuando comenzamos a comer pude sentir las imperfecciones que tenía mi comida pero no estaba mal para ser mi primera vez. Rubius, en cambio no fue tan exigente y devoró el plato con la mayor rapidez del mundo.

—Mamá, perdón pero tus Waffles acaban de pasar al segundo puesto —Rubius fingió estar hablando con su madre por teléfono.

—Deja de ser tan tonto —reclamé riendo.

—No es mi culpa —se encogió de hombros—. Me caí de la cuna cuando era un crío.

—Pobre imbécil —me burlé causando que él me envolviera con sus brazos acorralándome.

—Di que soy el tío más guapo que has conocido y puede que te suelte —me amenazó entre risas.

—Nunca —me dio un corto beso en los labios y luego me echó una mirada como diciendo "¿Qué tal ahora?"—. Eres el tío más jodidamente guapo que he conocido.

—Que conste que ese "jodidamente" no se requería —sonrió burlón.

—Ese es el punto —le guiñé un ojo—. Ahora aparta que no me dejas respirar.

—Me temo que no, Kathi —imitó el apodo con el cual mi padre me llamaba.

—Tú has dicho que —él interrumpió mis palabras con las suyas.

—He dicho "puede que te suelte" —continuaba con su sonrisa enorme pintada en la cara.

—Entonces ¿qué es lo que quieres? —reclamé—. Es decir, ya he cocinado y he dicho que eras guapo ¿qué más esperas que haga?

—No me has dejado luchar con harina —hizo un puchero del todo adorable.

—Claro que no, no dejarás mi apartamento hecho un desastre ya que no pienso limpiar.

—Tengo otros planes —sonrió malicioso—. Ven conmigo.

Tomó mi mano y salimos del apartamento. Por alguna razón ahora nos dirigimos hacia el parque. Me dejó en una banca mientras iba por helado, según él debíamos pasar tiempo juntos ahora que éramos pareja pero aun así no era algo muy coherente viniendo de su parte, algo no encajaba. Era apresurado para creer que se veía con alguien más, no tendría sentido. Entonces ¿qué sucedía?

Algo me sacó de sus pensamientos como un balde de agua fría. Literalmente era agua fría pero ¿qué?

— ¿Estáis locos? ¿qué cojones? —no pude terminar de maldecir ya que los chicos salieron de sus respectivos escondites con pistolas de agua en sus manos. Se la habían jugado a niveles bestiales. Allí se encontraban: Frank con la pistola más grande, Alex estallando en risa, Mangel grabando con su móvil al igual que Luzu y Lana a quienes reconocí por algunos de sus vídeos recomendados por Willy, Vegetta mirándome con ternura y susurrando cosas como "No te enfades, chiqui", Willy estaba allí plantado con su pistola en las manos aún llena de agua por completo éste corrió hacía mí para abrazarme.

—Lo siento Lydia, yo no quería —suplicó piedad—. Ellos me obligaron —fue la primera vez que noté que Willy era el único haciendo algo coherente.

—Ya, Willy, pequeño —dije acariciando con cariño su cabello mientras me abrazaba—. Tú estás perdonado —besé su mejilla sólo por poner celoso a Vegetta.

Rubius salió de su escondite con su propia pistola de agua completamente vacía. Maldito carbón.

—En cuanto a ustedes —señalé a todos exceptuando al pobre Willy quien se encontraba aun abrazándome. Hice un gesto indicando que me pasara su pistola lo cual hizo sin dudarlo. Al ver las caras aterradas de todos sonreí maliciosamente—. Sería mejor que comenzarán a correr —en ese preciso instante todos los presentes menos el chino botaron sus arma a tomar por culo y salieron cagando hostias. Obviamente no quedé atrás y salí corriendo tras ellos. Cabrones, me las pagarían.


MADURA «Rubius & Tú»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora