Demian
—Tengo que ser claro y sincero contigo...no busco ser tú amigo o confidente, los dos sentimos esa atracción que se crea al estar juntos y necesito averiguar si esto puede llegar a más. Soy consciente de la gran diferencia de edad que nos separa y que todo esto va muy rápido, pero iremos al ritmo que tu marca si me prometes que en un futuro puede haber un nosotros, pero, si no estás seguras, quiero que seas sincera y me lo digas ahora. – he ido demasiado rápido con todo este asunto, pero ya nada de eso importa. Si ella me dice que no se siente preparada para tener algo conmigo lo entenderé, pero, haré todo lo que esté en mis manos hasta conseguir mi objetivo.
—Te entiendo. Yo también lo siento, todo el tiempo que hemos pasado juntos me ha hecho darme cuenta que los sentimientos llegan sin avisar y sin importar el tiempo o el momento. Y sí, estoy aterrada, pero, de todos modos, quiero intentarlo. – respiro algo más tranquilo al oír sus palabras. Poco a poco.
La observo enternecido, al verla agachar la cabeza avergonzada. Es increíble que gestos tan insignificantes como aquel, consiguen poner mi mundo de cabeza.
—Tienes la cara como un tomate – comento intentando aligerar el ambiente.
—Es culpa tuya. – me da un pequeño empujón que apenas consigue moverme. Es demasiado pequeña en comparación conmigo.
—No creo que usar la violencia te llegue a funcionar con este cuerpo. – me mira con el ceño fruncido, al mismo tiempo que va inflando sus mejillas.
¿Es normal que me haya enamorado de sus mejillas? Es la parte del cuerpo más inocente que tenemos y yo, como caballero que soy he decidido obsesionarme con ellas. De todos modos, acerco mis manos hasta ellas con la intención de estrujarlas sin hacerle el más mínimo daño, ella no tarda en hacer un gran esfuerzo con tal de zafarse de mi agarre y sus manos aprietan las mías con bastante fuerza.
—Demian...no me hagas esto...no seas malvado. – la risa y la respiración entrecortada apenas le permiten hablar.
Las risas cesan dejando que el silencio empiece a gobernar el ambiente. Nuestras miradas parecen estar hablando por los dos y por primera vez en años siento nervios al tener a una mujer entre mis brazos. Me acerco a ella con determinación mientras el azul de sus ojos vigila cada uno de mis movimientos, paso una mano por su mejilla ansioso por sentir su calidez y mi corazón suspira de felicidad al verla cerrar los ojos mientras va en busca de mi tacto.
Me urge impregnarme de su esencia, con la posibilidad de convencerme de que todo lo ocurrido no ha sido sólo fruto de mi imaginación y así poder averiguar si aquella mujer podía será la indicada, la que llevaba años esperando para que llenar el hueco que había en mi corazón.
Cuando nuestros labios se encuentran, siento como al fin el mundo cobraba sentido. Su aliento cálido, el tacto de sus labios es suave y poderoso a partes iguales y su sabor es simplemente...delicioso y ante aquella nueva sensación sólo puedo apretar mi agarre, mientras aumento el ritmo de aquella agónica acción.
Siento como su cuerpo tiembla entre mis brazos, como su corazón golpea su pecho con fuerza y solo puedo hacer una cosa. Retroceder. Aflojo mi agarre sin que mis labios dejen de tocar los suyos con pequeños besos, pequeños toques que significan mucho más.
Permanezco con los ojos cerrados mientras mis manos siguen aferradas a su cuerpo, pero la necesidad de mirarla a los ojos y sentir como sus dedos se pasean por mi mentón con delicadeza, me obligan a abrirlos.
—¿Cómo es posible que me sienta tan bien y protegida cuando estoy contigo? – sacudo la cabeza sin saber qué responder. Ver sus labios hinchados, sus mejillas sonrosadas y su mirada llena de seguridad es un deleite para mis ojos.
—Tú no necesitas que nadie te proteja porque eres la mujer más fuerte conozco, pero creo que a partir de ahora mereces tener a alguien para que te respalde y nena, aquí me tienes. – me mira en silencio, se acomoda mejor hasta poder apoyar la cabeza sobre mi pecho.
