Merian
No puedo evitar sonreír al ver el desnudo cuerpo de Demian dando vueltas por la habitación, mientras tiene el móvil apoyando en la oreja manteniendo una seria conversación con su abogado. Puede que no debería estar tan sonriente, pero es imposible mantenerme seria al verlo en todo su esplendor.
Estos últimos días no hemos tenido ni un respiro y todo ha sido una locura. Todos nuestros conocidos están algo preocupados por el juicio que tendrá lugar dentro de nada, pero, sinceramente yo estoy tranquila. Estoy segura que todo saldrá a nuestro favor y que muy pronto todo este asunto solo se convertirá en un mal recuerdo. Eso sí, por muy sorprendente que pueda sonar, todo este embrollo ha ayudado a que los padres de mi chico estén más implicados e interesados por nuestra relación. Su madre ha resultado ser una mujer bastante encantadora, y su padre...bueno, es su padre y a pesar del mal genio que le acompaña de manera casi constante, también resulta ser un hombre bastante...soportable.
El resto de su ¨encantadora¨ familia, aún siguen merodeando por la ciudad y algunos de sus primos hasta se han presentado por las oficinas de Demian, asegurando que todos están con él, sea cual sea el veredicto final. No creo que haya conocido nunca, unas personas tan frívolas e interesadas como los miembros de aquella familia y aún me cuesta creer que el dulce e increíble hombre – que en estos momentos está ante mis ojos como Dios lo trajo al mundo – comparta ADN con personas de ese calibre.
—Si me sigues mirando de esa manera, te voy a saltar encima – suelto una ligera carcajada ante la seriedad de sus palabras, pero, es imposible no percibir la diversión reflejada en cada milímetro de su rostro.
—Eso es lo que pretendo por si no te has dado cuenta. – no pasan ni dos segundos, cuando literalmente su fornido cuerpo ha aterrizado encima del mío, provocando esta vez la salida de grandes y sonoras carcajadas.
Una vez logro controlar la risa que se había apoderado de mi sistema, abro los ojos y mi corazón empieza a hacer trabajo extra en el momento en el que mi mirada se entrelaza con la del hombre que me tiene atrapada bajo su cuerpo. La misma mirada que aparece siempre que estamos cerca, la misma mirada que me ha enamorado hace ya casi un año atrás, la que me tiene atrapada y enamorada hasta la médula a día de hoy, y la misma que espero ver por el resto de mi vida.
— ¿Cuándo es tu cumpleaños? – mi ceño se arruga ante su repentina pregunta, sinceramente creo, que ese dato es el único que él desconoce de mi persona porque es algo que no me gusta que nadie sepa.
— El seis de junio. – en el momento en el que suelto la corta respuesta, sus ojos se abren como platos y su cuerpo abandona el mío dejándome desconcertada dado su repentino cambio de humor.
— ¡HOY ESTAMOS A 15 DE JUNIO! – ruedo los ojos divertida al verle tan escandalizado, aunque tengo que reconocer que es la primera vez que he olvidado por completo el día de mi cumpleaños y eso es algo que debo agradecer al universo.
Toda la diversión que mi rostro refleja, se borra al verlo verdaderamente preocupado y molesto por la pequeña situación. Camino de rodillas sobre las sábanas hasta quedar en la orilla de nuestra cama, estando así a tan solo unos centímetros el uno del otro.
—No entiendo tu preocupación, ni tampoco tu molestia. – sinceramente, creo que me merezco un buen golpe por lo que acabo de soltar. Está claro que le molesta, estamos juntos desde hace meses y estos serán nuestros primeros cumpleaños juntos y lo acabo de estropear.
—Has cumplido 19 años y no me enterado de eso, se supone que a día de hoy y tras todo lo que hemos pasado juntos, deberíamos saberlo todo el uno sobre el otro, o por lo menos, la información básica. – me muerdo la mejilla por dentro nerviosa de verle tan serio, jamás pensé que esta iba a ser su reacción, creo que debo contarle un último detalle acerca de mi vida. Algo que no me gusta contarle a nadie, porque si hay algo que odio en esta vida, es que me tengan lástima.
ESTÁS LEYENDO
Unidos por el destino ©
RomansaÉl: un hombre al que la vida ha golpeado sin piedad hasta convertirlo en un ser frío y sin corazón. Anclado a una vida de la cual no puede deshacerse, obligado a permanecer entre las rejas de una mujer sin escrúpulos, que se niega a entregarle su ta...