Capítulo 8

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Demian

— ¿Podemos hablar? – levanto la cabeza al ver a Sandro parado en el umbral de la puerta de mi oficina.

—Claro, pasa – he intentado mantener la alegría al margen de la vida laboral, pero, resulta misión imposible.

—¿Esa sonrisa significa que ya no estás molesto por lo del otro día? – pregunta con seriedad.

—Si te soy sincero, ya ni me acordaba de la charla que me habéis dado – respondo sin mucho interés.

Sandro permanece en silencio y por primera vez en mucho tiempo, el ambiente que se forma entre los dos está cargado de incomodidad.

—No quiero sonar grosero, pero si no tienes nada más que decir...dentro de diez minutos tengo una reunión muy importante – no logro entender la razón de su visita, porque para disculparse no es.

—Demian, solo quiero hacerte entender que lo que estás haciendo con esa chiquilla no... – al conocer el motivo de su presencia, le corto antes de que siga hablando y me haga perder todo el buen humor con el que me he despertado.

—Si no tienes nada bueno que decir, mejor no digas nada. Por una vez en mi vida, me voy a dejar llevar sin importarme las segundas opiniones. Es mi vida. – paso de seguir dando explicaciones. Mi vida es mía y tengo derecho de hacer lo que quiera con ella y punto.

—No vas a salir bien parado de todo esto, pero tú mismo lo has dicho, es tu vida. Haz lo que quieras. – tras esas simples palabras, se levanta y se va.
Cierro los ojos con fuerza, cojo aire y lo suelto poco a poco, así repetidas veces hasta que consigo relajar mi mente. Pero, por suerte, Megan anuncia la llegada de Ricardo, gracias a eso vuelvo a respirar con normalidad.

—Dime qué habéis encontrado – necesito deshacer los lazos que me une a esa mujer de una buena vez. No creo poder esperar ni un solo día más.

—Es el padre de sus hijos – lo sabía. Ahora todo depende del tiempo que lleven juntos, si es mucho, me darán la razón y no tendré que darle nada a no ser que quiera y, además, mi relación con Merian será justificada.

—¿Y ya está? – asiente con una leve sonrisa.

—Espero que no te importe seguir esperando unas cuantas semanas más.

—Eso no es nada comparado con los años que llevo esperando. – después de tanto tiempo unas semanas no serán nada. Solo deseo dejar todo este asunto atrás y concentrarme en lo que tengo a día de hoy, que es mucho.

Tras la reunión con los ejecutivos, el resto de la mañana pasa de manera lenta, y lo peor que es que no hay mucho trabajo, así que en estos momentos estoy mano sobre mano y tan solo deseo que el reloj marque las dos para ir a recoger a cierta pelirroja de la universidad.

Unos estruendos provenientes del gran pasillo logran poner fin a mi aburrimiento. Frunzo el ceño confundido ante tanto escándalo. No tardo en conocer la identidad de la persona encargada de provocarlo. Antes de levantarme y poner algo de orden, la puerta se abre de golpe.

Suelto un suspiro lleno de frustración al ver a Rebeca acercarse con postura amenazante y con cara de loca. Loca. Ese adjetivo la define a la perfección.

—No vas a librarte de mí –su dedo se acerca demasiado a mi cara. No me gusta que invadan mi espacio personal. Espero que Megan haya llamado a seguridad, esta mujer tiene prohibido el paso.

Sonrío divertido al verla tan alterada. Tantos años perdidos a su lado, pensando que podríamos llegar a ser una familia de verdad, que pérdida de tiempo. El pasado ya es incorregible, pero por suerte aún estoy a tiempo de cambiar el presente.

—Estás acabada, te tengo donde quería, así que intenta portarte bien si quieres llevarte al menos un pellizco de mi dinero. – su rostro se llena de ira y creo poder ver algo de miedo instalarse en su mirada y por muy mal que suene, me encanta verla tan asustada.

—No creas que has ganado – dice con una sonrisa llena de falsedad, a medida que se va acercando. — No sé quién será la mujercita por la cual vas a arruinar tu vida, pero yo que tu tendría cuidado, la felicidad nunca es eterna.