Merian
—Todas las personas que me conocen piensan que soy fuerte, que soy toda una luchadora, que soy feliz y que nada me falta porque con lo poco que tengo es suficiente. Nadie me ha visto nunca llorar, odio mostrar debilidad. Siempre intento ser positiva y casi nunca me he permitido derrumbarme porque eso me haría sentir débil. He aguantado mucho a lo largo de estos años, por eso he tenido que madurar antes de tiempo, pocas veces he tenido la oportunidad de poder comportarme como una persona de mi edad. – desconozco el momento en el que las lágrimas han decidido salir de su escondite. Creo que es la primera vez que alguien consigue verme llorar. Pero, siento que ya no puedo más.
—Voy a estar para ti a partir de ahora, nadie debería tener tanta carga emocional y menos alguien de tu edad. – me aparta con cuidado hasta que los dos quedamos sentados de manera normal en el sofá, vuelve a sentarme en su regazo, antes de que sus fuertes brazos me envuelvan en un gran y cálido abrazo.
—No quiero ser una carga para ti...
—No vas a ser una carga, estaré a tu lado y nada me hará más feliz. Los dos nos necesitamos para curarnos, puede que mi vida no haya sido tan dura como la tuya, pero, entre los dos conseguiremos olvidar.
—Demian hace muy poco desde que nos conocemos ¿cómo sabes que esto va a funcionar? – me atrevo a preguntar.
—Por qué todo lo complicado vale la pena y siento que lo nuestro vale mucho, ahora solo espero que a ti no te importe la diferencia de edad que nos separa... porque entonces todo lo que he dicho ya no tendría sentido. – ¿Qué probabilidades había para que dos personas tan distintas se lleguen a encontrar en el lugar menos esperado?
—Quiero esto, solo dame tiempo para que me adapte y si tú dices que lo nuestro valdrá la pena, te creo. – antes de volver a unir nuestros labios, nuestro pequeño momento es interrumpido por unos golpes en la puerta.
— ¿Esperas a alguien? – niego confundida, mientras me enderezo.
Al abrir la puerta, veo a Marta parada delante de mí con una mirada seria. Mierda.
—Hola jovencita ¿sabes qué día es? – me interroga con una ceja levantada.
—Señora Marta, lo siento, pero hoy no puedo pagarle, deme unos días más por favor, sabe que siempre cumplo mi palabra. – espero que me comprenda, este pequeño piso es lo único que tengo.
—Merian, eres una buena chica y sé por lo que estás pasando, pero tú también me tienes que entender a mí, tengo niños a los que criar y en estos momentos hay personas que pueden pagarme por este piso a su debido tiempo. – antes de poder seguir hablando, la puerta se abre de par en par. No parece estar muy contento.
—Buenas tardes señora, no se preocupe esta misma tarde tendrá el dinero. – le observo con los ojos abiertos. Me he quedado muda y parece que Marta está en las mismas.
—De acuerdo, entonces no hay ningún problema. Hasta luego. – la mujer se marcha algo confundida y antes de desaparecer por el pasillo se gira para dirigirnos una última mirada. Genial. A saber, lo que se la habrá pasado por la cabeza.
Volvemos a entrar y yo sigo sin creerme lo que acaba de ocurrir. Me tenso, al saber que Demian piensa pagar mis deudas, algo que no pienso permitir por nada del mundo.
—No digas ni un solo palabra. No pienso dejar que te echen de este piso, además, a partir de ahora está claro que pasaré más tiempo aquí que en mi casa, así que lo he hecho por los dos ¿tienes hambre? – parpadeo un par de veces mientras asimilo todo este asunto.
—Demian, no quiero que llegues a pensar que quiero estar contigo por el dinero, hasta ahora he podido con esto sola y sé muy bien que podré hacerlo sin problemas.
—Parece que se te acaba de olvidar lo que acabamos de hablar; a partir de ahora estaré para lo que haga falta y te digo una cosa, el dinero no va ser un problema entre nosotros, sé cómo eres y confío en ti. Te tienes que ir acostumbrando a mi dinero, no quiero que te sientas abrumada. –¿Cómo es posible que me esté pasando algo tan surrealista?
—¿No decías que tienes hambre? – intento evitar que sigamos hablando sobre el tema, no quiero que tengamos nuestra primera pelea, no el mismo día en el que decidimos formalizar nuestra relación.
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Unidos por el destino ©
RomanceÉl: un hombre al que la vida ha golpeado sin piedad hasta convertirlo en un ser frío y sin corazón. Anclado a una vida de la cual no puede deshacerse, obligado a permanecer entre las rejas de una mujer sin escrúpulos, que se niega a entregarle su ta...