Merian
Unos golpes me hacen gruñir. Es domingo, estoy cansada y solo quiero seguir durmiendo así que decido pasar de aquel ruido tan molesto. Pero los golpes no cesan. Me levanto del peor humor posible para abrir la puerta y mientras me voy acercando pienso en las diferentes muertes para la persona que se encuentra al otro lado.
Al abrir me quedo muda y mis ojos se abren por la sorpresa. Mierda. Lo miro confundida por su presencia, pero, mi mente no tarda en recordar la conversación que mantuvimos la noche anterior. Habíamos acordado salir y a mí se me ha olvidado por completo. Estoy en pijama y con el pelo echo un desastre. Vaya manera de empezar una cita.
—Alguien se ha olvidado de nuestra cita – luce divertido mientras yo espero ansiosa a que la tierra me trague.
—Yo...lo siento – me disculpo avergonzada mientras me aparto para dejarlo pasar.
—Tranquila mujer, tenemos todo el día para ir al lugar que tengo pensando — me relajo ante su intento de querer quitarle importancia a mi despiste. De un momento a otro su cuerpo se acerca al mío con la intención de dejar un suave beso en una de mis mejillas, estoy deseando que llegue el día en el mi cuerpo deje de reaccionar de aquella manera tan...rara, al tener al hombre tan cerca.
—Buenos días, ponte cómodo y dame unos veinte minutos – asiente sin separarse de mí.
A regañadientes me alejo de su cálido cuerpo para volver a mi habitación. Abro el armario para coger una muda de ropa, por cómo Demian va vestido supongo que iremos a un lugar sencillo. Me decido por unos pantalones negros y un jersey de color rojo oscuro. Cojo la ropa interior y la toalla antes de encerrarme en el baño que hay en mi apartamento, que por suerte se encuentra en mi habitación.
Intento darme toda la prisa que puedo, pero, mientras tanto, no puedo dejar de pensar en que es lo que me está pasando con el hombre que ahora mismo está sentado en mi viejo sofá. He descubierto que tiene treinta y seis años, es adicto al deporte, que no tiene una relación muy buena con su familia y que es uno de los hombres más ricos del estado o algo así, aunque para ser sincera esa última información no es algo que me interese.
Desde el primer segundo en el que lo vi, supe que algo iba a cambiar en mi vida, pero, jamás pensé que el hombre estaría presente en mis días de esta manera. No quiero hacer el ridículo delante de alguien como él, así que intentaré no hacer caso a las mariposas que se me empiezan a formar en el estómago cada vez que lo tengo cerca.
—Estás preciosa.
—Gracias, ya podemos irnos – mis mejillas se tiñen de rosa, algo que se ha vuelto costumbre estando con él.
Demian asiente encantado mientras camina hacia la puerta, dejándome salir primero. Cierro con llave antes de dar la vuelta e ir juntos hasta la salida del edificio. Una vez fuera, diviso su coche aparcado en la acera de enfrente, todas las personas que pasan por delante se quedan mirando más de lo debido, solo espero que no piensen cosas que no son.Me abre la puerta del copiloto y sonrío agradecida. Rodea el coche y en menos de un minuto estamos en la carretera rumbo a lo desconocido.
Me abre la puerta del copiloto y sonrío agradecida. Rodea el coche y en menos de un minuto estamos en la carretera rumbo a lo desconocido.
—¿Te parece que primero vayamos a desayunar? — pregunta sin despegar la vista de la carretera.
—Vale, pero ¿puedo saber adónde iremos luego? — no es que no confíe en él, pero, me gustaría conocer el lugar en el cual se llevará a cabo nuestra primera cita. Esto es una cita, ¿verdad?
—Tenía pensado ir al zoo, pero si no...– mi sonrisa debe parecerse a la del Gato de Cheshire.
— ¡Me encanta! – suelto entusiasmada. Aplaudo con la intención de parecer una niña pequeña y en el fondo puede que lo sea, porque nunca había visitado ningún zoo. Mi comportamiento consigue hacerle reír relajado.
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Unidos por el destino ©
RomanceÉl: un hombre al que la vida ha golpeado sin piedad hasta convertirlo en un ser frío y sin corazón. Anclado a una vida de la cual no puede deshacerse, obligado a permanecer entre las rejas de una mujer sin escrúpulos, que se niega a entregarle su ta...