Café y Cocoa

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Título: Café o Cocoa
Parte: 1 de 1

El frío de la ciudad de Nueva York estaba que calaba hasta los huesos, 10 bajo cero era una temperatura muy fría para ti, pues habías estado viviendo en California varios años, nunca habría un clima como ese en aquel lugar.

Mientras los demás apenas si cubrían sus cuerpos tú parecías estar en la antártica, con las manos frías como témpanos de hielo, con las mejillas y la punta de tu nariz rosadas, lo único que tenia color de toda tu pálida piel.

Te dirigiste tiritando hacia la cocina mientras te abrazabas, sintiendo cómo el frío se infiltraba por cada poro de tu cuerpo. Tus pasos resonaban en el silencio de tu apartamento mientras te preguntabas si alguien había decidido poner tu hogar a la temperatura de un congelador.

Con desesperación, abriste el armario y buscaste el refugio perfecto para tus manos congeladas: una taza grande de café caliente. El vapor que se elevaba de la taza te acarició el rostro mientras cerrabas los ojos y disfrutabas del aroma. El café era tu compañero constante en las mañanas frías de Nueva York, y esta vez no sería la excepción.


Justo cuando te disponías a saborear tu primera sorbo, un sonido inusual resonó en tu pequeño apartamento. Giraste hacia la puerta, preguntándote si se trataba de algún vecino ruidoso. Sin embargo, una figura familiar apareció en la entrada, y tu corazón dio un vuelco. Pietro Maximoff,  veloz y encantador, estaba de pie en tu umbral. Vestía su característica chaqueta de cuero y una sonrisa traviesa que resaltaba sus ojos azules.

—¡(T/N)! ¡Estás congelada! —exclamó, su acento europeo adornando sus palabras mientras avanzaba hacia ti a la velocidad del rayo y te envolvía en un cálido abrazo. Te sorprendió tanto la repentina aparición de Pietro que apenas podías responder.

—Pietro, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntaste, liberándote de su abrazo.

Él se encogió de hombros, como si la respuesta fuera obvia. —Pensé que podríamos pasar un rato juntos. Extrañaba a mi amiga (T/N) y esta ciudad fría.


La idea de pasar tiempo con Pietro sonaba tentadora, pero no podías evitar preguntarte si había alguna razón detrás de su visita sorpresa. No era como si viviera a la vuelta de la esquina. Sin embargo, su sonrisa encantadora y sus ojos brillantes te hicieron dejar de lado tus preocupaciones.

—Claro, ¿cómo podríamos calentar este lugar? —preguntaste, señalando el frío que aún llenaba la habitación.

Pietro miró a su alrededor y luego volvió su mirada a ti.—Tengo una idea, ¿qué te parece si preparo algo especial? ¿Cocoa caliente?

Asentiste con entusiasmo, encantada por la idea de tener a Pietro en tu cocina.

—¡Suena perfecto! ¿Necesitas ayuda?

—No, tranquila, lo tengo bajo control. Tú solo ponte cómoda.

Pietro desapareció en un parpadeo, y en cuestión de segundos, escuchaste los sonidos de cacerolas y utensilios en la cocina. Mientras tanto, decidiste aprovechar el tiempo para cambiar tu ropa por algo más acogedor.

Cuando regresaste a la cocina, encontraste a Pietro en plena faena, preparando cocoa caliente. La vista de su espalda musculosa y su concentración mientras medía el cacao en polvo te hizo sonreír.


—¿Necesitas algo? —preguntaste, acercándote a él.

Pietro se giró, con una sonrisa pícara en el rostro.

—Solo una cosa, (T/N). Ven aquí.

Te acercaste a él, y antes de que pudieras siquiera reaccionar, Pietro te había agarrado suavemente por la cintura y te había atraído hacia sí. Estabas a centímetros de su rostro, con su aliento cálido acariciando tus labios.

—La última vez que estuve en Nueva York, no pude decirte algo que quería decir —dijo Pietro en voz baja.

Tu corazón latía con fuerza mientras lo mirabas, esperando con anticipación sus palabras.

—(T/N), desde que te conocí, no puedo evitar pensar en ti, en nosotros. Eres una persona increíble, y cada día que pasa, siento que mi vida es más brillante cuando estás en ella.

Tus ojos se encontraron con los suyos, y en ese momento, el tiempo pareció detenerse. Sus palabras llenaron tu corazón de calidez, y no pudiste evitar sonreír.

—Pietro, yo...

Antes de que pudieras terminar tu respuesta, Pietro inclinó la cabeza y sus labios se encontraron con los tuyos en un beso suave y apasionado. El mundo exterior se desvaneció, y solo quedaron tú y él, compartiendo ese momento mágico.

Cuando finalmente se separaron, las mejillas sonrojadas y una sonrisa en sus labios, Pietro te miró con ternura.

—¿Espero que eso signifique que también sientes lo mismo?

Asentiste con una sonrisa amplia.

—Sí, Pietro, siento lo mismo.

Él te abrazó con fuerza, como si temiera que fueras a desvanecerte. Luego, regresaron juntos a la cocina y terminaron de preparar la cocoa caliente. El aroma dulce llenó el aire mientras compartían risas y conversación.

El resto de la noche transcurrió de la misma manera, con risas, historias y un creciente sentimiento de cercanía entre ambos. Mientras bebían sus tazas de cocoa caliente, Pietro te miró con ojos brillantes.

—(T/N), no quiero que esta noche termine. ¿Te quedarías conmigo?

No necesitaste pensarlo dos veces antes de asentir.

—Por supuesto, Pietro. No hay ningún lugar en el mundo en el que prefiera estar en este momento.

Se acercaron de nuevo, esta vez para compartir un cálido abrazo que prometía muchas más noches juntos. La conexión que habían compartido desde que se conocieron encajaba perfectamente, y esa noche, con cocoa caliente en sus manos y el calor del amor en sus corazones, comenzaron una nueva y emocionante etapa en sus vidas juntos.

N/a:

Bienvenidos a la sección de borradores que nunca publique.

One Shots ▷ Pietro MaximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora