Capítulo 37

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Merian

A pocas semanas de terminar mi primer año universitario, las dudas de lo que de verdad quiero para mi futuro son cada vez más grandes. Ya no siento la misma ilusión que sentía al principio cuando pensaba en mis estudios y en lo que vendría tras acabar los once años que debía permanecer con la cabeza metida entre libros de medicina. Solo deseo acabar y poder tener un tiempo de pensar en otro futuro un poco más acorde conmigo.

Estoy al cien por cien segura de que hay otras opciones de poder ayudar a los demás sin sacrificar mi felicidad. El principal motivo por el cual decidí empezar a estudiar medicina fue por el hecho de estar rodeada por un montón de niños, que en más de una ocasión he visto lo mal que lo pasaban cuando alguna gripe o enfermedad les inundaba el cuerpo. Pero, siento que puedo hacer algo mucho más grande para poder ayudar a cada uno de ellos, intentar hacerles la vida mucho más fácil a aquellos que no han tenido la suerte de tener unos padres para amarlos y protegerlos de la manera en que se lo merecen.

Todos mis pensamientos se disipan al sentir el fuerte brazo de mi grandullón envolver mi cintura haciendo que el calor de su cuerpo se fusione con el mío.

—Es demasiado temprano para ponerse a pensar cariño – sonrío al ver que sigue con ojos cerrados, su voz suena ronca y yo no puedo evitar abrazarme con fuerza a su cuerpo.

—Me es imposible no hacerlo, tengo demasiadas decisiones que tomar y esta vez no quiero equivocarme – mis palabras suenan con dificultad al tener el rostro enterrado en su pecho, pero, sé que me ha entendido porque su agarre se ha hecho más fuerte.

— Lo entiendo y sé lo duro que es, pero, estaré a tu lado decidas lo que decidas. – una pequeña sonrisa se adueña de mi rostro, es muy reconfortante saber que tengo a alguien como él a mi lado, me hace sentir más segura y eso es algo que todo el mundo necesita de vez en cuando.

Antes de que alguno de los dos vuelva a decir o hacer algo, el despertador nos saca de nuestra pequeña burbuja mañanera, avisándonos de que ya es hora de levantarse. El gruñido de Demian me hace reír y eso logra que mis pequeños problemas se esfumen del todo.

—Vamos a olvidarnos que estamos a miércoles y quedémonos acurrucados en la cama. – esta no es la primera vez que me lo pide y sé que no será la última, tengo que reconocer que en alguna que otra ocasión he aceptado encantada su apetitosa petición, pero, lamentablemente hoy no será uno de esos días.

—Lo siento señor Forrest, pero, esta vez tengo que rechazar su tentadora oferta. – me deshago de sus brazos lo más deprisa que puedo, sé muy bien que unas cuantas caricias acompañadas de unos besos bien dados, me harían cambiar rápidamente de opinión y acabariamos enredados entre las sábanas durante horas y eso es algo que desgraciadamente tendré que rechazar.

Me espera un largo día, necesito mantener la cabeza fría y eso me resultará algo complicado teniendo a ese increíble e insaciable hombre a mi lado. Me adentro en el baño con algo más de calma, en el momento en el que mi rostro queda reflejado en el espejo no me sorprendo al ver las leves ojeras que ya son un complemento indispensable en mi vida desde hace unos días.

Aparto la mirada sin querer concentrarme mucho más en mi lamentable aspecto, sabiendo que pronto dejaré de sentirme tan agobiada y solo será cuestión de tiempo que todo vuelva a la normalidad.

Me deshago del pijama que solo consiste en unos pantalones cortos y una de las tantas camisetas que Demian me ha cedido para dormir. Una buena ducha es lo que me hace falta en estos momentos, aunque ya he tenido unos minutos agradables en los brazos del hombre que amo, mi cuerpo aún sigue algo tenso y puede que el agua caliente consiga relajarme del todo.

Unidos por el destino © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora