Palabras argentinas. Capítulo 37

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Faltaban dos días para año nuevo y aún no tenía en mente qué haría. No pretendía pasar como navidad, lamentándome de mí misma. Rubius se giró en la cama dormido abrazándome por la cintura ¿Volvería a Noruega con su familia? De seguro lo pasará con su familia al igual que todos mis amigos ¿Cuándo me he vuelto tan insegura? No quiero estar sola nunca más. Antes podía acostumbrarme pero, luego de hacer tantos amigos aquí y estar siempre rodeada por ellos, no puedo soportar estar sola.

Anoche había sido toda una locura.

Luego de la confesión de parte de Mangel, Rubius no hizo más que convulsionar. También Willy peleó con Vegetta gracias a que éste besó a Frank y, aunque solo fue un reto, Willy se enfadó de tal manera que no le dirigió palabra a su novio en toda la noche. Por otro lado Alex me persiguió por toda la casa reclamando un beso que no quise darle y, finalmente, Luzu y Lana gritaban "SALSEO" por todas partes lo cual me hizo pensar que son la pareja ideal.

El punto es que todos acabamos dormidos. Los primeros fueron Willy y Vegetta en la habitación de huéspedes, luego Luzu y Lana en el sofá, Alex los siguió al quedarse dormido en pleno suelo aunque le extendí una manta para que no tuviera frío. Mangel fue el siguiente recostado junto al enano en el suelo seguido por Frank en el mismo lugar. Rubius y yo fuimos los últimos. Estábamos conversando inocentemente en mi habitación y de un momento a otro ya estaba dormido. Me tumbé junto a él esperando conciliar el sueño también.

Aquí estoy, aún no he dormido a causa de mis pensamientos. Mi mente nunca me había atormentado tanto como ahora. Rubius se removió a mi lado y entre abrió los ojos sonriendo.

— ¿Qué ocurre, Kath? —preguntó con voz adormilada.

Kath. Cuánto había odiado ese nombre a lo largo de mi vida y ahora es prácticamente mi apodo, mi primer nombre. Pasó a ser más importante que "Lydia" y todo por una sola persona. Odio que este chico me haya cambiado tanto pero así son las cosas ahora, soy más débil y tengo que aceptarlo.

— ¿Te irás a Noruega en año nuevo? —mi cabeza estaba gacha al preguntar eso. Puede que sea vergüenza, tristeza, dolor de estómago. La verdad nunca he sentido nada parecido.

—Si —respondió—. ¿Por qué?

—Te extrañaré —¿En verdad había dicho eso? Éste sonrió burlón—. ¿Qué?

—No eres muy expresiva ¿sabes? —rió para sí mismo—. Me haces muy feliz, Kath.

Me abrazó fuertemente dejándome desconcertada. Dudaba en si debía abrazarlo o no pero antes de poder reaccionar se separó de mí. Se inclinó acercándose a mi oído y susurró en éste.

—Ven conmigo —me quedé quieta. No era capaz de moverme ni mucho menos responder ¿Ir con él? ¿A Noruega?

—Es una locura —las palabras se atascaban en mis labios por lo cual tartamudeaba un poco.

—Claro que no —sonrió seguro—. Es mi familia y quiero que la conozcas.

—No le caigo muy bien a las personas —no es que no quisiera ir sino que el terror de perder a Rubius era muy grande y caerle mal a su familia era una buena razón para perderlo.

—No llores — ¿Cuándo había empezado a llorar? Qué horror. Intenté levantarme de la cama para que no me viera pero éste tomó mi muñeca y me atrajo hacia él—. No tienes de qué preocuparte, mi amor, ellos te amarán.

— ¿Me has llamado "mi amor"? —estaba sorprendida por ese apodo tan meloso y tierno.

—Bueno —rió un poco—. Creo que no eres la única que ha cambiado, Kathi.

Me abalancé sobre él aprisionando sus muñecas con mis manos impidiendo que se moviera.

—No he cambiado del todo, Rubén.

Me acerqué a él y lo besé tranquilamente, sin prisas. Eramos los únicos en el mundo. Ninguno de los dos sintió la necesidad de pasar a más ya que ese beso tan tranquilo era perfecto. Mi agarre se aflojó y segundos después nos separamos. Invertimos posiciones y ahora Rubius se encontraba sobre mí en forma juguetona.

—Dime que me amas —exigió el infantil chico.

—Creo que lo sabes sin necesidad de que lo diga —me negué a hablar pero éste depositó un corto beso en mis labios para luego acercarse a mi oído.

—Lo sé —su voz era tan suave y calmada—. Pero quiero escucharlo de ti.

—No lo diré —éste con una sonrisa juguetona pintada en sus labios besó mi cuello con delicados y pequeños besos—. Ya, para —intenté detenerlo pero no lo hizo. Solo quería provocarme para conseguir mi confesión pero eso no funcionaría. Yo soy la maestra en conseguir lo que quiero.

—Rubén yo te —éste se detuvo y me miró expectante—. Odio.

—Niña astuta —se quejó—. Ahora nunca te dejaré ir.

—No lo hagas —me dirigió una mirada de confusión—. Nunca me dejes ir —la cara se le iluminó y sonrió abiertamente. Se acercó a mis labios y volvió a besarme—. Te amo —susurré en sus labios—. En serio te amo.

Salí de la habitación encontrándome con todos haciendo locuras. Jugaban con mi consola y saltaban por todas partes. Me acerqué a Willy y Vegetta quienes estaban sentados juntos.

—Hola, chiqui —saludó Vege—. ¿Cómo te ha ido? —puso su mejor cara de perversión.

—Hey cállate —lo regañé—. Dejen de tratarme como una niña, ¡tengo 18 años!

—Nadie aquí te trata diferente por tu edad —planteó Willy—. Eres una de nosotros.

—Ya —acepté—. Pero tampoco voy a ir garchando por ahí con toda alma que se me cruce —los chicos abrieron los ojos con una sonrisa la maliciosa. Mierda. Quise impedirlo pero ya era demasiado tarde.

— ¡Lydia ha dicho una palabra Argentina! —Vegetta, maldito traidor. Rubius no tardó en salir de la habitación para unirse a mi demás amigos deseosos de escuchar el vasto y elegante vocabulario argentino.

—Yo no he dicho nada —intenté encubrir mi fallo pero el traidor número dos no estaba de acuerdo.

—Ha dicho "enganchar" —afirmó Willy. Corazón, has llegado a la lista negra. Y Santa Kath no te traerá carbón sino patadas en el culo.

—Se pronuncia "garchar" —exclamé rendida. Obviamente lo chicos quisieron saber más.

— ¿Qué significa? —preguntó Luzu imaginando que esa loca palabra argentina reemplazaría a "Salseo".

—Follar —los chicos comenzaron a reír sonoramente. Rubius me cogió de la mano atrayéndome a él y me abrazó—. Déjame.

— ¿Queres garchar, boluda?—se burló con ese forzado acento argentino.

—No, déjame gilipollas —me removí en sus brazos pero él sólo intensificó su agarre.

—Vuelve a hablar argentino —me pidió con ojos de cachorro. A todo esto nuestros amigos continuaban allí viendo la escena muertos de risa.

—Rubén suéltame, joder —un golpe por parte de mi rodilla fue a parar a su entrepierna provocando que me suelte instantáneamente—. Lo siento, amor —me burlé de él. Sin dudas este sería un largo día.

MADURA «Rubius & Tú»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora