Demian
Llevo prácticamente cuatro semanas paseándome por ahí con un anillo de compromiso metido en los bolsillos de mis pantalones. Si no es en los pantalones, las chaquetas se convierten en mi segundo escondite, el más seguro que puede haber. Me da un poco de miedo dejarlo en casa, da igual que le encuentre el mejor escondite que puede haber en el apartamento, porque el miedo a que Meri lo pueda encontrar de pura casualidad me tiene cogido por el cuello.
Fue en el viaje a Denver, cuando decidí comprarlo. De eso hace ya cuatro semanas y no hay segundo en el que no piense la forma en la que se lo pediré. También está el miedo a que me rechace en cuando se lo pida, miedo a que piense que esto está yendo demasiado rápido. Personalmente creo que ocho meses han sido bastantes como para darme cuenta, que la quiero a mi lado para los restos. Reconozco que a veces tenemos algunas diferencias que enseguida conseguimos arreglar, pequeñas disputas que por suerte no pasan a mayores. Pero, lo único que sé, es que estoy locamente enamorado de ella y pase lo que pase será la única mujer a la que amaré.
—Siento molestarle señor, he llamado un par de veces a la puerta y me he preocupado cuando no ha contestado– levanto la cabeza al escuchar la voz de mi secretaria, puede ver como la mujer tiene el ceño fruncido y parecía algo asustada.
—Lo siento Megan, estoy bien, pero hazme un favor y tráeme una aspirina o lo que encuentres para el dolor de cabeza.
—Enseguida se lo traeré, pero, antes tengo que decirle que sus padres están esperando para poder hablar con usted.
—Diles que pueden pasar.
—De acuerdo señor.
Nuestra relación no ha mejorado, pero, tampoco ha empeorado. Todo sigue igual que antes y son pocas las veces en las que nos juntamos con ellos. Aún siguen algo reacios hacía la relación que mantengo con Merian, pero, las personas no pueden cambiar de un día para otro. Llevan demasiado tiempo siendo como son, ninguna persona podrá hacerlos cambiar de idea.
Por muy cruel que pueda sonar, tampoco es que piense demasiado en ellos y en la actitud que están teniendo. Estoy demasiado concentrado en vivir tranquilo junto a mi chica y estando pendiente de mi trabajo.
—Deberías plantearte cambiar de secretaría, somos tus padres no necesitamos ser anunciados.
—Megan está haciendo un buen trabajo, yo mismo le dije que no dejara pasar a nadie sin ser anunciado antes, tengo mucho trabajo y no necesito distracciones.
—Así que ahora tus propios padres son una molestia para ti, me alegro que te hayamos criado tan bien. – el tono sarcástico de mi padre me hace tensar la mandíbula.
—Será mejor que vayan al grano. – los dos toman asiento frente al escritorio.
— ¿Sigue contigo? – la repentina pregunta de mi madre me sorprende bastante.
Antes de poder decirles un par de cosas, me distraigo al ver la puerta abrirse para dejar paso a un torbellino con el pelo de color naranja. Verla aquí me sorprende porque se supone que debería estar en clase, pero, me tenso al ver su rostro lleno de preocupación
— ¿Te encuentras bien?, cuando salí del ascensor Megan me dijo que no te encontrabas bien. – al parecer no se ha dado cuenta de la presencia de mis padres, porque al pasar por la puerta no ha tardado ni un segundo en rodearme por sus brazos, así que en estos momentos mi cabeza se encuentra a la altura de sus pechos. Sería una situación mucho más agradable sin la presencia de mis padres.
Suelto una ligera carcajada al verla tan preocupada por algo que no debería. Pero, al parecer mi diversión no le hace mucha gracia porque su ceño sigue fruncido y ahora parece molesta. Antes de que pueda regañarme, por fin se da cuenta de la presencia de mis padres, que hasta ahora no han despegado su mirada que tienen clavada en nosotros.
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Unidos por el destino ©
RomanceÉl: un hombre al que la vida ha golpeado sin piedad hasta convertirlo en un ser frío y sin corazón. Anclado a una vida de la cual no puede deshacerse, obligado a permanecer entre las rejas de una mujer sin escrúpulos, que se niega a entregarle su ta...