Demian
Miedo.
Sentimiento que pocas veces me ha acompañado a lo largo de mi vida. Ese desagradable sentimiento que logra debilitar hasta el más fuerte y puede ocasionar el desequilibrio de la vida, impidiendo pensar y actuar con claridad. Desde hace semanas, el miedo se ha vuelto a instalar en mi cuerpo y por muy inocente que pueda ser, el desconocimiento a lo que pueda llegar a pasar al concluir este día me inquieta.
—Todo va a salir bien. – cierro los ojos al sentir los labios de Meri acariciando mi nuca y siento que mi respiración vuelva a la normalidad gracias a esas simples palabras.
Vuelvo a abrir los ojos, el juez comienza leyendo el hecho por el cual estoy acusado y el modo en el que se va a llevar a cabo el juicio. Será el abogado de la familia de Rebeca el que dará comienzo, tras sus preguntas – a las que no estoy obligado a responder – será Ricardo el que seguirá desarrollando nuestra defensa y también puede poner alguna que otra pregunta, una vez acabado el turno de cada abogado, tengo el derecho a defenderme.
—Abogado Adamas, proceda.
—Gracias su señoría.
<<Como bien ha explicado usted, mis clientes acusan al señor Forrest del abuso que se le ha producido a la hija y nieta de estos. Pero, antes de empezar a exponer mis argumentos, me gustaría llamar al estrado a la señorita Gresse.>>
Estoy en uno de esos momentos en los cuales mi cuerpo me pide a gritos permiso para poder arrancar cabezas y el primero de la lista será el capullo que se está metiendo en terreno peligroso. Ricardo nos mencionó que esto podría llegar a pasar, pero, nos ha pillado por sorpresa que la vayan a poner en un aprieto nada más comenzar. Tenso la mandíbula con fuerza, al verla acercarse con pasos firmes hasta detenerse a un lado del juez. Tras el breve juramento que ha realizado para asegurar que todo lo que va a declarar será verdad, la veo sentarse con una postura firme y segura. Al ver su cara llena de seriedad, una pequeña sonrisa se forma en mi rostro.
—Bien, Señorita Gre...
—Señora Forrest, si no le molesta. – siento cómo mi pecho se infla de felicidad y de orgullo al ver cómo levanta la mano para mostrarle al capullo el anillo de compromiso, algo que provoca el asombro de toda la familia de mi ex mujer.
— ¿No es usted muy joven para que la llamen señora? Tengo entendido que apenas es mayor de edad.
— Siento decirle que la información de la que dispone es errónea, tengo diecinueve años. Respondiendo a su pregunta, no, no soy joven para que me llamen señora, hay mujeres aún más jóvenes que yo que ya han formado sus propias familias.
Tengo que reconocer que esta es la primera vez que puedo ver a Merian comportarse de manera tan fría, por mucho que me alegre que esa actitud está logrando cabrear a ese abogado de pacotilla, prefiero a la dulce y cariñosa mujer que ha conseguido enamorarme.
—Veo que está usted muy segura de sí misma, así que iré directo al grano. ¿Desde hace cuánto están ustedes dos en pareja?
—Casi un año, para ser más concreta, diez meses.
—Según mis cálculos el divorcio que se llevó a cabo entre mi clienta y su pareja, se ha efectuado un mes después del comienzo de vuestra relación. ¿Estaba enterada del estado civil del señor Forrest al comienzo de la relación?
Mierda.
—No.
—Tiene que ser más específica.
—No tenía...constancia de su estado civil en aquel entonces.
—Eso quiere decir, que el señor Forest la ha mentido desde principio, mejor dicho, la ha engañado para su propio beneficio.
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Unidos por el destino ©
RomanceÉl: un hombre al que la vida ha golpeado sin piedad hasta convertirlo en un ser frío y sin corazón. Anclado a una vida de la cual no puede deshacerse, obligado a permanecer entre las rejas de una mujer sin escrúpulos, que se niega a entregarle su ta...