Merian
Estamos a pocas calles de la casa de los padres de Demian y mis nervios están a flor de piel. He intentado estar tranquila y no pensar en lo que pueda pasar, pero toda la tranquilidad que necesitaba me ha dejado tirada. Solo quiero que toda que la velada sea agradable y nada incómoda, que el tiempo pase rápido para volver cuanto antes a casa. No es que no quiera conocer a su familia, pero después de enterarme de cómo han tratado a su hijo, digamos que el interés que tenía por ellos se ha disipado de golpe.
— Si las cosas se ponen difíciles nos marcharemos.
— Ojalá todo vaya bien. –suelto un suspiro en cuanto el coche se para enfrente de unas gigantescas vallas de metal, las cuales no tardan en abrirse para dejarnos continuar con nuestro camino.
El coche vuelve a ponerse en marcha y mi boca se abre, cuando seguimos avanzando por un largo camino cubierto por una fina capa de nieve, con árboles y lo que parecen ser unos arbustos totalmente congelados, toda esa nieve hace que todo se vea increíble, como en un cuento. Pero, lo que de verdad hace que mi cara se desencaje del todo, es la enorme mansión que hay al final del camino. En esa casa podrán vivir por lo menos cinco familias.
— Espera al verla por dentro. –Demian niega repetidas veces, mientras hace una mueca de disgusto.
— ¿Es la casa donde te has criado, verdad? – vale que la mansión parece estar sacada la Inglaterra antigua, pero, no me puedo imaginar un niño viviendo en aquel espacio.
— Desde que deje esta casa he evitado volver, me es difícil llamarlo hogar.
— Tú mismo lo has dicho, si las cosas no salen como esperas, no tenemos porqué quedarnos. — de un momento a otro y sin darme cuenta, estoy sentada sobre su regazo.
— No quiero que hagas caso de lo que digan y en ningún momento te quiero lejos de mí. – sus palabras consiguen confundirme. No creo que sus males sean tan malos.
— No seas tan exagerado, solo son tus padres, no creo que sea para tanto ya que lo único que puede pasar, es que no les caiga bien. – no necesito la aprobación de sus padres y creo que Demian ya es bastante mayor como para escoger a quien él quiera para rehacer su vida.
— No me fío mucho de ellos, eso es todo. – rozo su labio inferior con suavidad. Cada vez me siento más dispuesta a empezar aquellos momentos sin esperar a que sea él quien siempre de el primer paso. Nuestras lenguas se rozan y es cuando separo los labios un poco más, en señal de aceptación, nuestros movimientos son controlados y daría lo que fuera por estar en casa para poder disfrutar de este momento en condiciones. Presiento que este iba a ser nuestro momento. Maldita cena.
— No te imaginas cuánto he llegado a quererte – sus labios apenas se han separado de los míos, que siguen rozándose mientras Demian habla. Aquellas palabras dichas por él. Suenan como música para mis odios.
— Lo sé, porque yo siento lo mismo. – nos acercamos dispuestos a seguir con lo nuestro al menos por un par de minutos más, pero, unos toques en la ventanilla nos hacen brincar por la sorpresa. Al levantar nuestra vista, podemos ver como los cristales se han empeñado, sí que hace calor aquí dentro. Hay un hombre pegado a la ventanilla.
Vuelvo a mi asiento algo avergonzada, las mejillas me arden al pensar que aquel hombre pudo haber visto lo sucedido hace tan solo unos segundos. Tomo la decisión de salir, pero, me giro al no escuchar movimientos por parte de Demian, apenas se ha movido ni ha articulado palabra, un comportamiento un tanto extraño, pero, enseguida caigo. Ese hombre es James, el hermano de Demian.
James nos sigue mirando y nos hace señas para salir. Le doy un golpe en el hombro a Demian para que salga de su trance.
— Vamos a salir, fuera hace frío y el pobre está ahí esperando a que salgamos.
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Unidos por el destino ©
RomanceÉl: un hombre al que la vida ha golpeado sin piedad hasta convertirlo en un ser frío y sin corazón. Anclado a una vida de la cual no puede deshacerse, obligado a permanecer entre las rejas de una mujer sin escrúpulos, que se niega a entregarle su ta...