—¿Me estás amenazando? – me hace gracia al verla tan segura de sí misma. Esta mujer nunca aprenderá.

En ese preciso momento, aparecen los dos guardias que custodian la entrada, se acercan con pasos seguros con la intención de sacar a Rebeca del edificio. Los hombres me miran esperando mis instrucciones, tras un leve asentimiento de mi parte la agarran por los codos dispuestos a llevar a cabo su trabajo.

—¡No me toquéis! – grita mientras logra deshacerse del agarre de los seguratas. Me vuelve a mirar con ira, pero yo sigo sin poder borrar la sonrisa que lleva rato instalada en mi rostro.

—Chicos. – los hombres vuelven a agarrar a la mujer, pero en esta ocasión la llevan en volandas. Rebeca grita y patalea sin parar y yo solo puedo reírme ante todas las maldiciones que van dirigidas hacia mí. Antes de verla desaparecer tras las puertas de ascensor, me despido de ella con un beso en el aire.

! Que gran día ¡

Merian

Los recuerdos de la noche anterior me han impedido prestar atención en las clases y solo espero no haberme perdido gran cosa. Maldito sea Demian y su afán por hacerme perder la cabeza, pero, estaría mintiendo si dijera que no me gusta convivir con aquellos sentimientos.
No supe reaccionar ante su revelación y estuve a punto de tirar la toalla. Por suerte, reaccione a tiempo y me lance intentando dejar de lado el miedo. Su proximidad me pone los pelos de punta y me cuesta reaccionar...

—Lleva con la mirada perdida y con esa sonrisilla desde primera hora de la mañana, me está empezando a dar miedo – les dedico a mis tres acompañantes una mirada mordaz.

—Está claro que le pasa algo y sé que ese ¨algo ¨es un hombre – por mucho que quiero evitarlo, las palabras de Robert consiguen calentar mis mejillas. Odio ser tan transparente.

Había tomado la decisión de no contarles nada de lo sucedido la noche anterior. Puede que Alexis vaya a molestarse, pero siento que esta situación solo nos incumbe a Demian y a una servidora.

—Cariño, te has puesto como un tomate y ... – tras cesar las risas, André intenta hablarme, pero su mirada se queda fija en algo o alguien que se encuentra detrás de mí.

Curiosa, me giro con la intención de ver que o quien ha enmudecido a mis acompañantes. Ahí está, tan elegante y guapo que de costumbre. Ha vuelto a su ropa formal de siempre: camisa azul claro y unos pantalones de vestir color crema. Lleva el pelo peinado hacia atrás y esa barba de tres días que tanto le caracteriza, le hace ver aún más deseable. A medida que se va acercando, puedo vislumbrar como el brillo de sus ojos se va intensificando. Su sonrisa llena de picardía me está empezando a poner algo nerviosa y estoy deseando poder pasar con él algo más de tiempo en el día de hoy.

—Hola hermosa. – una vez a mi lado, me da un fuerte y cálido abrazo que va acompañado de un beso en la comisura de los labios.

—Hola. – saludo medio embobada. Adiós muro.

Nos seguimos mirando con la misma intensidad sin decir palabra, pero un carraspeo nos saca de nuestra pequeña burbuja y nos obliga a fijar nuestra atención en mis amigos.
Después de una rápida presentación los chicos se van, seguían algo hipnotizados por el hermoso hombre que tenían delante e irse era la mejor forma de que regresaran a la realidad.

—Vamos chicas, os llevo a casa. – asentimos mientras nos dirigimos hasta su coche.

Siento un montón de miradas sobre nosotros y mis nervios se empiezan a notar, pero, consigo relajarme en cuanto siento una cálida mano posarse en mi espalda, subo la mirada y lo que me encuentro es una mirada que solo me transmite paz.

—Chicos, no voy a poder acompañaros, Henry acaba de avisarme que ha podido salir del trabajo antes. –nos despedimos de ella, antes de emprender nuestro camino a solas.

—Tenía muchas ganas de verte. – mi corazón late desbordado ante su confesión, yo también tenía muchas ganas de verle. Pero, antes de nada, necesitamos aclarar algunos puntos.

—Demian, tenemos que hablar de lo que pasó anoche.

Unidos por el destino © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora