Confía. Capítulo 41

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Alex seguía aferrado a mi cintura impidiendo cualquier movimiento de mi parte. No quería despertarlo por lo cual me quedé inmóvil allí esperando. Esto le abrió las puertas a mis pensamientos, los cuales no eran muy bonitos. Me atormentaba a mí misma. No aguantaba ni dos minutos a solas con mi subconsciente. Lo único que éste hacía era echarme toda la culpa por no ser suficiente para Rubius y me duele, me estoy dañando a mí misma.

—Alex —susurré para no causarle molestia—. Alex, por favor —y cómo si alguien las hubiese invocado, las lágrimas inundaron mis ojos nublando así mi vista.

Alex fortaleció el agarre. Estaba despierto pero no quería dejarme. Me obligó a voltear y observó mis asquerosos ojos con ojeras de tanto llorar. Al verme en ese estado intentó transmitirme seguridad por medio de un abrazo, lo cual funcionó por unos momentos.

— ¡Anda! ¡Lydia! —susurró aún en el abrazo—. ¿Qué sucede? ¿qué te entristece?

— ¿No fui suficiente para él? —mi amigo me apartó un poco para poder mirarme de frente—. ¿Será que la edad en realidad importaba?

—Escucha —se ruborizó un poco—. Eres una mujer fantástica y muy guapa —sonreí forzosamente—. Tal como ha dicho mi madre: eres muy madura para tu edad.

—Pero —intenté excusarme pero Alex no lo permitió.

—La edad no es algo que importe si realmente amas a alguien —me sorprendió la seriedad que se mantenía constante en la conversación—. Lo que ha hecho Rubén es amoral y cobarde —Alex no se contuvo y volvió a abrazarme—. Nadie se merece eso y mucho menos tú.

—Gracias —estaba completamente avergonzada del hilo de voz que no podía corregir. La Lydia normal estaba en alguna parte encerrada vomitando a causa de mis inútiles reacciones y puede que tenga razón. Él se lo pierde, ¿verdad?

—Él se lo pierde —dijo el chico casi leyendo mi mente.

—No quiero hablar sobre él —secaba mis lágrimas intentando regresar a la normalidad, Lydia egocéntrica y explosiva—. ¿Qué tal si hoy salimos?

—Claro —Alex sonrió orgulloso, de seguro debido a que había regresado mi fortaleza y despreocupación—. Pero pasaremos por tu apartamento primero para coger ropa y a Aslan ¿vale?

—Vale, pero me quedo esta camiseta —era negra con dibujos de Star Wars.

—Bueno —accedió muy a su pesar—. La verdad te ves bien con ella.

—Lo sé —se notaba a leguas que intentaba con todas mis fuerzas regresar a la normalidad pero estos estaban fracasando.

—Ya, señorita "Me creo mucho" —dijo en tono burlón—. Iremos caminando por lo cual, lamentó informarte que deberás usar el pantalón que te he dado ayer.

—No quiero —hice un puchero juguetón y Alex volteó los ojos sonriendo.

—No permitiré que más personas vean tus bragas —se burló—. ¿No ha sido suficiente con mis padres?

— ¡Cállate! —me quejé—. Esto cubre todas las partes importantes.

—Ponte el bendito pantalón —me aventó la prenda a la cara y con un sonoro suspiro de molestia me puse el jodido pantalón.

— ¿Ya te vale? —Alex asintió satisfecho—. Si alguien me grita "Bolsa de patatas" te golpearé.

—Vamos de una vez —cogió las llaves y salimos del lugar.

Caminamos un no muy largo tramo hasta mi apartamento. Simplemente decíamos tonterías de vez en cuando ya que la mayor parte del camino consistió en incómodos silencios.

— ¡Aslan Boludo! —grité al entrar al lugar. El pequeño animal corrió a mi encuentro y Alex contemplaba la escena con cara de "¿Qué mierda está ocurriendo?"

— ¿Boludo? —preguntó mi amigo mientras yo cogía ropa y la guardaba en una gran maleta.

—Es el apellido de mi bello gato —respondí relajada—. ¿Alguna objeción?

—Sólo voy a decir: pobre gato —ambos reímos levemente y yo acabé con la maleta.

También cogí comida para Aslan. Tenía todo preparado e íbamos a salir de allí cuando escuchamos el sonido del cerrojo al abrirse con la llave. Instintivamente corrí a los brazos de Alex quien no estaba menos acojonado que yo. La puerta terminó de abrirse y Rubius se mostró detrás de ella.

— ¡Kath! —exclamó el castaño al verme y yo me quedé petrificada, no sabía cómo reaccionar o qué hacer. Intentó correr a mí encuentro pero Alex se adelantó.

— ¿Qué haces aquí, cabrón? —reclamó mi amigo que aún me protegía con sus brazos. Yo no tenía intenciones de soltarlo y él mucho menos.

— ¿Qué haces tú aquí? —contraatacó el imbécil. Que conste que tuve que retener a Alex para que no le soltara un guantazo a Rubius—. ¿Por qué trae tu ropa puesta?

—Pues no sé, macho —dijo sarcástico—. Tu novia se apareció en mi casa completamente destrozada diciendo que le habías hecho daño ¿crees que la dejaría tirada? No soy igual de basura que tú.

—Vamos, Alex —tiré de su mano para intentar que se alejara de la escena.

Por suerte recibió el mensaje, cogió mi maleta y yo a Aslan. Estábamos decididos a salir de allí pero un fuerte grito nos obligó a frenar en seco.

— ¿Dónde creéis que vais? —Rubius tomó mi brazo violentamente apartándome de Alex—. Perdona Kath, en serio.

— ¡Déjala, gilipollas! —reaccionó fugazmente al ver mis lágrimas. De un golpe dejó la maleta en el suelo y procedió a darle una paliza a Rubius.

— ¡Alex! —llamé su atención cogiendo al gato nuevamente—. Vamos, no vale la pena.

—Esa es mi Lydia —susurró lo suficientemente fuerte como para permitir que Rubius escuchara.

Levantó rápidamente la maleta y, tomando firmemente mi mano, salimos del lugar dejando a Rubius allí con un severo dolor en la cara. Se lo tenía merecido.

—Molas mucho, Alex —intenté hacer un cumplido—. Gracias por todo lo que estás haciendo por mí, de verdad no lo valgo.

— ¡Anda! ¡si ya te habías recuperado! —se burló intentando cambiar de tema.

— ¡Oye! verlo de frente me ha deprimido ¿vale? —bromeé de igual forma. Me había afectado un poco que no tuviera una lágrima siquiera en el rostro pero no más que eso.

— Pues, hoy saldremos así que se podría decir que te ayudaré a olvidar —me guiñó un ojo y, aunque eso indicará un doble sentido sonreí dulcemente y con gesto agradecido por tener un amigo como él.

MADURA «Rubius & Tú»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora